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Reportaje:

Atrapados por el 'éxtasis' en Nueva York

Desde mayo, 18 jóvenes españoles han sido detenidos en los aeropuertos neoyorquinos por pasar esta droga

Alejandro (nombre supuesto) pensó que no era mala idea. Podría pasarse una semana gratis en Nueva York y de paso ganar 400.000 pesetas. La cosa, le dijeron, era muy fácil. Sólo tendría que pasar cinco kilos de éxtasis. Le darían el billete de avión, le esperarían en el aeropuerto, le pagarían y a correr. Salió mal. Desde el pasado 30 de mayo vive con otros 120 presos en una cárcel de Brooklyn sin ver la luz del sol. Con la nueva legislación norteamericana, mucho más dura que la española con el tráfico de éxtasis, le pueden caer hasta 10 años.

En los últimos tres meses, 18 españoles han sido detenidos en circunstancias similares. 'Esto es una epidemia', asegura el cónsul general de España en Nueva York, Emilio Cassinello. Sólo en julio, siete correos fueron apresados en el aeropuerto Kennedy, más que en todo 2000. La mayoría son veinteañeros sin antecedents penales, sin contactos y sin dólares. 'Cuando llegan no saben a dónde van', explica el cónsul. Es un fenómeno nuevo. Los que hasta ahora eran apresados al llegar solían transportar heroína o cocaína desde Latinoamérica. El caso más sonado ocurrió en enero, cuando cuatro mujeres y dos hombres fueron detenidos en el aeropuerto de Newark con 10 kilos de heroína.

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La historia de Alejandro es muy parecida a la de los otros 12 españoles que esperan su juicio o cumplen sentencia en el Centro de Detención Metropolitano de Brooklyn, un edificio anónimo a orillas del río East River: siempre hay el amigo de un amigo, la promesa de dinero fácil y viaje de película, los nervios, la policía, el estupor y ahora la espera.

Alejandro no quiere que se conozca su nombre, ni el del compañero con quien le detuvieron. 'Yo pago mi deuda, pero la pago aquí. No quiero que se sepa. Parte de mi familia no lo sabe. Les dicen que estoy trabajando fuera'. Tiene 23 años y voz de niño arrepentido con un deje asturiano, lleva un mono caqui y la cara blanca de alguien que no ha visto el sol en mucho tiempo. Después de un mes de negociaciones, las autoridades carcelarias sólo han concedido una entrevista de 20 minutos en una salita de la oficina del alcaide.

Su vida cambió en dos días. En Oviedo trabajaba de soldador en una fundición hasta que le despidieron por un recorte de plantilla. No traficaba, sólo consumía un poco de coca los fines de semana. Llevaba dos semanas en paro cuando fue a despedirse de un amigo. 'Coincidimos con alguien que conocía. Me lo pintó muy bonito: me ofreció 2.000 dólares (400.000 pesetas) por cargar en Bruselas y volar hasta Nueva York. Era español, pero no sé si era de allí. Ese mismo día nos fuimos a Madrid. Nos mandó esperar en una cafetería, no me acuerdo del barrio. Nos quedamos durante hora y media tomando algo. Volvió con otro chico y fuimos a buscar el billete. Quedaba tiempo para el vuelo, así que estuvimos dando vueltas en un centro comercial. Luego fuimos a Barajas. Era la primera vez que volaba en avión'.

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Sigue contando. 'En Bruselas fue a buscarnos un chico. Nos reconoció porque tenía nuestra descripción. También nos dijo que todo iba a ser muy fácil. Fuimos a un hotel. Dormimos un poco y al día siguiente nos dio la mercancía. Estaba ya empaquetada en unas faltriqueras. Nos dijo que lleváramos ropa amplia. Yo me las puse en el estómago y en los tobillos. En total cinco kilos. Y cogimos el vuelo a Nueva York. Nueve horas. Al principio estaba un poco nervioso, pero luego me fui calmando. No teníamos ninguna dirección, pero nos dijeron que nos irían a buscar'.

En el aeropuerto Kennedy consiguieron pasar el control de pasaportes. Alejandro llegó incluso a franquear la aduana. Ya estaba fuera cuando se dio cuenta de que los agentes habían empezado a registrar a su compañero. Los habían visto juntos y fueron a detenerle. 'En ese momento estás en shock, estás fuera de vida'. Ha revivido muchas veces aquel momento. 'Estoy convencido de que fue una encerrona, habría más gente en ese vuelo que estaba pasando droga y nos usaron de cebo'. Es también la opinión del consulado español.

En la cárcel vive en una unidad con 120 presos, en una sala sin ventanas. 'No te da el aire. Nunca veo el sol, salvo cuando voy al tribunal. Es como si te sepultaran vivo. El primer mes lloraba todas las noches'. Le juzgarán dentro de tres meses. Cualquiera que sea su condena, espera poder acogerse al Convenio del Consejo de Europa, que le permitiría, después de pasar dos años en EE UU -uno de condena y otro a la espera de resolver los trámites-, cumplir el resto de la pena en España.

Ahora, con la distancia, no llega a explicarse cómo se metió en este lío. 'No tenía ningún problema grave, los de todo el mundo. Y con mi novia muy bien. Llevamos seis años juntos. Está en la universidad y me escribe todos los días, menos mal. Los amigos también me apoyan, me dicen que no me meta en la cabeza que soy un delincuente. Yo no me considero un delincuente. Me utilizaron. No tengo antecedentes. No soy un enemigo público. Puedo tener una segunda oportunidad'.

En el centro coincidió con Marino, un jóven de 19 años de padre dominicano y madre española, que llevaba encerrado desde noviembre. El pasado 19 de julio fue condenado a 18 meses de cárcel. Con lo que ya ha cumplido, debería salir en marzo de 2001. Ha tenido suerte. Las nuevas leyes norteamericanas, aprobadas en primavera, son mucho más duras. Su periplo es muy similar al de Alejandro, salvo que ya traficaba un poco antes para pagarse las discotecas. Le pillaron en el aeropuerto con 10.000 pastillas (unos 40 millones de pesetas en el mercado) escondidas en el doble fondo de su maleta.

Los días se le hacen eternos. 'Nos dan el desayuno a las 6.00 pero los que sirven se quedan con la mitad. Hoy sólo me ha tocado leche y un plátano. Luego a las 11.00 almorzamos, cenamos a las 18.00 y a las 23.00 dormimos. No hacemos nada en todo el día. No salimos. Leemos, jugamos a las cartas. Yo veo culebrones'.

El 80% de los 2.300 presos del centro son hispanos. Los españoles están en una unidad de delitos menores y ninguno, pese al hacinamiento, ha denunciado episodios de violencia, sólo mucho racismo. 'Mi familia lo está pasando muy mal. Mi padre no quiere verme. Mi madre vino aquí hace una semana y estaba hecha polvo. Yo he sufrido mucho aquí'. A Marino sólo se le rompe la voz monocorde cuando se imagina en Madrid. '¿Lo que más me gustaría ahora? Un bocata de jamón de pata negra'.

Algunas de las 23.000 pastillas de 'éxtasis' requisadas en el aeropuerto de Barajas durante el fin de semana.
Algunas de las 23.000 pastillas de 'éxtasis' requisadas en el aeropuerto de Barajas durante el fin de semana.EFE

EE UU, en plena fiebre de las 'pastillas'

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