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Reportaje:Estampas y postales

Casas baratas

Miquel Alberola

Si la Finca Roja hubiese sido concebida por su arquitecto, Enrique Viedma Vidal, como un edificio para la burguesía del Ensanche, hoy sería el logotipo civil de Valencia. Y si lo hubiese construido en Nueva York, habría cola de japoneses con cámaras digitales para robar su imagen. Sin embargo, Viedma lo proyectó como una manzana de casas baratas para la clase media, y el edificio quedó, en cierto modo, esterilizado a esos efectos. A pesar de su magnificencia arquitectónica ha sido asépticamente la Finca Roja, acaso porque los acontecimientos de su interior eran demasiado comunes y olía a ajo sofrito en sus galerías. Pero negar su belleza y su capacidad emblemática sería tanto como tratar de tapar el sol con la mano. Éste es uno de los edificios con mayor substancia de la ciudad, y su fachada de Amsterdam desgastado sobresale en el skyline que muchos valencianos llevan tatuado en su fuero interno.

El edificio fue proyectado por Viedma en 1929 con el nombre de Casa Colmena de la barriada de Jesús, pero prosperó enseguida el nombre de Finca Roja entre la población por el impacto que causó el revestimiento de la fachada con ladrillo visto cobrizo. La obra fue promovida por la Caja de Previsión Social del Reino de Valencia para dotar de residencias confortables a la clase media. Desde finales del siglo XIX la vivienda obrera suponía una seria preocupación compartida entre los políticos, sanitarios y arquitectos. El crecimiento económico y demográfico de las ciudades, que tenían que absorber la fuerte corriente migratoria de las zonas rurales, puso en evidencia el drama para acceder a la vivienda de una amplia clase social con escasos recursos económicos. Hasta ese momento las familias obreras no tenían otra salida que adquirir una vivienda mínima, que, pese a tener la obligación estar al corriente en las normas de salubridad e higiene, no garantizaba las condiciones mínimas de habitabilidad.

Con el objeto de resolver este problema se promulgaron varias leyes, entre ellas la de Casas Baratas de 1911 y 1921, que fijaba el precio de la residencia en unas 30.000 pesetas. Pero la cambiante estructura social metropolitana obligó en 1925 a poner en marcha la Ley de Casas Económicas, orientada a la clase media, puesto que el precio por vivienda ascendía a 60.000. Éste fue el marco social y legislativo de la Finca Roja, cuya singularidad frente a otros proyectos arquitectónicos radicaba en su planteamiento como bloque de viviendas completamente integrado en la trama urbana.

El edificio fue levantado en apenas tres años sobre una estructura de hormigón armado, con 55 variaciones distributivas de viviendas de entre 90 y 100 metros cuadrados, con comedor con chimenea, cocina, tres dormitorios, baño con váter independiente, sala y vestíbulo.Viedma adoptó el modelo centroeuropeo de bloques de viviendas en torno a un holgado patio de luces para emplazarlo en una manzana trapezoidal del Ensanche, con una clara intención de unidad e influjo del expresionismo holandés, aunque según la interpretación de algunos especialistas, como Amadeo Serra Desfilis, su resultado compositivo apunta más hacia una suma de fincas que no a un solo edificio integrado en su espacioso patio interior.

De cualquier modo, la Finca Roja, con su gesto de fortaleza socialista vienesa, conforma un todo, una sola identidad afirmada sobre la manzana urbana como una apuesta de nueva ciudad sustentada sobre los principios de funcionalidad, higiene y confort.

JESÚS CÍSCAR

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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