Las curativas aguas de Cestona
La sociedad que regenta el balneario guipuzcoano cumple su primer centenario al frente de las instalaciones
El Balneario de Cestona está estos días de fiesta. El martes 31 de julio celebra el primer centenario de la fundación de la sociedad bajo la que el complejo termal y hotelero guipuzcoano vivió su mayor época de esplendor, allá por los años veinte y treinta, y bajo la que ha llegado hasta nuestros días convertido en el único balneario de toda la Comunidad autónoma vasca que ha logrado permanecer abierto.
Pero el origen del Balneario de Cestona se remonta a 1760, año en el que, según cuenta la leyenda local, unos perros del marqués de San Millán sanaron de la sarna que padecían tras bañarse en unas pozas de aguas calientes que provenían de los manantiales del monte Aiakelu. Catorce años después, una analítica confirmó las propiedades mineromedicinales de estas aguas, que fueron declaradas de utilidad pública en 1792, tal y como explica la actual directora del balneario, Anne Oliván.
Es el único centro con aguas mineromedicinales que permanece abierto en el País Vasco
El manantial más importante es el de San Ignacio, conocido también como el del hígado, cuyas aguas tienen positivos efectos digestivos, hepático-biliares, laxantes y diuréticos. El líquido del segundo manantial, el del riñón, es también diurético y laxante, por lo que no escapa a los 'chistes' relacionados con el cuarto de baño, bromea la responsable del complejo. Hasta la mitad del siglo pasado las aguas mineromedicinales de Cestona se embotellaban y comercializaban, pero en la actualidad sólo es posible beberlas en el mismo balneario y bajo estricto control médico.
Pero antes de llegar al presente, Oliván recuerda que el marqués de San Millán compró los terrenos sobre los que descansan las curativas aguas y, en 1804, abrió una casa de baños, cuyo edificio, renovado y actualizado, aún alberga las hidroterapias. Años después, en 1845, se construyó un hotel, hoy ya inexistente. El que sí continúa siendo el inmueble insignia del Balneario de Cestona es el Gran Hotel, que abrió sus puertas en 1893. El caso es que, durante estos años, se dio un desarrollo muy importante del complejo termal, que derivó en la implantación de 'la tradición turística en el País Vasco', subraya Oliván.
La propiedad se trasladó en junio de 1901 a Aguas y Balneario de Cestona, la sociedad que regenta en la actualidad el negocio y que fue testigo de los años de gloria del centro, cuando la llegada y estancia de caras conocidas en las instalaciones termales durante el verano era todo un acontecimiento social. Por allí pasaron artistas populares del momento como Pastora Imperio, que lo mismo se codeaban en el recinto con autoridades eclesiásticas que con nobles, banqueros y escritores de relumbrón de la época, según enumera la directora del balneario. 'Los escritores portugueses fueron muy buenos clientes. Tanto escribieron sobre el balneario que todavía hoy viene gente de Portugal a beber las aguas del centro', relata.
Cada verano, durante los años de esplendor del balneario, acudían al complejo 'grandes brigadas de trabajadores procedentes de los caseríos de alrededor; era gente en su mayoría muy joven, que no había salido del cascarón', indica Oliván, quien resalta que la gente del pueblo 'se autoexcluía' del disfrute de las instalaciones termales. 'Lo veían como algo para la gente de fuera', comenta.
Pero el devenir de Cestona nunca ha permanecido ajeno a los acontecimientos sociales y políticos de cada momento, así que la Sociedad Aguas y Balneario de Cestona también fue testigo de cómo los conflictos internacionales y la Guerra Civil española afectaron negativamente al centro. 'En un momento dado de la guerra se tuvo que interrumpir el desarrollo del negocio y habilitarlo como hospital militar. Incluso, llegó a cerrarse un tiempo por falta de víveres', rememora Oliván.
Tras la guerra cambiaron mucho las circunstancias sociales y económicas del país y los balnearios -en Guipúzcoa llegó a haber 11- entraron en una etapa de declive que derivó en 'una decadencia total' en los años sesenta, reconoce la directora de Cestona. Para entonces, la ciudadanía contaba con soluciones farmacológicas modernas. Y, además, empezó a dominar otro tipo de turismo.
Aún así, el Balneario de Cestona 'se mantuvo a flote'. Llegó de esta forma el año 1983 y con él unas inundaciones que provocaron grandes daños en el complejo termal. Fue una fecha clave. O cerraba o seguía adelante. Y la sociedad, con la ayuda de nuevos capitales, decidió seguir adelante, empezando una nueva andadura en su larga vida. Una nueva época que se ha visto favorecida por los programas para la tercera edad promovidos por la Administración y por el regreso del gusto por la medicina natural. Cestona recibe ahora la visita de una clientela 'plural' movida por unas 'atractivas instalaciones', que han servido de retiro en diversas ocasiones a los jugadores de fútbol de la Real Sociedad o donde se concentran cada año los integrantes de la Joven Orquesta de Euskadi, concluye la directora.
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