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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Euroenfriamiento

Tardío reconocimiento el que hace el Banco Central Europeo (BCE) de la desaceleración económica en la zona euro y de las inciertas perspectivas que se abren para la segunda mitad del año. También inquietante, en la medida en que ese obvio diagnóstico refuerza las presunciones de quienes consideran que esa institución no es precisamente el mejor observatorio de lo que ocurre en las doce economías que comparten moneda, o las de aquellos otros que atribuyen a su consejo una manifiesta incapacidad para convenir en el diagnóstico y necesidades monetarias de la economía de la zona.

Se han tenido que suceder numerosos indicadores expresivos del debilitamiento de las economías más importantes del área para que el BCE llegue a conclusiones evidentes. El caso de Alemania es el más ilustrativo. La economía que representa casi la tercera parte del conjunto ha registrado siete elevaciones consecutivas en la tasa de paro hasta el pasado julio y, como acaba de reconocer el Gobierno, no es probable que crezca más del 1,5% en este año. En el resto, España incluida, también se ha revisado a la baja el crecimiento. Es casi seguro que no superará el 2%, lejos de las previsiones.

Que la desaceleración estadounidense era importante y que tendría un impacto significativo sobre las economías centrales de la UE era algo asumido desde hace varios meses. Lo mismo ocurría con la naturaleza de las tensiones inflacionistas, que mantienen alejado ese límite del 2% para el crecimiento de los precios al consumo en la región, fijado al final de 1998. El insistente mensaje de que los riesgos inflacionistas eran superiores a los de la desaceleración del crecimiento se ha revelado carente de fundamento, quizás con la excepción de economías como la española, con un aumento de los precios muy superior al promedio. La política de esperar y ver que se manifiesta en Francfort puede resultar más peligrosa que cauta.

Sobre estas bases, sería razonable que el BCE, en su reunión del 30 de agosto, se incorporara a aquellos otros bancos centrales que han tratado de neutralizar el impacto del frenazo económico mediante reducciones de los tipos de interés. Frente a las acciones preventivas de la Reserva Federal, a partir de enero, o del Banco de Inglaterra, entre otros, el BCE lo hizo únicamente el pasado mayo, en un cuarto de punto, hasta el 4,5%. Ahora, las evidencias que ha terminado por reconocer en su boletín de agosto sugieren la probabilidad de una próxima rebaja en el precio del dinero.

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