China lanza una gran ofensiva en Moscú para tener los Juegos de 2008
La delegación de Pekín, formada por 200 personas, intenta mejorar la imagen del país ante la elección olímpica
Una derrota arrojaría una sombra de frustración sobre la visita a Rusia que, dos días después de la votación del COI, iniciará el presidente chino, Jiang Zemin. Éste ha convertido en cuestión de Estado la candidatura pequinesa, y pretende que los juegos de 2008 sean un escaparate de la nueva China, abierta al progreso y a la modernidad. El diario francés Le Monde aseguraba ayer que la 'campaña electoral' incluye indirectamente la promesa de ayudas económicas y de transferencias tecnológicas a los países en vías de desarrollo, que pueden tener la llave de la elección de la sede. China ha contratado a un ex directivo del comité organizador de Sydney, Sandy Hollway, y dos gabinetes de imagen anglosajones que les han aconsejado poca agresividad, mucha información y, a poder ser, que sus jóvenes deportistas se expresen en varias lenguas.
Los contactos informales con los miembros del COI (los 118 hombres y mujeres que votarán en secreto) están prohibidos, pero la presión china está llegando sobre ellos con fuerza, aparentemente con más intensidad que la de las otras ciudades candidatas, sólo dos de las cuales, París y Toronto, tienen posibilidades reales de disputar la victoria a Pekín.
Si hubiera que calificar las tres opciones en liza (Osaka y Estambul están prácticamente descartadas), cabría decir, con obligada simplificación, que la de la capital china es política, la de la francesa, cultural, y la de la ciudad canadiense, deportiva. Arrimando el ascua a su sardina, John Bitove, cabeza de la candidatura de Toronto, dijo ayer algo que debería ser obvio, pero que no lo es: que los Juegos Olímpicos son deporte y que lo que tiene que decidir el COI es qué país está en condiciones de organizar los mejores juegos.
París y Toronto son opciones sin riesgo, con la mayoría de las instalaciones deportivas ya construidas, pero eso no las convierte en favoritas, sobre todo teniendo en cuenta que otra ciudad europea (Atenas) organiza los juegos del 2004 y que el alcalde de Toronto metió la pata a fondo cuando habló de los africanos como de salvajes capaces de cocer en una cazuela a los hombres blancos.
China es la gran favorita, y su gran baza es que, por razones en buena parte extradeportivas, es difícil decirle que no, pese a las denuncias de violaciones de los derechos humanos que se están produciendo en las últimas semanas, llegadas de organizaciones e instituciones como el Parlamento Europeo, Amnistía Internacional, Human Rights Watch y Reporteros Sin Fronteras.
Ayer mismo, activistas tibetanos (que denuncian la ocupación china de su tierra y la persecución a los disidentes) negaron que su líder espiritual, el Dalai Lama, apoye la candidatura de Pekín y aseguraron que el triunfo de esta opción sería un 'mensaje equivocado' a cuantos quieren acabar con los abusos en China. Los miembros del COI están recibiendo a diario centenares de mensajes electrónicos en el mismo sentido.
Los miembros de la delegación china -que encabeza el alcalde de Pekín, Liu Qi, y en la que hay varios ministros y viceministros- venden estos días en Moscú la idea de que su victoria contribuiría a la mejora de los derechos humanos e incluso a la transición hacia la democracia. Además, prometen una transformación histórica de la ciudad, multiplicando los kilómetros de autopistas y las líneas de metro, construyendo una villa olímpica modelo, utilizando masivamente fuentes de energía limpias y cerrando centenares de fábricas contaminantes del centro.
Las bazas de Pekín son el dinamismo económico de China (con un crecimiento espectacular y sostenido), su potencia deportiva (tercer país del medallero olímpico), la estabilidad de su régimen (que excluye huelgas y garantiza el cumplimiento de las promesas al COI), el hecho de tener la quinta parte de la población mundial, que hay grandes multinacionales patrocinadoras que apuestan por su enorme mercado potencial, y que le toca organizar ya unos juegos, tras un escandaloso desequilibrio histórico a favor de los países desarrollados.
Además, Pekín parece contar con el apoyo del presidente saliente del COI, el español Juan Antonio Samaranch, cuya etapa de 21 años (la que más radicalmente ha transformado el movimiento olímpico) se cerrará con la elección el lunes de un sucesor entre cinco candidatos.
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