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Investigación y centros de excelencia

A pesar de que la contribución de los científicos españoles en el contexto mundial ha mejorado de forma importante, existe recientemente una impresión generalizada de que subsisten problemas muy significativos para el desarrollo científico y su aplicación en España. Los obstáculos más importantes son que los centros de investigación carecen de un presupuesto suficiente y estable y que no existe un marco institucional adecuado y flexible para responder a los retos de la sociedad del conocimiento. En efecto, falta continuidad en el apoyo a la investigación, y falta un sistema que asocie, de manera clara, la financiación de la investigación y la productividad científica de grupos y centros. Ha fallado muchas veces el control de calidad de acuerdo con los estándares de la comunidad científica internacional, tanto en oposiciones como en la asignación de recursos. Al mismo tiempo, los instrumentos de gestión del sistema científico y tecnológico se han quedado obsoletos, están burocratizados y no son suficientemente ágiles. Este hecho se manifiesta particularmente en la contratación del personal investigador. A todos estos obstáculos se ha añadido en Cataluña la falta de entendimiento entre el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Generalitat que no ha permitido explotar el potencial del sistema científico-técnico.

La falta de una apuesta decidida y ambiciosa nos puede jugar la mala pasada de perder la posibilidad de que Cataluña disponga de un centro líder en economía en Europa

El Instituto de Análisis Económico (IAE), del CSIC, que he dirigido durante casi 10 años, no ha sido una excepción en este contexto, tal como se puso de manifiesto en la memoria de su 15º aniversario presentada el pasado mes de diciembre. Al mismo tiempo que la productividad científica del IAE se consolidaba como puntera en Europa, y de rebote lograba atraer un grado elevado de financiación competitiva de la Unión Europea, la financiación pública española descendía de manera significativa.

La Unión Europea parece decidida a apostar por los centros de excelencia que impulsen la investigación en Europa. Para ello se dará apoyo a centros ya consolidados que puedan competir internacionalmente. Esta estrategia está justificada, pero puede dejar en mala posición a países como España en donde centros y proyectos son pequeños y con presupuesto misérrimo. Habría que superar visiones estrechas y avanzar en la consolidación de centros con la suficiente masa crítica para ser relevantes en el mapa mundial de la investigación.

La situación de la investigación en economía en Cataluña nos proporciona una ilustración de los problemas planteados. Por una parte, disponemos de un capital humano apreciable en el contexto europeo. Por ejemplo, el IAE, junto con los grupos de la Universidad Autónoma de Barcelona, queda en posición destacada en las clasificaciones de investigación en Europa. La Universidad Pompeu Fabra no queda muy lejos. Por otra parte, el nivel de recursos dedicados a la investigación en economía en Cataluña es muy bajo. Ello es debido no sólo a unos presupuestos pequeños en los centros públicos, sino también a que todo el tejido de fundaciones y servicios de estudios presente en Madrid es inexistente (o ha desaparecido) en Barcelona. Las fundaciones, dotadas de un capital cuyo rendimiento forma parte del presupuesto corriente, constituyen un instrumento muy eficaz para financiar la investigación de manera continuada sin estar al albur de los presupuestos públicos. La falta de este tejido de apoyo a la investigación es grave puesto que la influencia en la formación de opinión económica en España y en Europa está directamente relacionada con la capacidad, solvencia e independencia de las instituciones investigadoras. La consecuencia, en términos gráficos, es que el peso de Cataluña en la formación de opinión económica en España no se corresponde ni con su peso económico ni con la capacidad de su capital humano. Otras autonomías españolas -la Comunidad Valenciana sin ir más lejos- parecen haber entendido mejor el reto.

En el campo de la economía, la falta de una apuesta decidida y ambiciosa nos puede jugar la mala pasada de perder la posibilidad, yo creo que alcanzable, de que Cataluña disponga de un centro líder en economía en Europa. Para ello es necesario un esfuerzo conjunto del Gobierno central y del autónomo así como un planteamiento que dé garantías a medio y largo plazo de continuidad en la financiación. La constitución de una fundación con capital suficiente que permita esta necesaria continuidad podría ser un instrumento catalizador adecuado para apuntar alto y poder aprovechar al máximo el capital humano existente. Obviamente, el concurso del sector privado es imprescindible para esta tarea.

Xavier Vives ha sido director del Instituto de Análisis Económico, del CSIC, durante la década de 1990 y se incorporará a INSEAD (París) como profesor de Economía y Finanzas, el próximo mes de septiembre.

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