ETA asesina a un concejal y a un mando de la Ertaintza el día de la jura de Ibarretxe
La banda mató al edil de Leitza José Javier Múgica con una bomba lapa en los bajos de su furgoneta de trabajo
Concejal, fotógrafo y chófer de profesión, Jose Javier Múgica había controlado siempre el miedo. 'Cada vez que me hacen algo de esto, me crezco', dijo hace casi un año, cuando los violentos dieron un paso más en las amenazas y quemaron su furgoneta delante de su tienda de fotografía. 'El miedo en nuestra casa ha desaparecido. Nos han vacunado totalmente', aseguró. También aguantaba a diario los insultos de los escolares a los que transportaba en el microbús de una compañía de transporte local. Dicen los que le conocen que se sentía dolido cuando lo llamaban 'antivasco', y orgulloso cuando lo tildaban de español. Múgica, euskaldun -era vascoparlante- no tenía escolta pero contaba con medidas de 'contravigilancia bastante importantes' desde el verano pasado. Él mismo era consciente del peligro y tomaba sus precauciones. 'Esta semana pasada decidió salir de aquí, quitarse de en medio, y se fue a pasar tres días a Fitero', relató ayer uno de sus vecinos.
Tuvo que regresar el viernes por la tarde, porque ayer debía realizar un reportaje fotográfico para una pareja de novios. Dejó el vehículo junto al portal de su domicilio, en el número 30 de la calle de Amazabal, y subió a su casa, situada en el cuarto y último piso del inmueble. Su regreso no pasó inadvertido. Los cómplices de los asesinos dieron el aviso -como hicieron en julio del año pasado con el ex gobernador civil de Guipúzcoa Juan María Jáuregui- a los pistoleros, previsiblemente del comando Donosti, que aprovecharon la oscuridad de la noche para colocar la bomba lapa en los bajos de la furgoneta de Múgica.
El concejal se levantó por la mañana, desayunó, se despidió de su esposa, Reyes Zubeldia, y de sus tres hijos -Enrique, de 25 años; Daniel, de 27, y Raquel, de 21- y salió de casa para hacer el reportaje de una pareja de novios el día de su boda. Nadie sabe si miró o no en los bajos del vehículo. 'Solía hacerlo', apuntó un ex concejal independiente del Ayuntamiento. Lo hiciera o no, no vio la bomba -cargada con tres kilos de dinamita Titadyne robada por ETA en Grenoble-. No era fácil que la descubriera, según fuentes de la investigación, porque la organización terrorista se encargó de ocultar muy bien el artefacto, del mismo tipo que el que utilizó el pasado 24 de enero cuando trató de asesinar, sin éxito, en la localidad navarra de Cizur Mayor, al subteniente del Ejército José Díaz Pareja. En ambos casos colocó artefactos 'muy planos' en los bajos del vehículo, entre la caja de cambios y el bastidor.
Poco antes de las diez de la mañana, apenas dos horas antes de que Juan José Ibarretxe jurara su cargo como lehendakari en Gernika, Múgica arrancó el vehículo. La bomba estalló y acabó en el acto con su vida. Su cuerpo quedó envuelto en llamas en el interior de la furgoneta. Nadie, ni los primeros vecinos que acudieron en su auxilio ni los efectivos de la Cruz Roja, que tiene su sede a unos 50 metros del lugar del atentado, hubiese podido socorrerle. 'El vehículo estaba en llamas, era imposible acercarse', señaló una de las voluntarias de la ambulancia. Esas imágenes quedaron grabadas en la retina de la esposa y los dos hijos del fallecido, que salieron de casa nada más oír el estruendo.
La explosión provocó importantes daños materiales en varios vehículos estacionados en la zona e importantes destrozos en la fachada y las ventanas del inmueble. Y causó gran conmoción entre los vecinos de esta localidad, de 3.100 habitantes. Quienes se agolparon en torno al cordón de la Guardia Civil especifican que 'sólo entre algunos', porque, dicen, 'en Leitza se vive un ambiente irrespirable. Aquí hay mucha gente que apoya a los que matan'. La localidad, situada a 40 kilómetros de Pamplona -en la linde con Guipúzcoa-, está gobernada por el alcalde de EH Tomás Azpiroz. La formación abertzale sacó seis escaños en las pasadas elecciones; EA, tres, y UPN, dos. 'Hasta ahora hemos callado por miedo, porque ellos son más', señaló una amiga del fallecido, 'pero ahora saldremos a la calle, aunque seamos cinco'. Y ayer mismo lo praticaron e increparon al alcalde de la localidad cuando acudió al lugar del atentado.
También la familia de José Javier Múgica, que estuvo arropada en los primeros momentos del atentado por el presidente navarro, Miguel Sanz (UPN), quisó marcar sus distancias con Batasuna y se negó a instalar la capilla ardiente en el Ayuntamiento de Leitza. Su cadáver, que será incinerado hoy, fue trasladado ayer por la mañana a Pamplona.
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