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Columna
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Pasión por mostrar

Anoten los amantes del arte el nacimiento de una nueva galería de arte contemporáneo, de nombre Epelde & Mardaras. Está situada en Alameda Mazarredo 65 bis; a cinco metros del paso de peatones que da entrada y salida al Museo Guggenheim bilbaíno. El nombre de la galería corresponde a los apellidos de quienes fueron los dueños de la galería La Brocha, Emilia Epelde y Mikel Mardaras. Durante los ocho años que permaneció abierta La Brocha (Conde Mirasol, 1), su actividad estuvo regida por el dinamismo. Allí expusieron jóvenes promesas como Jorge Rubio, Fermín Moreno, Joseba Eskubi, Erramun Landa, Xabier Urberuaga, Judas Arrieta, Veba Linaza -por citar algunos-, quienes se entreveraban con artistas ya más consagrados o que aspiraban a serlo, tales como José Luis Zumeta, Fernando y Vicente Roscubas, Santos Iñurrieta, María Laüman, Janos Veto, Toño Montiel, Peter Lind, Gonzalo Jáuregui, Jean Fetz, Carmelo Camacho, Pedro Goiriena, Gustavo Adolfo Almarcha y un largo etcétera.

Al modo de despedida de lo que fue La Brocha, el matrimonio Epelde-Mardaras organizó en dos edificios en ruinas de Uribitarte tres magnas exposiciones, de gran formato, que tuvieron una enorme resonancia en el mundillo del arte. Primero gestaron una muestra antológica de Zumeta, luego otra, asimismo antológica, de Balerdi, para rematar el ciclo con otra de varios artistas, entre los que figuraban Daniel Tamayo, Alfonso Gortázar, Alberto Rementería, Fito Ramírez Escudero, Gonzalo Jáuregui, Carmelo Ortiz de Elgea, Juan Mieg, Bonifacio, Juan Luis Goenaga, Ramón Zuriarraian, Javier Morrás, además de los citados Zumeta y Balerdi. Estas muestras discurrían en el intervalo que va de junio de 2000 a junio de 2001.

Después de estos tres anchos gritos exitosos, tal vez estaba en la mano del destino la proyección de una nueva galería de arte contemporáneo. Llámenlo destino o ganas de superarse a sí mismos por parte de la pareja galerística, lo cierto es que se ha hecho una realidad. Abrieron al público la nueva la galería el pasado 6 de julio, con obras sobre papel de tres artistas: José Luis Zumeta, Juan Luis Goenaga y Fito Ramírez Escudero.

Destaca por encima del resto lo aportado por Zumeta. Vuelve el artista de Usurbil a poner de relieve su pasión por la pintura. El color va dibujando gozosamente las obras. Cuando utiliza la línea lo hace para equilibrar, redibujando, ciertos momentos de duda que les entraron a los colores mientras se gestaban los cuadros. Los resultados son sencillamente espléndidos y gratos. Son obras cuyo placer deviene en viento dibujado o momentos balsámicos para los ojos.

Lo presentado por Goenaga obedece a su paso por Uribitarte. Entusiasmado por las huellas matéricas del suelo, imprimía color a papeles para después pasarles por encima una pequeña apisonadora. Del apretado contacto surgen azarosas formas sorprendentes. Algunas de ellas reciben un toque a posteriori. Resultan más convincentes cuando esos toques son imperceptibles que si son demasiado evidentes. En cuanto a Ramírez Escudero se hace visible la figura como tema de partida. Sobre trazos espasmódicos, un tanto voraginados, según su norma, las obras alcanzan una suerte de tono caricatural. Se sirve del color como reclamo y llamada de atención.

Los nuevos galeristas tienen ante sí una tarea apasionante. Abrirán la temporada próxima, que se inicia en septiembre, con Juan Mieg. Le seguirá una exposición de Goenaga, con tema erótico, y luego otra de Juan Carlos Eguillor. Entre sus aspiraciones mayores entran muchos artistas, desde Bonifacio hasta Tàpies, pasando por Luis Gordillo, Eduardo Arroyo, Miquel Barceló y otros. Mientras sueñan con poder contactar con ellos, tienen concertada una exposición de José Luis Zumeta en la galería Dominique Haim, de Nueva York, para la primavera del año que viene. Eso es lo que se dice entrar con lucentísimo pie.

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