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LA EXTRAÑA PAREJA
Columna
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Visión de futuro

Juan José Millás

Aznar hizo lo que tenía que hacer cuando prohibió la existencia de la inmigración (a otros les da por prohibir la rotación de la Tierra: por probar, oye, que no quede). Si la inmigración se resiste, la culpa es de ella, no del Gobierno. De todos modos, los sin papeles deberían saber que el desconocimiento de las leyes no exime de su cumplimiento, y que lo lógico es que se volatilizaran.

-¿Pero usted por qué existe sin autorización?

-Porque no lo puedo evitar, es mi carácter.

Y como decimos una cosa decimos la otra, pues si bien es cierto que el Tercer Mundo debería quedarse en su sitio y no incordiar, no lo es menos que las autoridades deberían tener más reflejos. Pero es que hasta ahora Aznar decía: 'Hágase la luz', y la luz se hacía; 'desvíense los ríos', y los ríos se desviaban; 'privatícese el Estado y créese en el río revuelto consecuente un grupo mediático adicto a mi persona', y se privatizaba el Estado, etcétera; 'glorifíquese al funcionario público que prevarique a mi favor', y se glorificaba al funcionario público que prevaricaba a su favor... Aznar estaba muy mal acostumbrado, en fin, de modo que un día dijo: 'Cese con mi Ley de Extranjería el efecto llamada', y el efecto llamada arreció hasta tal punto que Fernández-Miranda hubo de suspender sus vacaciones para aclarar a la opinión pública que la culpa de todo, como es lógico, era de Felipe González. Comprendemos el desconcierto de Aznar; ahora bien, pasados los primeros instantes, y al ver que la Tierra continuaba rotando ajena a sus órdenes, debería haber hecho algo.

Sea usted más humilde, Aznar. Que Dios creara el mundo en siete días no quiere decir que usted, por muchos poderes que tenga, lo pueda deshacer en una semana. Con bastantes cosas ha acabado en legislatura y media
'La culpa de esta llegada masiva de inmigrantes es también de Felipe González'

Pues no, se ha plantado en esa posición infantil de a ver quién puede más, si las leyes inmutables del universo o yo, de manera que cuando la realidad empezó a salirse de madre, el Gobierno ni estaba ni se le esperaba. Menos mal que funcionan las organizaciones civiles y la iniciativa privada, porque el Ejecutivo ha sido víctima del estupor. Quizá esta inoperancia se deba al hecho de que aún no saben a qué ministerio corresponde actuar. Ni siquiera sabemos si se trata de un problema teológico (se ha desobedecido un mandato divino) o sociológico (la gente huye del hambre). Quizá tenga un componente de ambos.

Pero por eso mismo, porque se trata de un problema en parte social y en parte teológico, uno pensaba que Fernández Miranda (excelente cristiano y gran burócrata), sería capaz de solucionarlo a base de oraciones por un lado y de decisiones administrativas, por otro. Pues nada, no sólo no ha rezado las oraciones de su competencia, sino que ha mirado hacia otro sitio para no ver la que se le venía encima con la llegada de los vientos favorables al Estrecho. Nosotros haríamos algunas sugerencias, pero somos personas particulares y tenemos nuestras limitaciones. Fíjense que hasta Rato, que como buen liberal venía confiándolo todo a la iniciativa privada, ha empezado a considerar las bondades de la pública: acaba de asegurar que en el caso de Gescartera los controles públicos funcionaron de cine (menos mal), mientras que los privados no dieron pie con bola.

Aprovechemos, pues, esta fe en el Estado expresada por un servidor del mismo que no creía en él, y a ver si al Gobierno se le ocurre algo para resolver el problema de la inmigración, que no va a cesar, como no va a cesar la rotación de la Tierra. Ignoramos si tienen ya alguna idea, pero sugeriríamos a los consejeros de Aznar que le hagan desistir de ponerse de nuevo la túnica de Dios Padre y ordenar el cese de las pateras y de las tempestades. Por muchos poderes que tenga, ni las pateras ni las tempestades le van a hacer caso. Sea usted más humilde, presidente: que Dios creara el mundo en siete días no quiere decir que usted lo pueda deshacer en una semana. Con bastantes cosas ha acabado en legislatura y media. Siempre se podía haber hecho más, es cierto, pero dónde encontrar al por mayor colaboradores tan letales como los Fernández-Miranda o los Giménez-Reyna (dos apellidos compuestos, qué casualidad). Quizá en septiembre, sí, debería remodelar el Gabinete, de manera que cuando usted diga 'hágase el desastre', se haga de golpe y no con este goteo desesperante de catástrofes. Había un problema, en fin, y se ha resuelto. ¿No dijo usted esta frase? ¿Y no fue a propósito de la inmigración ilegal? Qué visión de futuro.

Enrique Fernández-Miranda.
Enrique Fernández-Miranda.EL PAÍS

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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