Pares sueltos
El problema de la realidad es que está desmembrada y sólo nos es dado ver de ella brazos, dedos o narices sueltas. El otro día, por ejemplo, Ruiz-Gallardón hizo en el debate sobre el estado de la región un discurso según el cual el paro había bajado un 46%, habíamos crecido más que ninguna otra comunidad, el fracaso escolar descendía en picado y las aguas estaban perfectamente depuradas. Aseguró además, en sintonía con John Donne, que la muerte de un ser humano disminuye a cada hombre y citó, entre otros, a Borges, Azaña, Muñoz Molina y Vallejo. Ahí tienen ustedes, pues, una serie de órganos dispersos, de pares sueltos, en los que cada uno busca su número desesperadamente. No sabemos si los datos que dispersó en forma de metralla eran ciertos o no, pues cómo distinguir la verdad de la mentira cuando ni en Hollywood saben ya dónde termina la ventana de la tele y comienza la de la calle. No tenemos ni idea, pues, pero nos atrevemos a afirmar que los datos desnudos son fuegos de artificio hasta que se articulan. Y es lo que nos falta a todos: un poco de articulación.
Los políticos acuden con frecuencia a la táctica desinformativa de los números que vence más que convence. El problema es que resulta eficaz. Uno se mira en el espejo y no nota para nada que le haya crecido el PIB, o que fracase menos en el cole, o que le haya descendido el paro, pero cómo discutírselo a Ruiz-Gallardón si ni sus oponentes, que deberían ser gente preparada, saben hacerlo. Ya nos dirán los señores del PSOE cómo piensan ganar las próximas elecciones autonómicas si entre los candidatos no hay nadie cuyo rostro (no digo ya sus ideas) sea medianamente conocido. Ruiz-Gallardón habla como si fuera a gobernar toda la vida y a este paso no sería raro, no sólo por sus virtudes, sino por los defectos de una oposición que no tiene ni datos ni discurso y que quizá no ha leído a Donne.
Pero hablábamos de las visiones fragmentarias de la realidad. No nos atrevemos a asegurar que el cuerpo discursivo de Ruiz-Gallardón sea falso (cómo saberlo), sino que le falta coherencia, ensamblaje, acople, además de tener muchos agujeros ¿Dónde estaban los cuatro muertos de Vallecas? ¿Dónde los sesenta y tantos que han fenecido por muerte violenta desde que comenzara el año? No estaban, simplemente, como no estaba el precio de los pisos, sólo apto para traficantes de cocaína o información privilegiada. Quizá no sean temas para el debate sobre el estado de la región, pero son preocupaciones del ciudadano, porque cuando el ciudadano se mira en el espejo quizá no se encuentre el PIB, ni el suelo público, ni el volumen financiero de la Sanidad, ni las obras completas de Vallejo, pero se ve los orificios de bala que le han metido al vecino entre ceja y ceja y el atasco de tráfico en el que le salen canas y los niños se hacen mayores.
Usted me quiere jorobar el narcisismo, diría Ruiz-Gallardón. Y no es verdad, porque no ha nacido quien pueda con el narcisismo de usted, don Alberto, que no sé cómo encuentra tiempo para leer libros de autoayuda con el que dedica a los clásicos. Pero yo vivo de señalar las carencias como usted vive de citar a Borges. Tal vez si juntáramos el discurso de los aciertos con el de los fracasos construyéramos un cuerpo más verosímil que el de su discurso, pero a ver quién cose tejidos de tan diferente procedencia.
Aunque quizá no sea un problema de cuerpo ni de articulación ni de ensamblaje, sino de dimensiones. Tal vez tengamos que aceptar que la realidad se mueve en diferentes instancias que a veces se cruzan y a veces a no. Los vecinos de Historias de la Radio, por ejemplo, vivían en un barrio idílico, con casas de cuatro alturas y jardincillos entre bloque y bloque, donde los niños jugaban seguros bajo la atenta mirada de las personas mayores. Un lugar delicioso, ameno, en fin, según se desprende de las descripciones del periódico. Pero en ese lugar paradisiaco irrumpe de repente una pistola y, plas plas, se carga a cuatro personas con orificios de entrada y de salida, aunque el tiroteo no estuviera en el guión.
-Oiga, que esto no es de esta película.
-No, señor, esto es de la publicidad. Cómprele unas palomitas al niño y mire hacia otro lado no vayamos a acabar con usted por el mismo precio.
Pues nada, todos a callar, pero es un incordio que no sepamos dónde termina la publicidad y comienza la peli, o dónde, en el discurso de Gallardón, se encuentra la frontera entre la autosatisfacción y la realidad. La oposición podía echar una mano, pero sólo vende pares sueltos también. Llévese dos y pague uno.
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