Chirac se proclama intocable ante la ley
El presidente francés se defiende con un ataque al primer ministro Jospin sobre los fondos reservados
El presidente francés, Jacques Chirac, lanzó ayer la sospecha pública de que las investigaciones abiertas contra él han sido atizadas 'por los que quieren destruir el Estado' y 'dificultar la acción exterior de Francia' con 'rumores, insinuaciones, calumnias'. Esto lo hizo en el contexto de un ataque al Gobierno de izquierda por 'permitir que crezca la inseguridad' y otro más directo al primer ministro, Lionel Jospin (su principal contrincante político) a quien atribuyó el manejo del 95% de los fondos reservados. Y planteó una serie de exigencias que lo convertirían, de hecho, en intocable hasta la próxima elección.
Chirac recibió a tres periodistas, uno de cada una de las principales televisiones, a los que contestó en directo durante una hora y 20 minutos. A nueve meses de las elecciones presidenciales, se dirigió a la Francia profunda para hacer responsable a la izquierda de una inseguridad 'incompatible con los derechos humanos', y respaldó el toque de queda impuesto a menores de 13 años en algunas ciudades, que desea se extienda a París.
El presidente reconoció que en su tiempo de primer ministro (1986-1988) percibió del Estado 'indemnizaciones personales' o 'complementos de remuneración' (un eufemismo de lo que hoy se llaman fondos reservados), que achacó a 'la tradición'; y dejó flotar la idea de que de ahí procede el dinero con el que se pagaron los viajes por los que se ha abierto una investigación judicial, no sin rechazar la cifra de 2,4 millones de francos (60 millones de pesetas) como monto total, porque se han mezclado 'viajes profesionales, viajes privados, pero también viajes regalados a colaboradores para agradecerles el trabajo desarrollado'.
La tesis de que el dinero de tales viajes procedía de fondos reservados, pero no ilegales, es mucho menos peligrosa para Chirac que las hipótesis de los tres jueces que investigan un supuesto caso de corrupción, a cuenta de viajes pagados entre 1992 y 1995, cuando era alcalde de París. El presidente acentuó la legalidad de tales viajes, enfatizando que había facturas -'por ahí lo han sabido'-; y reveló de paso que Air France pone billetes gratuitos a disposición de todos los antiguos primeros ministros y ex ministros de Transportes, para informar de que él no ha recurrido a ellos.
¿Por qué cobró esas indemnizaciones? 'Era la tradición', contestó. ¿Por qué pagó los viajes en efectivo? 'Por motivos de seguridad', respondió Chirac, que ahora considera muy urgente congelar 'la masa enorme de fondos' estatales que maneja el primer ministro y obligar a que se gasten sólo en cheques. Todo un modo de reclamar igualdad de armas financieras para las próximas elecciones.
La convocatoria de su hija Claude a declarar ante los jueces le ha dejado 'profundamente herido', lo mismo que se sentirá si llaman a su esposa, Bernadette. Jacques Chirac anticipó que la primera dama de Francia acudirá al juzgado si se le convoca; él, no. 'Porque el presidente no es un ciudadano como los demás, en este país y en otros'. 'Un presidente no puede permanecer a merced de cualquier denuncia; si se aceptara este principio, vería trabada su capacidad de acción'. Con el agravante de que no tiene 'vicepresidente, ni sustituto'. Presidente sólo hay uno; está elegido por el pueblo; y sólo responde 'ante los franceses', es el discurso de Chirac. 'Los jueces hacen su trabajo, pero no son autoridades elegidas', remachó.
Hay una reforma legal en marcha para que el presidente pueda responder, llegado el caso, ante la justicia ordinaria, pero Chirac se opone a ello. El actual estatuto penal del jefe del Estado implica que sólo pueda ser juzgado por el Alto Tribunal que, pese a su nombre, es un órgano político. Está integrado por 12 diputados y 12 senadores, y para que intervenga tienen que ponerse de acuerdo antes la mayoría de la Asamblea Nacional y del Senado. No hay posibilidad de exigir la responsabilidad del presidente en esa instancia, entre otras razones porque el Senado, de mayoría conservadora, no lo permitiría.
Ante esta situación, varios grupos de izquierda intentan convertir al presidente en un ciudadano como los demás, promoviendo un debate que Chirac calificó ayer de 'miserable'. Una afirmación en teoría chocante en la patria que hace de la 'igualdad' una divisa, pero que muestra la confianza de Chirac en aguantar lo suficiente con este enroque como para mantenerse hasta las elecciones del 2002. Las que, eventualmente, le permitirían ganar la partida.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.