'El español, al final, es sólo uno'
Secretario del comité científico del Congreso de Zacatecas, gran sabio de la lengua española y profesor de esa especialidad en la Universidad Autónoma de Barcelona, José Manuel Blecua pone el acento en la educación tradicional de los niños frente a la obsesión por Internet que se vive en Valladolid.
Pregunta. ¿Qué ha sido mejor: Zacatecas o Valladolid?
Respuesta. Son cosas distintas. Zacatecas tuvo muchos autores de prestigio, mucha repercusión mediática, muchas anécdotas, mucha dimensión editorial, y abrió muchas posibilidades al futuro del español como lengua cercana a las más importantes. Valladolid es la consolidación, la incorporación de todo el prestigio de la Academia y la de algunos países como Colombia, y la preparación del próximo en Argentina.
P. ¿Y qué le parece lo de Cela?
R. No lo he leído, pero sólo puedo decir que don Camilo ha sido muy generoso colaborando con los congresos desde el de Sevilla. Lo demás lo ignoro.
P. Internet parece el tema clave del congreso. ¿Tiene arreglo nuestro retraso?
R. En parte, porque si aumenta el número de internautas, si los chinos entran, disminuirá la cantidad relativa de español. Pero la importancia de la lengua no está ahí, sino en la calidad. Hace falta la decisión política para que la Red combine los elementos lúdicos, un poco anárquicos, con la posibilidad de crear profesores, o de incorporar páginas de servicios, como la del Diccionario. Pero a mí me preocupa la brecha digital. Cuanto más crezca Internet, más se aleja el Tercer Mundo. Me preocupan más los niños americanos que no tienen lápiz, papel ni profesor.
P. ¿Nos ciega la Red?
R. Es maravillosa y barata: sirve para formar profesores, para multiplicar el alcance de los medios de comunicación... Pero no olvidemos que junto a la dimensión política, económica, internacional y académica tenemos una responsabilidad fundamental con Hispanoamérica y, sobre todo, con sus niños. Los anglicismos dan igual si los niños no van al colegio.
P. Hay voces que dicen que la Academia está incorporando modismos con demasiada rapidez.
R. Antes había un diccionario muy importante, el manual, que dejaba las palabras en barbecho. El léxico está muy pegado a la realidad de la historia y hay palabras que mueren con rapidez. Pero también hay que pensar en los estudiantes extranjeros que leen un texto de Umbral y quieren saber qué significa 'tronco'.
P. Parece que somos menos hispanocentristas.
R. Huyamos de eso, por favor. Aquí se ha reconocido la legitimidad de todas las variantes que existen: el porteño vale igual que el madrileño. Y se ha aceptado que hay una norma abstracta muy flexible, que es la norma culta, la lengua estándar, la que se puede entender en todos lados.
P. ¿Y quién la determina?
R. Ahora hay que investigar eso, hay que saber quién hace la norma culta. Creo que es la de los escritores prestigiosos, los textos científicos y, sobre todo, los medios. Los modelos más imitables, sobre todo la radio y la televisión. Por eso tienen una responsabilidad enorme, mayor que la de los profesores. Una de ellas es no llenar de muletillas el habla de la gente.
P. Pero hay españoles distintos. Y es más bonito el de los campesinos ecuatorianos que el de la tele.
R. Sí, pero el español, al final, es sólo uno: el que nos une al mundo, el que denomina la vida, el amor, la muerte y las pequeñas cosas.
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