Una exposición revive el auge y la decadencia de Tarragona en el Imperio Romano
La exhibición, compuesta por 150 obras de 26 museos, incluye piezas inéditas
Un total de 150 obras procedentes de 26 museos europeos repasan, en una colección única, la importancia de la Tarraco romana para el Imperio y las relaciones que la metrópoli estableció con las otras capitales de la Hispania, Corduva (Córdoba) y Emerita Augusta (Mérida), así como los contactos con el Mediterráneo occidental. La exhibición, que se abre hoy en Tarragona y no viajará a ninguna otra ciudad, muestra piezas que no se han visto nunca hasta ahora, como una escultura completa de mármol del emperador Vespasiano procedente de Croacia.
Entre las piezas inéditas notables que muestra la exposición figuran también un clipeus -trozo de gran medallón arqutectónico- con parte del rostro de un Júpiter Amón, bustos de oro y plata, mosaicos de gran calidad y belleza, y la unión, por primera vez, de las partes de un sarcófago hallado en Tarragona, cuyo lateral se mantiene mientras que el frontal se expone en el Museo Arqueológico de Madrid.
La exposición, que ha sido organizada por la Fundación La Caixa y tiene como comisaria a la prestigiosa arqueóloga Isabel Rodà, pretende dar a conocer la importancia de Tarraco en la romanización del resto de la Península: 'Fue una puerta del Mediterráneo a la Península, un punto de entrada, pero también de salida', explicó ayer Rodà, que ha estructurado la exhibición en cuatro ámbitos.
El primero de ellos expone la situación anterior a la conquista romana, datada en el 218 antes de Cristo. En la zona habitaban los cesetanios, que se suman a la romanización, aunque también se resisten. Así, se muestran objetos procedentes del yacimiento ibérico de Castellet de Banyoles, como vasijas o elementos ornamentales. Destacan asimismo una inscripción, la primera, dedicada a Pompeyo y el fragmento de una placa dedicada al que fue el brazo derecho de Julio César, Domicio Calvio.
Del barro al mármol
La transformación 'de una Roma de barro a una Roma de mármol' recorre los periodos que van de la muerte de César a finales del siglo I, en el que Tarraco se convierte en la capital de la colonia y adquiere grandes dimensiones. Se inicia la reforma urbanística de la ciudad, al gusto de Augusto, que reproducirá el foro romano en la parte alta de la metrópoli hispana. El emperador visitó la ciudad en dos ocasiones y desde ella gobernó el Imperio y llegó a recibir delegaciones procedentes de países tan lejanos como India, según explicó ayer Rodà. En este ámbito se exponen los retratos de Livia y del emperador Augusto (procedente del Museo Arqueológico de Sevilla), vasos ricamente elaborados y aras de mármol de Carrara. El gusto por el refinamiento y el lujo se ejemplifica, entre otras piezas, con dos camafeos con sendos retratos de Tiberio y de Galba (procedentes del Cabinet des Medailles).
Destaca entre todo lo exhibido una escultura de mármol del emperador Vespasiano procedente del Museo Arqueológico de Split (Croacia). Esta pieza nunca se había visto en su totalidad (la cabeza fue hallada en los años sesenta y el resto del cuerpo en los noventa, y no se ha expuesto ni en la propia Croacia). Dos bustos de oro y plata se exponen por primera vez juntos, y se reproduce asimismo cómo debía de ser la ambientación del domus (casa) del emperador Adriano, que tenía objetos de los lugares del Imperio que más le habían impactado. Así, se exponen vasijas de Itálica (Sevilla) y de Egipto (Museo Capitolino de Roma), y diferentes bustos, tanto del propio Adriano como de Sabina (procedentes de Sevilla y Roma).
La sociedad, con una metrópoli como Tarragona, ya de gran magnitud, continúa su transformación. Las ánforas simbolizan el gran poder económico de la ciudad portuaria, así como la profusión de objetos de bronce, pinturas murales y mosaicos que se recogen en la exposición.
Finalmente, la debacle del Imperio supone la consolidación del cristianismo, pero los antiguos ritos continúan. El pueblo siente pasión por el circo, reflejado en mosaicos y en objetos como un precioso pasarriendas de carro. Dos cubiertas de sepulturas procedentes de Roma y de Túnez, de rasgos muy similares -una muestra de la potencia cultural del norte de África en aquella época-, y las inscripciones en honor de los emperadores León y Antemio (datadas en Tarragona tan sólo seis años antes de la caída del Imperio) culminan una exposición cuyos promotores no dudaron ayer en asegurar que 'tardará años en volver a verse', según apuntó el presidente de la Fundación La Caixa, Lluís Monreal.
La exposición, que ocupa 1.500 metros cuadrados se muestra (hasta el 6 de enero) en el nuevo Centro Social y Cultural de La Caixa en Tarragona, que abre sus puertas precisamente con la exhibición.
Tarraco, puerta de Roma coincide con el nombramiento, el pasado año, del conjunto monumental romano de la ciudad como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La exposición explica la verdadera fundación de una ciudad como tal, primero como campamento romano de invierno del ejército en su conflicto con los cartagineses. Posteriormente, este campamento se constituyó como base militar en la cima de la colina y fue expandiéndose, mediante terrazas, hasta el mar. Las murallas, de cuatro kilómetros, fue lo primero que se construyó (siglo II antes de Cristo).
Babelia
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