Una economía de 'papeles pintados'
Las provincias argentinas emiten bonos para sobrevivir y empujan al país a la dolarización
Las provincias argentinas han tenido que recurrir a la emisión de bonos regionales, verdaderos papeles pintados, cuyo valor es aceptado a regañadientes por los ciudadanos. La próxima creación de una cuasi-moneda, las Letras de Cancelación de Obligaciones Provinciales, comienza a romper la caja de convertibilidad y aproxima al país a la anunciada dolarización.
Ahora circulan en Argentina tres monedas de curso legal: el peso, el dólar y los bonos provinciales, que serán absorbidos por las Lecop
Las Letras de Cancelación de Obligaciones Provinciales (Lecop) intentan poner orden en las emisiones de bonos
La política de déficit cero adoptada por el Gobierno argentino en el pasado mes de agosto ha llevado a un punto extremo el ahogo de la devastada economía del país suramericano. En septiembre, reflejando la parálisis creciente de los intercambios comerciales más elementales, la recaudación de impuestos cayó 14% respecto al mismo mes del año pasado.
Esto ha agravado al extremo la crisis de las provincias, ya que el Gobierno nacional ha decidido, debido a la caída de los ingresos fiscales, recortar en casi 1.000 millones de dólares la transferencia de recursos impositivos de la nación a las Administraciones provinciales en el último trimestre de este año. En vísperas de las elecciones legislativas que se celebran hoy, y en las que se anticipa un resultado catastrófico para el oficialismo, esa decisión ha motivado un estado previo a la rebelión por parte de los gobernadores.
Como un anticipo de esta situación, la provincia de Buenos Aires, la mayor del país, emitió en el mes de agosto unos bonos de cancelación de deudas, a los que denominó patacones, destinados al pago a proveedores, sueldos y deudas comerciales. Esa emisión, por 500 millones de dólares, ha sido la primera respuesta de un Gobierno regional asfixiado para aliviar la falta de liquidez en pesos.
Los bonos se imponen
A pesar de la resistencia de asalariados, comerciantes y proveedores del Estado, el bono se ha ido imponiendo. Su aceptación, aunque a regañadientes, ha sido inevitable, ya que muchos han considerado preferible poder mantener el ciclo de los intercambios por este medio antes que verla completamente interrumpida. A Buenos Aires le siguieron 10 provincias más. Finalmente, el Gobierno central decidió, en septiembre, centralizar todas esas emisiones de cuasi-moneda provinciales en un bono nacional único denominado Letras de Cancelación de Obligaciones Provinciales (Lecop).
Por este camino, el país retorna a una práctica varias veces vista en su larga historia de crisis monetarias. La última, con un carácter generalizado, que tuvo lugar en 1988, bajo la presidencia de Raúl Alfonsín, culminó con el estallido de la hiperinflación en febrero de 1989.
De esta manera, circulan ahora en Argentina, con curso legal, tres monedas: el peso, el dólar y los bonos provinciales, que serán absorbidos en breve por los lecop. La característica de estos últimos, que cuentan con el atractivo de que pueden ser utilizados para pagar impuestos, además de para cancelar deudas y pago de salarios, es que darán lugar, como en el pasado, a la creación de un mercado negro en el que sufrirán un descuento para ser aceptados.
El ministro de Economía, Domingo Cavallo, anunció la semana pasada que la emisión total prevista de lecopP será de 1.300 millones de dólares. No por casualidad éste es exactamente el monto que se destina al pago de todos los sueldos de los funcionarios provinciales de Argentina. De esta manera, el desprestigiado ex superministro intenta salir del atolladero al que lo ha llevado su política de déficit cero.
Pero, al igual que todas las medidas que adoptó desde que reasumió el cargo en marzo pasado, ésta enfrenta una dura resistencia social que amenaza su permanencia en el Gobierno.
Callejón sin salida
De hecho, se está en presencia de un intento agónico por superar el callejón sin salida de una economía que lleva tres años de recesión aguda. Para evitar el abandono de la convertibilidad, que impone que por cada peso en circulación exista un dólar en las reservas, Cavallo intenta ordenar y controlar la emisión de bonos incontrolada y espontánea por parte de los gobernadores, creando una tercera moneda, pero en este caso no convertible con el dólar. En una clásica conducta de huida hacia adelante, el creador de la convertibilidad intenta salvar su invento de 1991 para no espantar a los inversores externos, pero lo hace con la introducción de un medio de pago que contradice totalmente al sistema de caja de conversión.
En el muy improbable caso de que el ingenio de esta cuasi-moneda prosperara, sólo serviría para reducir aún más los sueldos de los funcionarios, vía el mercado negro, con la esperanza puesta en mantener la cadena de pagos hasta que la economía vuelva a crecer. Un objetivo, este último, que nadie sabe cómo lograr.
En los hechos, se está creando un sistema monetario paralelo basado en papeles pintados sin otro valor que la propia necesidad de supervivencia de aquellos a quienes les está siendo impuesto. La convertibilidad, en poco tiempo, funcionará sólo para aquellos que tengan el privilegio de acceder a pesos y dólares. Esto, en el caso de que la crisis no lleve al Gobierno a imponer más temprano que tarde una dolarización completa de la economía argentina.
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