La inercia del horror
No es extraño que haya quienes recurran a John Keane -a su reflexión sobre lo que ha denominado la sociedad incivil y a su caracterización del nacionalismo como una expresión de la tendencia a la autoinmolación siempre presente en las sociedades- con la intención de explicar lo que desde hace ya cuatro décadas está ocurriendo en Euskadi. Eso, en el mejor de los casos; en el peor, el recurso más socorrido es la referencia a la Alemania nazi. De ahí a conectar, sin mediación alguna, el fenómeno de la violencia con un nacionalismo vasco conceptualizado de etnicista (cuyos fines políticos explican y exigen el recurso a la violencia, según la imagen de 'el árbol y las nueces') hay sólo un paso. Una sociedad indiscutiblemente moderna que, sin embargo, contiene en su seno una ideología y una práctica políticas decididamente bárbaras: hombres (sobre todo) y mujeres dispuestos a matar (sobre todo) y a morir, oficiantes de una ceremonia trágica que encuentra en el Guggenheim Bilbao Museoa su más acertada metáfora, una metáfora que nos sume en la más angustiada perplejidad: en vísperas de su inauguración, a las mismas puertas del museo, el ertzaina José María Agirre perdía la vida al impedir que un comando de ETA cometiera un atentado contra las autoridades que iban a presidir el acto. Y así la catedral de la modernidad es, también, pirámide de sacrificio. Digo, pues, que no es extraño el recurso a caracterizaciones como la de sociedad incivil para explicar o, acaso, para expresar la profunda ininteligibilidad de la sociedad vasca. Pero tales caracterizaciones, en exceso simplistas, apenas si rozan la epidermis de un fenómeno bastante más complejo e inquietante.
El recurso a la violencia como instrumento de lucha política tiene más que ver con la percepción subjetiva de la realidad que con la realidad misma. La violencia denomi-nada política no es nunca la consecuencia de un problema o un conjunto de problemas políticos, como se sostiene desde un enfoque determinista , sino que siempre esa violencia ejecutada con intencionalidad política encuentra su sentido en una determinada visión o aprehensión subjetiva de la realidad, visión que construye el problema y en el marco de la cual la respuesta violencia aparece como la única posible. La violencia de ETA no se relaciona necesariamente con ningún problema político, ni siquiera con el problema político derivado de la siempre abierta cuestión de las relaciones: a) entre los habitantes de estos territorios, plurales como pocos, que son los Países Vasco-Navarros o Euskal Herria; y b) entre estos, sea cual sea el sistema de relación que vayan construyendo, y los Estados español y francés. La violencia no apareció como consecuencia lógica de un estado de cosas, sino como fruto de la decisión de unas pocas personas. Sí, pero... ¿acaso no eran estas personas nacionalistas? Pues según quien cuente hoy la historia. En el reciente libro de Juan Aranzadi, El escudo de Arquíloco, podemos leer: 'La ETA que yo conocí (las ETAs que yo conocí) entre 1968 y 1972 despedía un inequívoco tufo cristiano-milenarista y estaba bastante más obsesionada por los revolucionarios cantos de sirena de Fanon, Guevara, Mao, Lenin y Trotski que por las patrióticas voces ancestrales de Chao y Sabino Arana, e incluso de Krutwig o Txillardegui'.
En cualquier caso, ¿ETA ha asesinado en Leitza a José Javier Múgica y en Leaburu a Mikel Uribe porque PNV y EA han incorporado al programa del nuevo Gobierno vasco una referencia explícita a la autodeterminación? Me parece tan absurdo sostener esto como lo contrario: que ETA ha asesinado porque desde el Gobierno español y los partidos del pacto antiterrorista se ha activado la alarma ante esta referencia. Escribió Joseba Sarrionandia: 'Primero ha tenido lugar un pequeño error. Nadie sabe qué pasará después, dónde se acabará la vía, en qué momento se romperá el hilo de los acontecimientos'. Un día se tomó la decisión de utilizar la violencia y al hacerlo se atravesó la crucial frontera de la muerte. Y los verdugos siguen acumulando, tras aquel primer error, error tras error, horror tras horror.
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