Solidaridad sin fisuras con la nación americana
Todos quienes conserven en la memoria el Plan Marshall estadounidense tras la guerra hitleriana y la destrucción de Alemania, quienes recuerden las numerosas ayudas exteriores en la defensa frente al terrorismo alemán, quien sepa de la decisiva ayuda de Estados Unidos para la reunificación de Alemania, pero también quienes se tomen en serio su compromiso con los derechos humanos y con el amor al prójimo: todos nosotros sentimos hoy una solidaridad sin fisuras con la nación americana.
El alcance y la diversidad de los atentados simultáneos contra la vida de miles de estadounidenses y contra los centros rectores y neurálgicos del Estado no son concebibles sin numerosos terroristas suicidas, sin un gran número de colaboradores y simpatizantes, sin mucho dinero. Por eso es improbable que pase mucho tiempo hasta que se aclare la autoría de este crimen descomunal.
Hasta ese momento es necesario, tanto para Estados Unidos como para los Gobiernos europeos, no dar pábulo a rumores y señalar a falsos culpables. La enorme agitación puede conducir equivocadamente a algunos, en cualquier parte del mundo, a reacciones histéricas. Por eso rige para todos los Gobiernos y todos los políticos una primera norma de conducta: mantener la sangre fría, la razón capaz de sopesar.
En segundo lugar, todos los Gobiernos han de estar preparados frente a la posible continuación de la serie de crímenes y adoptar medidas para garantizar la seguridad de los ciudadanos que tienen encomendados. En tercer lugar, y simultáneamente, se impone una amplia búsqueda de pistas e investigación del crimen; todos los Gobiernos de los Estados aliados y amigos de Estados Unidos deben prestar toda su ayuda al Gobierno estadounidense.
Es concebible que tengamos que habérnoslas con una fanática banda terrorista privada. Es también concebible que un Estado haya prestado ayuda indirecta, como nos ocurrió a nosotros con el terrorismo de la RAF. Tampoco cabe excluir del todo que se trate de una organización terrorista creada por un Estado. En cualquiera de estos casos posibles será distinta la necesaria reacción de Estados Unidos y de los Estados amenazados por los terroristas. En cualquier caso, los Gobiernos de los Estados de derecho tendrán que velar por sus propias Constituciones y por la Carta de las Naciones Unidas.
Si se demostrara la participación de un Estado o un Gobierno en apoyo de los terroristas, podría desencadenarse una guerra. Por ese motivo es tanto más necesaria la fría razón. En cualquier caso, Estados Unidos se defenderá con gran energía y con toda su vitalidad. Y nosotros, los alemanes, estaremos a su lado.
Helmut Schmidt fue canciller de la República Federal de Alemania. © Die Zeit.
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