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Kabul, fotografiada a 700 kilómetros de altura

La precisión de las imágenes de satélite permite controlar movimientos en cada metro cuadrado de Afganistán

Esté donde esté el hombre más buscado del mundo, en cualquier momento y lugar, le está pasando por encima una cámara de fotos. Una estrategia silenciosa se dirime a cientos de kilómetros sobre el cielo de Afganistán, donde ningún misil, ninguna batería antiaérea llega. Es la guerra, más bien el monólogo, de los satélites, un terreno en el que Estados Unidos no tiene rival. Las imágenes que han inundado las páginas de la prensa mundial desde que comenzaron los ataques, distribuidas por el Departamento de Defensa norteamericano, mostraban al público detalles de la última tienda de campaña perdida en el desierto afgano. Nada que ver con la verdadera información que contienen.

'Me creo que es Afganistán y me creo que son campos de entrenamiento. ¿Pero quién me asegura que no están abandonados hace meses?', es lo primero que pregunta Antonio Davara, director del Centro de Satélites de la Unión Europea Occidental, cuando observa el material publicado.

En Yugoslavia se veían las tumbas colectivas distinguiendo el color de la tierra removida
Todo desprende calor. Por el análisis del infrarrojo se sabe si un sitio está habitado
Para tirar una bomba que destruya 100 metros cuadrados, no hace falta precisión de centímetros

Davara es uno de los mayores expertos de la UEO en tratamiento de imágenes de satélites. Con esa cautela que muestra para analizar cualquier imagen de Afganistán descubrió entre 1996 y 1999 que el recuento de olivos que había presentado un país de la UE -cuyo nombre no quiere revelar- para conseguir subvenciones estaba amañado. Sólo un satélite pudo captar que el calor que desprendían unos miles de olivos no tenía nada que ver con el calor que desprendían los otros. Unos eran árboles de verdad y los otros eran de plástico.

'Ahora mismo, seguro que EE UU está trabajando en una cartografía de Afganistán. Lo último lo hicieron los soviéticos hace 10 años, y si se despliegan tropas terrestres esos mapas no valen para nada'. Para realizar el encargo, 'una agencia como la nuestra podría hacer fotos de todo el país en una semana. Seguro que EE UU tarda menos', afirma Davara. Y al hacerlo por satélite, esos mapas no sólo muestran las montañas y barracones que hemos visto en la prensa, también muestran personas y movimientos de personas: 'Todas las cosas desprenden calor. Si está habitado, se puede distinguir en infrarrojos a las personas. Incluso si se han ido, queda el rastro de calor'. La verdadera importancia de las imágenes de satélite, por tanto, no está necesariamente en la precisión. En este sentido, ofrece mucho más detalle una foto aérea tomada por un avión espía. Lo importante es que se puede ver todo el espectro de colores, lo que permite distinguir calor, altura, texturas. Una foto de un bosque no dice nada en términos militares. Para eso hay mapas. Pero desde un satélite, fotografiando calor, se puede saber el tipo de vegetación, incluso si hay, o ha habido, tropas bajo los árboles. 'Por ejemplo, es díficil de creer que Sadam Husein engañara a EEUU con tanques de cartón durante la Guerra del Golfo. La diferencia de temperatura es obvia'.

También pueden reconocer movimiento de tierras: 'En Yugoslavia buscábamos las tumbas colectivas alterando colores para diferenciar la tierra removida recientemente'. Con la misma técnica, 'en Afganistán, para la invasión terrestre, se puede saber cuáles son las zonas minadas, aunque no las podamos ver'. En el suelo de Afganistán duermen entre siete y 10 millones de minas.

Por tanto, no se debe mitificar la precisión de las fotos, que hace 15 años era de 10 metros: 'A una persona no se la puede identificar', explica Davara. 'Incluso con una resolución de 20 centímetros podemos ver el turbante de Bin Laden, pero si nadie sabe dónde está, desde luego no le podremos reconocer por el turbante, porque la foto siempre va a ser vertical'.

Las imágenes más nítidas, con la resolución más puntera, en infrarrojos o en cualquier escala cromática, siguen sin significar gran cosa para unos ojos ignorantes. 'La clave es el factor humano, que en esta guerra tiene más importancia que nunca. Es decir, a mi la mejor foto de Kabul no me vale para nada si no tengo a alguien que conozca Kabul y me pueda decir qué es cada cosa'. Con una foto de un aeropuerto hace falta alguien que reconozca el tipo de aviones que hay en él. 'La imagen es la misma para todo el mundo. Lo que le da más o menos valor es la persona que la analiza, el tipo de experiencia y conocimientos que tenga', sentencia Davara.

Ejemplos de su propia agencia tiene docenas: 'Si buscas un barco de refugiados en medio del Pacífico, y tiras una foto de una zona determinada, a lo mejor fallas, pero con que aparezca la estela ya vale. Por el movimiento del agua, un experto sabe qué dirección lleva el barco y a qué velocidad va. La siguiente foto no falla. Sabemos dónde está ese barco con un margen de error de cinco metros'.

En el Servicio de Cartografía de la Universidad Autónoma de Madrid, Javier Espiago y un equipo de ocho personas se dedican exclusivamente a teledetección (análisis de imágenes de satélite) con imágenes comerciales. Entre los trabajos que ofrecen está el llamado modelo digital del terreno, según Espiago, 'la principal aplicación de la tecnología de satélites a una guerra como ésta'. Se trata de aprovechar la escala de grises de una foto para diferenciar los puntos altos del terreno. Después, un programa informático puede convertir esos datos en un mapa en tres dimensiones de la zona a atacar. 'Con una representación tridimensional del terreno, una foto y un GPS (sistema de posicionamiento global), no sólo se puede acertar en el objetivo con un margen de error mínimo. Se puede guiar al misil por una ruta preestablecida a través de las montañas, de forma que pueden volar evitando los obstáculos', explica Espiago. Igualmente, sirve para entrenar a los pilotos en simuladores.

El satélite Keyhole se ha convertido ya en una de las estrellas de la guerra, como lo fueran los misiles antimisil Patriot en Irak. En satélites comerciales la máxima resolución la ofrece el Ikonos, con un metro. El satélite militar ve todo lo que tenga más de 20 centímetros. Sin embargo, para hacer mapas tridimensionales o ver movimientos de tropas sirve cualquiera de los satélites comerciales que operan a más de 700 kilómetros de altura. La principal desventaja del Keyhole es que establece su órbita a tan sólo 320 kilómetros de altitud. Según Antonio Davara, 'la erosión y el roce del aire acabarán con él en apenas un año. Cuanto más bajo vuela un satélite, menor es su tiempo de vida. En las órbitas más altas hay satélites que llevan tomando imágenes más de 10 años, aunque a menor resolución'.

En la misma línea, Javier Espiago duda de la necesidad de una precisión mayor de un metro para lanzar un misil. 'Si la bomba más pequeña que estás tirando destruye todo en 100 metros a la redonda, ésa es la precisión que necesitas'. Tanto detalle es necesario para la información que se tiene sobre el objetivo. Sencillamente, para que no se produzcan errores fatales que lleven a, por ejemplo, reducir a escombros la embajada de China, como sucedió en Belgrado durante la ofensiva de la OTAN, o matar a cuatro trabajadores de una oficina de la ONU en Kabul, como sucedió este martes.

El límite es la imaginación

En un incendio, con fotos de satélite se pueden predecir zonas de propagación o vías de escape. Es como un mapa, pero en vez de ser estático, se renueva cada pocas horas. Pero la misma foto, si se analizan otros colores, sirve a un botánico para distinguir un tipo de árboles de otros. Y a un ingeniero agrícola para ver la humedad del terreno. 'El límite de la información que ofrece una imagen de satélite está en la imaginación y la experiencia del que la observa', le gusta decir a Antonio Davara. Igualmente ilimitadas, por tanto, son las aplicaciones civiles de la teledetección. 'Ahora mismo', dice Javier Espiago, 'la aplicación más importante que se desarrolla es registrar la propiedad. En España hay un proyecto en cuatro provincias (Ciudad Real, Jaén, Castellón y Badajoz) para fotografiar, literalmente, todo el registro de la propiedad'.

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