513 profesores han perdido su plaza en este curso por no saber euskera

Un total de 513 profesores de Educación Infantil, Primaria y Secundaria no tendrán este curso la oportunidad de dar clase a los alumnos porque no han podido acreditar el suficiente conocimiento del euskera. Estos docentes han sido desplazados de los puestos docentes que ocupaban y ahora se dedican a otro tipo de labores, algunas dentro del centro en el que siempre han ejercido y otros fuera. La gestión de comedores, el apoyo a los directores de los colegios y el fomento de las actividades extraescolares, como el deporte, son las principales ocupaciones de un colectivo que considera que su situación profesional se ha devaluado seriamente.

El problema comenzó a darse en Infantil y Primaria, pero ya ha comenzado a llegar a las aulas de Secundaria. En un contexto de descenso de la natalidad y de reforma de todos los planes educativos (lo que supone quitar horas a las especialidades en declive), los profesores que no tienen perfil lingüístico encuentran menos posibilidades de abrirse un hueco para dar clase.

En la adjudicación de plazas de comienzo de curso -proceso que concluyó la semana pasada y que sirve para asignar a los colegios los recursos humanos que necesitan- concurrieron los interinos y los profesores que han perdido su puesto por no alcanzar el perfil de euskera asignado y que buscan una plaza lo más acorde posible con su trayectoria profesional. 343 docentes de Infantil y Primaria sin perfil optaron por los comedores, las actividades extraescolares y los programas de apoyo a la dirección.

Mientras, en Secundaria el problema afecta a 170 docentes, que en el proceso de adjudicación se tuvieron que conformar con funciones al margen de las aulas. El empeño del Departamento de Educación por euskaldunizar al profesorado de la red pública (en la actualidad el 70% dispone del PL 2, que faculta para dar clase de y en uskera) para atender la demanda le ha llevado a imponer un ritmo que no ha podido seguir una parte de los docentes. Ante esta situación, el departamento ha diseñado programas para recolocar a los profesores sin perfil y también a aquellos que se han quedado sin horas lectivas por la adecuación a las nuevas necesidades derivadas de la implantación de la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE).

Entre otras medidas, dispone de un programa en el que los profesores desplazados de su puesto se dedican a un trabajo de apoyo a los directores de los centros, pero a la vez lo compatibilizan con horas dedicadas al aprendizaje del euskera. Según un informe elaborado por Comisiones Obreras al que ha tenido acceso EL PAÍS, un total de 73 docentes de Primaria están integrados en este plan. Otra iniciativa son las actividades extraescolares, que comenzaron en el curso 95-96 y al que se han apuntado 128 profesores de Primaria. Aquí se incluyen trabajos en la biblioteca, deporte escolar, talleres de pintura, de comunicación o laboratorio, actividades que normalmente se han desarrollado fuera del horario ordinario de los centros.

El tercer programa es el de los encargados de comedores escolares, que en la actualidad cuenta con 142 docentes. Los profesores que se han decantado por esta actividad cuidan a los alumnos durante la hora del comedor, controlan la calidad de los menús, dirigen las cocinas y se ocupan de las compras.

Además de estos 513 profesores desplazados de sus puestos, hay que tener en cuenta al millar que anualmente se apunta al programa Irale, destinado a la euskaldunización del profesorado. Más de un 60% de los docentes que participan en él no logran aprobar el examen para el Perfil Lingüístico 2, que es que el permite dar clases de euskera o en euskera. De esta forma, cuando terminan los tres años durante los que son liberados de sus tareas docentes y se encuentran sin el PL 2 tienen difícil volver a su plaza, que está ocupada por un profesor que imparte la clase a los alumnos en euskera. La mayoría de los sectores educativos, incluida la Administración, considera necesario actualizar el sistema Irale, pero de momento no hay consenso sobre cómo hacerlo. Adaptar el profesorado a la demanda lingüística es uno de los mayores retos del departamento.