Un imperio cruel
A finales de los años veinte, la noción del expansionismo japonés en Asia, que desde 1910 ocupaba Corea y algunas islas del Pacífico, se fue haciendo más fuerte. Además del argumento demográfico (la población del país se había doblado en 20 años), los militares nacionalistas se iban haciendo con mayores esferas de poder, en un constante enfrentamiento con el Gobierno.
El llamado Incidente de Manchuria -un ataque contra un tren-, el 8 de septiembre de 1931, fue el pretexto que Japón utilizó para invadir la provincia china. En septiembre de 1937, Tokio, con el poder ya en manos de los militares ultranacionalistas, utilizó otro incidente menor para extender su dominio sobre gran parte de China. En 1940, cuando ya era un aliado de la Alemania nazi, pero todavía no había entrado en guerra, ocupó la Indochina francesa (Vietnam).
Tras su entrada en la II Guerra Mundial, con el ataque contra Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, Japón llegó a dominar gran parte del Pacífico y de Asia. Con un imperio que se extendía desde las selvas de Birmania, en la frontera con la India, hasta Indonesia, incluyendo Filipinas, la reconquista por parte de los Aliados desató batallas feroces y sangrientas.
Durante la ocupación japonesa, las violaciones contra los derechos humanos fueron salvajes, pero en los Procesos de Tokio de 1946 sólo fueron juzgados 25 altos oficiales japoneses por aquellos crímenes.
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