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El fiscal de París cree que Chirac puede ser acusado de fraude al fisco

El fiscal de París, Jean-Pierre Dintilhac, en respuesta a una carta abierta enviada por el abogado Jacques Vergès y el ex ministro Bernard Debré, admitió ayer que, de ser cierto que Jacques Chirac gastó, entre 1992 y 1995, el equivalente de 80 millones de pesetas abonados en efectivo para pagar billetes de avión y lujosas suites hoteleras en distintos países, eso 'no es materia de persecución, según el Código Penal', pero 'si se trata de cuestiones fiscales, entonces no podré dejar de responder respecto a la comisión de infracciones a las eventuales preguntas de los servicios que se ocupan, ya sea del impuesto sobre la renta, el de solidaridad o el correspondiente a las grandes fortunas'.

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Dintilhac, tras su alambicada prosa administrativa, admite, pues, que apoderarse del dinero de los fondos reservados, como el propio Chirac ha confesado haber hecho para justificar el estar en posesión de grandes sumas de dinero líquido, no es delito, pero que sí podría ser una infracción fiscal. Normalmente, en Francia, este tipo de infracciones prescribe a los tres años, pero no en este caso, pues fueron descubiertas gracias a una investigación judicial, hecho que lleva el límite de prescripción a 10 años.

Para el actual presidente de la República, la solución de los 'fondos secretos' o 'reservados' tenía la ventaja de cortar la curiosidad de los tres jueces instructores que se ocupan de otros tantos sumarios relacionados con su mandato (1977-1995) como alcalde de París. Su súbita riqueza en líquido, que se quería relacionar con comisiones ocultas cobradas ilegalmente a partir de porcentajes de los contratos municipales, encontraba, pues, en los 'fondos secretos' una explicación legal.

Fondos secretos Ahora, Vergès y Debré y otros aliados políticos de Chirac han puesto en marcha la vieja táctica del '¡y tú más!' al exigirle a Dintilhac que 'verifique si los actuales ministros han declarado al fisco sus fondos secretos', pues 'los franceses no comprenderían que unos ministros que han de dar ejemplo no respeten la ley'. Lo que Vergès y Debré olvidan es que ninguno de esos ministros a los que ponen bajo sospecha figura como implicado en sumario alguno y que, cuando ha sido el caso, se han apresurado a dimitir para renunciar a los privilegios de la inmunidad parlamentaria.

En cualquier caso, los problemas de Chirac no le afectan tan sólo a él, sino que tienden a manchar a todo el que se le ha acercado demasiado. Es el caso del actual senador gaullista Maurice Ulrich, antiguo director de Gabinete de la Alcaldía de París y consejero ahora del presidente, que se ve acosado por la justicia porque él también se benefició de la largueza chiraquiana en 1992 cuando viajó, con su familia, a la isla Mauricio para unas breves vacaciones que costaron nada menos que el equivalente de ocho millones y medio de pesetas, eso sí, pagadas en efectivo y en la misma agencia de viajes por la que tanta querencia parece sentir el presidente.

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