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IMPACTO EN LOS MERCADOS
Columna
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Pistas para hacer previsiones

Miguel Ángel Fernández Ordoñez

Hasta el martes pasado cabía hacer previsiones de la evolución de la economía americana sobre bases puramente económicas. La economía americana se desaceleraba porque el consumidor americano, inmerso en una delicada situación caracterizada por una tasa de ahorro baja y un alto endeudamiento, empezaba a sentir los efectos del deterioro del mercado de trabajo y la pérdida de riqueza debida a los descensos de los mercados de valores. Pero el martes entró en este escenario un factor nuevo, no económico, que añade inseguridad e incertidumbre a los agentes económicos. En estas condiciones no es fácil hacer previsiones, pero puede ser útil dar algunas pistas sobre las que cada cual construya sus escenarios:

1. No hay que preocuparse mucho del lado de la producción, de los daños causados en el sistema productivo, porque los problemas principales van a estar en el lado de la demanda. Y dentro de la demanda es crucial lo que pase con el consumo, porque la inversión sólo se animará cuando los empresarios tengan garantías de que el consumo se recupera.

2. En esta fase de la crisis no se debe confiar demasiado en el efecto de las políticas económicas. Tanto los bancos centrales como los Gobiernos, para evitar ser acusados de ser los causantes de la recesión, relajarán la política monetaria y la política fiscal, pero, mientras no mejore la confianza del consumidor, sus efectos no serán importantes. La política monetaria es mucho más efectiva para frenar expansiones desbocadas que para animar a la gente a volver a consumir e invertir. En cuanto a las políticas presupuestarias, son lentas de ejecutar, y sus efectos sobre la demanda son mucho menores que los de las variaciones del consumo, por el menor peso que tiene el gasto público dentro del PIB. Es más, estas políticas podrían tener efectos contraproducentes, porque la gente sabe que una política monetaria en exceso relajada puede traer inflación, y los déficit estructurales perjudican el crecimiento.

3. La clave en este período está en la habilidad de los políticos para reducir la tensión y restablecer la confianza. La vuelta a un consumo alegre sólo es posible si la gente deja de estar preocupada. Ahora existe una contradicción que hay que esperar que sea transitoria. Para que el consumidor recupere la confianza vendría bien decir que 'aquí no ha pasado nada', pero, para justificar las acciones militares, todos los días se habla de los posibles riesgos nucleares, bacteriológicos y químicos, y el presidente aparece continuamente en la televisión hablando de guerra, lo que anima poco a comprar coches o hacer turismo.

4. Es recomendable fijarse en lo que sucede en el mercado de divisas. La mayoría de los mercados -la renta variable, los bonos, el petróleo- se han comportado en esta crisis de la misma forma que durante episodios similares del pasado. Sin embargo, durante esta crisis el dólar se movió por primera vez en sentido distinto del esperado, el de moneda refugio. Uno de los puntos más frágiles de la economía americana es su balanza corriente, con un déficit superior a los 30.000 millones de dólares mensuales. Para financiar este déficit, Estados Unidos necesita conseguir 1.000 millones de dólares diarios de los inversores extranjeros. Hasta ahora hemos vivido el círculo virtuoso, según el cual entraba dinero en Estados Unidos, la Bolsa subía, el dólar también, y todo ello reforzaba la confianza en la economía americana, con lo cual volvía a entrar dinero en Estados Unidos y podía financiar con holgura su déficit corriente. La combinación de la caída de la Bolsa americana con una caída rápida del dólar sería el escenario peor de todos los posibles.

5. Los interesados en la Bolsa deberían recordar que ésta no se mueve simultáneamente con las economías. La Bolsa americana comenzó a caer antes de que la economía entrara en recesión y, si la historia se repite, la Bolsa se recuperará antes de que lo haga la economía. Por ello, no se debe olvidar el consejo del millonario americano cuando le preguntaron cómo hizo su fortuna: 'Cuando todo el mundo está optimista, yo vendo, y cuando todos son pesimistas, yo compro'. Pero, antes de seguir este consejo estrictamente, también habría que recordar lo que casi nunca cuentan la mayoría de los millonarios, y es que se casaron con la hija del dueño del negocio.

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