Nosotros no somos Bin Laden
Los musulmanes de Francia tienen miedo de que se les mezcle con los terroristas
Osama Bin Laden no es demasiado popular entre la comunidad musulmana francesa, la más importante de Europa. Incluso en el 'sitio de referencia del islam francófono', en Internet, pueden encontrarse fotos desfiguradas del enemigo público número uno, seguidas de una pequeña cascada de protestas por los atentados del pasado 11 de septiembre. Francia cuenta con algo más de cuatro millones de musulmanes, según el Alto Consejo para la Integración, aproximadamente el 7% de la población total; más del doble que Alemania y 10 veces más que España.
El problema de la comunidad musulmana francesa es su confinamiento en las periferias de las grandes ciudades. Su temor: que tras los atentados de Estados Unidos se mezcle a los musulmanes con los terroristas. El primer ministro de Francia, Lionel Jospin, visitó el lunes uno de esos suburbios cercanos a París que además sufre el paso de una vía de ferrocarril. Varios jóvenes de origen inmigrante tomaban un té con menta. 'Como franceses musulmanes hemos condenado firmemente esos atentados', aseguraba uno de ellos. Otro joven de barba recortada se quejaba de la falta de una institución representativa del islam que defienda a los adeptos a esta confesión y que haga que sean más respetados.
Jospin, durante su visita, subrayó que prácticamente todos los responsables políticos han sido 'muy claros' a la hora de condenar las mezclas entre islam y terrorismo. Y el propio primer ministro se felicitó de la calma que reina en los guetos -palabra que no llegó a utilizar, bien es cierto-, además de anunciar un amplio plan para demoler barrios enteros de alojamientos desastrosos, verdaderos focos de pobreza y de violencia, con el propósito de reconstruirlos.
Entre los gestos de integración y normalidad se ha mantenido, contra todo pronóstico, la celebración del primer encuentro de la historia entre las selecciones de fútbol de Francia y Argelia, previsto para el próximo fin de semana.
Una barba y unas frases en francés con acento mediterráneo no bastan para vencer la desconfianza de los jóvenes de la periferia hacia un desconocido que dice ser periodista, pero sí para obtener algún comentario aislado. El ambiente antinorteamericano y propalestino se palpa entre ellos. Se preguntan el motivo de guardar duelo por las víctimas de Nueva York y no por el goteo de palestinos muertos cada día. 'Es irritante oír que el FBI ha encontrado las cartas [de los pilotos suicidas] entre los escombros [realmente se encontraron en un equipaje que nunca llegó a facturarse], mientras que millares de cuerpos han desaparecido, como si un papel pudiera resistir una enorme explosión', afirma uno de ellos, apuntándose a la teoría de la manipulación.
En Saint-Denis, al norte de París, la mezquita Ar-Rahma pasa por ser la sede francesa del Tabligh, un movimiento dedicado al proselitismo religioso, acogido en Francia a la ley de asociaciones con el nombre de Fe y Práctica. Sus fieles predican en las calles, en los mercados, en las casas, y atraen a jóvenes marginales, a los que parece que dan un sentido a sus vidas a base de mantenerles sumamente ocupados las 24 horas del día. Pero los servicios secretos no se fían un pelo: han seguido la pista de personas de este movimiento que han pasado semanas de formación religiosa y entrenamiento guerrillero en Afganistán. Osama Bin Laden está 'en estrecho contacto' con representantes del Tabligh, un movimiento que el millonario saudí 'financia generosamente', según cree saber Roland Jacquard, el autor de la última biografía publicada de Bin Laden.
Bajo la presión internacional, la policía de Francia ha tirado rápidamente de esas redes. Y los franceses se han encontrado con la sorpresa de que entre la primera decena de detenidos hay cuatro conversos al islam. En uno de esos casos puede rastrearse incluso una conexión española. Dos días después de los atentados del 11 de septiembre fue detenido en Holanda un francés, Jerôme Courtailler, hoy procesado y encarcelado, que estaba relacionado con los seis islamistas arrestados posteriormente en España. Su hermano David, que vive en Saboya -no lejos de Italia-, desmiente toda conexión con el terrorismo. Y cuenta que a su hermano Jerôme Courtailler, de profesión charcutero, convertido al islam hacía un año, la religión le ayudó a salir de la droga y del alcohol.
Soflama del ultra Mégret
Bruno Mégret, presidente del Movimiento Nacional Republicano (MNR), recoge las banderas que ya no agita con tanta fuerza Jean-Marie Le Pen, el líder histórico de la ultraderecha. El domingo pasado presidió una reunión de militantes cerca de Poitiers, junto a la llanura donde se cree que los árabes fueron derrotados en 732, y lanzó una soflama de este estilo: 'Ya es hora de que cada uno comprenda que nuestro país está infiltrado por una quintacolumna islámica; que hoy el peligro viene tanto de Kabul como de Mantes-la-Jolie [uno de los guetos de inmigración en París]; que nuestras ciudades se han convertido en polvorines como los de Palestina, y que los atentados contra el Pentágono son de la misma naturaleza que los que a diario se perpetran en las periferias de nuestras ciudades'.
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