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Reportaje:

La costa de los tiburones

El segundo ataque mortal de los escualos a los bañistas dispara la alarma en Estados Unidos

Tiburón y su segunda parte, Tiburón. La venganza, eran emitidas en sucesión el lunes por la tarde en la pequeña pantalla a la misma hora que Sergei Zaloukaev, de 28 años, y su novia, Natalia Solobonskaia, de 23, apuraban el día festivo en una playa de la zona de Cabo Hatteras, en Carolina del Norte. El estremecimiento banal de las películas se convirtió en tragedia en la realidad cuando un tiburón atacó a la pareja, con tal virulencia que el hombre murió sobre la arena y la mujer sufrió heridas que la dejarán marcada de por vida. Fue el segundo ataque mortal en las costas atlánticas norteamericanas en 48 horas. El sábado, un niño de 10 años fue fatalmente mordido en la femoral.

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Un tiburón mata a un niño de 10 años en la costa de Estados Unidos

La proyección de las películas podría ser considerado un caso de mal gusto, pero era un reflejo de lo que en Estados Unidos la revista Time ha dado en llamar el 'verano del tiburón'.

La pareja rusa acudió a la playa con cierta prevención sobre los tiburones tras una temporada en la que los escualos han estado en constante candelero, pero confiando en la estadística. Dados los millones de personas que cada día se echan al agua, las probabilidades de ser atacado por un escualo son ínfimas, subrayan los expertos, menores aún que las de recibir un rayo en una tormenta.

Sergei y Natalia nadaban en una zona poco profunda a unos 10 metros de la playa cuando fueron atacados. El animal arremetió contra el hombre, al que arrancó de una dentellada la pierna por debajo de la rodilla y unos dedos de la mano, y se cebó en la mujer, a la que medio arrancó un pie y desgarró torso, muslo y glúteos. Ambos recibieron dentelladas en la zona de la ingle, según un testigo que les prestó los primeros auxilios. Sergei murió en la playa, que consiguió ganar a la desesperada. Natalia fue trasladada en helicóptero a un hospital, donde fue atendida de múltiples heridas graves. Le fue amputado el pie izquierdo. Los médicos creen que, salvo imprevisto, vivirá para recordar el horror toda su vida.

La playa, larguísima, estaba ayer abierta al público y desierta por ser día laborable, aunque había personal para disuadir a los posibles bañistas. Helicópteros de los servicios de guardacostas patrullaban en busca de escualos.

Unos 200 kilómetros al norte, en Virginia, David Peltier, de 10 años, fue mordido el sábado en la femoral y murió horas después debido a la hemorragia. Y en julio, en Florida, otro tiburón arrancó el brazo a un niño de ocho años. El padre se lanzó contra el animal, lo arrastró a la playa y le sacó el brazo de entre los dientes. Los médicos lograron reimplantárselo al crío.

Expertos en la conducta de los tiburones hacen notar que estos ataques no tienen nada de anormal, ni en cantidad ni en sus consecuencias. La cifras de agresiones están en el intervalo habitual, y las de víctimas mortales son hasta ahora tres en todo el mundo (dos en Estados Unidos y una en Brasil), frente a las diez habidas el año pasado. Los mismos biólogos recomiendan cautela a los bañistas, que deben evitar nadar entre barras arenosas, en las que pueden quedar atrapados tiburones al bajar la marea. Los escualos, dicen, atacan porque confunden a los bañistas con los animales de los que se alimentan normalmente, como focas o leones marinos, debido al chapoteo, que les dificulta la vista y les hace creer que se hallan ante un animal incapacitado. A ojos de los tiburones, los humanos tienen demasiados huesos y poca grasa para ser atractivos.

Un cartel advierte sobre la posible presencia de tiburones en una playa de Florida.
Un cartel advierte sobre la posible presencia de tiburones en una playa de Florida.AP

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