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Columna
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Ibarretxe en la escalera

Excelso ejercicio de voluntarismo el del lehendakari, Juan José Ibarretxe, en la entrevista concedida a J. J. Corcuera para El Correo de Bilbao, publicada el domingo, víspera del encuentro en la Moncloa con Aznar. Una y otra vez vuelve Ibarretxe al estribillo de que la persistente violencia y la falta de libertades padecidas por un sector significativo de la sociedad vasca en absoluto deben obstaculizar el anunciado debate sobre el cumplimiento del Estatuto de Gernica y sobre el futuro del autogobierno. Semejante principio viene rubricado con la afirmación de que 'los vascos y las vascas vamos a ser lo que queramos ser; más allá de lo que en un momento dado digan las leyes'. Pero habría que llevar esa afirmación más lejos para decir también que los vascos y las vascas seremos lo que queramos ser más allá de lo que en un momento dijera ese profeta del racismo llamado Sabino Arana, aún pendiente de revisión.

A Ibarretxe le parece además curioso que sean Aznar y el Gobierno quienes hablen de referéndum, de autodeterminación y de independencia siendo así que el programa de investidura sólo contiene una referencia respetuosa al texto aprobado por el Parlamento vasco en 1990 sobre el derecho de autodeterminación. Por eso se pregunta si acaso ha dicho el lehendakari que vamos a hacer una consulta sobre la autodeterminación el año próximo. O sea, que es como si fuera preceptivo esperar a que lo dijera el lehendakari de modo que sólo entonces sería legítimo entrar al debate. Pero cuando el periodista recuerda que fue el presidente del Parlamento vasco, Juan María Atutxa, quien aseguró que los vascos iban a ser sometidos a una consulta, Ibarretxe interpreta lo dicho como 'que los vascos tendrán que ratificar los acuerdos que alcancen los partidos... como ocurrió en su día con el Estatuto'.

El periodista quiere saber 'cómo, cuándo y con qué objetivo piensa el lehendakari realizar esa consulta. Pero se queda sin saberlo porque la respuesta es que 'una cosa es reconocer que la sociedad vasca tiene derecho a ser consultada, y otra, adelantarse a los pasos que es preciso ir dando' porque 'lo importante hoy es que vayamos generando entornos de confianza y eso sólo se hace hablando'. Pareciera que aquí se tratara, por el momento, de quedarse con la llave de paso de modo que el lehendakari pudiera cuando todo estuviera macerado hacer la consulta, aunque en realidad se trataría más bien de una ratificación de los acuerdos precocinados por los partidos. Es decir, primero tendrían que avenirse los partidos, después los resultados de esa avenencia, ya veríamos cuáles y entre cuántos, se pasarían a referéndum con toda la maquinaria volcada en la reclamación del sí. Antes se habrían generado los entornos de confianza y los de desconfianza precisos para que los afectados por la sospecha de insuficiencia nacionalista o de dudoso Rh hubieran optado por la ética de la fuga poniéndose elegantemente a salvo en otro lugar.

Cuando el entrevistador le enfrenta a su grave afirmación de que 'el problema que tiene este país no es con ETA, sino con el PP y con Aznar' pide Ibarretxe que no se le malinterprete y se aplica a diferenciar que mientras con ETA tenemos un problema ético y moral a combatir juntos, a partir de ahí, el problema político lo tenemos entre el presidente y el lehendakari y entre todos los partidos entre sí. En la siguiente respuesta se niega a que las ideas y propuestas del PNV deban sufrir cualquier aplazamiento o modulación, ningún aparcamiento como consecuencia de que ETA esté matando. Cierto que ETA tiene predilección por matar a los demás, pero en esas predilecciones no iba a entrar el lehendakari.

Tampoco le merecen comentario alguno a Ibarretxe las dificultades que el periodista evoca para que el PP y el PSE, sus partidos rivales, puedan confeccionar sus listas municipales mermadas por los disparos etarras. El lehendakari dice que prefiere negar 'a los que matan la capacidad de que yo pueda desarrollar mis ideas, sean estas cuales sean'. Vale. Viva la independencia de criterio pero, para ser presidente de todos los vascos, debe subordinarse todo a que el desarrollo de las ideas, incluidas las ajenas, deje de tener consecuencias letales. Porque ahora, según cuáles sean éstas acarrean ventajas y consideraciones sociales para unos, mientras que a otros les ponen en peligro de muerte. Y la pregunta sobre qué es lo que quiere el lehendakari que sean en el futuro los vascos y las vascas queda sin respuesta. Escalón por escalón.

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