El Museo de Altamira presenta el arte del paleolítico como una experiencia virtual
Los Reyes inauguran hoy el complejo de Santillana del Mar, con la copia de la sala de pinturas
Abedules y avellanos se acaban de plantar a la entrada del Museo de Altamira, en una recuperación artística y medioambiental de la cueva que antes se consideró como la capilla sixtina del paleolítico y que desde 1985 es patrimonio de la humanidad por decisión de la Unesco. El autor del proyecto, el arquitecto Juan Navarro Baldeweg, que ayer no fue invitado a la presentación a los medios informativos, explicará hoy a los Reyes su concepción del museo, la réplica de la cueva y el centro de investigación, como una 'tectónica narrativa'.
Para realizar este proyecto de investigación, conservación y difusión de la cueva de Altamira ha estado trabajando durante los últimos 10 años un consorcio formado por el Ministerio de Educación y Cultura, el Gobierno de Cantabria, el Ayuntamiento de Santillana del Mar y la Fundación Marcelino Botín.
Este 'punto de referencia internacional', según afirmó ayer el secretario de Estado de Cultura, Luis Alberto de Cuenca, ha costado 4.203 millones de pesetas (1.476, el edificio; 543, la neocueva), con aportaciones de las administraciones y fondos de la Unión Europea. Es un proyecto realizado en menos de cuatro años, con patrocinios de la Fundación Endesa (40 millones para iluminación) y el Banco Santander Central Hispano, con un convenio sobre el sistema de gestión de reserva y venta de entradas. La Fundación Marcelino Botín aporta 600 millones y colabora 'con entusiasmo', según Julio Novo, que destacó la vinculación familiar entre el descubridor de la cueva y la familia Botín.
El complejo de Altamira es la primera gran infraestructura museística de Cantabria, según el consejero de Cultura del Gobierno cántabro, José Antonio Cagigas, y, en su opinión, permitirá rebajar la presión sobre la cueva original, con objeto de mantener su conservación, y ofrecer a turistas y visitantes 'un foco de atracción mundial de primer orden'. Añadió que Altamira es la joya de la corona en una comunidad con gran riqueza arqueológica en yacimientos y cuevas, y al mismo tiempo se convierte en 'un referente mundial de turismo cultural'.
El director del museo, José Antonio Lasheras, prefiere destacar el proyecto científico (el personal del museo ha pasado de 13 a 53 personas) y la continuación de las tareas de laboratorio antes de fijarse unas cifras de visitantes.
La cueva original seguirá manteniendo, como lo hace desde 1982, un cupo de 8.500 visitantes al año, previa petición y espera de tres años, mientras que la copia de la cueva podrá recibir 180.000 personas. Un estudio encargado por el consorcio subía la cifra a 550.000 visitantes, lo que el director considera peligroso. 'Nuestro objetivo es dar satisfacción en el conocimiento de la prehistoria', afirma.
El trabajo de calcar las salas de las pinturas, realizado por los artistas Pedro Saura y Matilde Múrquiz, ha proporcionado nuevos descubrimientos de figuras y trazos. Pedro Saura está convencido de que las pinturas, con ocres, carbón y agua, fueron realizadas por hombres, y cada figura o grupos, por un solo autor. En la ejecución de la réplica se ha empleado tecnología láser digital, con una precisión de hasta 40.000 puntos de medición por metro cuadrado en el techo de polícromos.
'Máscaras'
'El santuario más hermoso de todo el arte español', según Rafael Alberti, como recoge en el vestíbulo el texto de La arboleda perdida, se explica en las salas de exposiciones con un recorrido de piezas originales (de la misma cueva, de otras de Cantabria y de nueve museos), salpicadas de audiovisuales, dibujos y animaciones. Incluso se reproducen máscaras de zonas que no se pueden ver en la cueva original, como el final de la Cola de Caballo. El visitante puede conocer desde el 'mira, papá, bueyes', que anunció la hija del descubridor, hasta los tiempos de Altamira, la evolución humana, la fabricación de utensilios, los enterramientos, el arte en paredes y elementos naturales decorados. Después llegó el final del periodo glacial y la prehistoria siguió en Los Picapiedra.
Babelia
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