El 'efecto Elián' sigue vivo
Un año después del regreso del niño balsero, Castro mantiene la movilización popular
Hace justo un año regresó a Cuba el niño balsero Elián González, pero la gigantesca campaña nacionalista que desató el Gobierno de La Habana a raíz de su caso sigue vivita y coleando. La vuelta de Elián a la isla tras siete meses de odisea en Estados Unidos no supuso el fin de las movilizaciones masivas y de la propaganda para denunciar la maldad del imperialismo. Por el contrario, un año después, la ofensiva político-ideológica ha ido a más en Cuba y se ha convertido en política de Estado: es la llamada 'batalla de ideas' y hoy está en su apogeo.
Si uno es periodista y se acerca estos días al pueblo de Cárdenas con el propósito de ver a Elián o a su familia, lo lleva crudo. El crío, que tiene ahora siete años, es protegido de la mirada de los fisgones en la escuela y en su casa por varios agentes de civil y de uniforme. Según los partes oficiales, el niño está bien. Prácticamente se ha recuperado del trauma que sufrió al ver cómo se ahogaba su madre en el estrecho de la Florida y de los meses que pasó en Estados Unidos retenido contra la voluntad de Juan Miguel González, su padre, un joven militante del Partido Comunista Cubano, hasta que agentes federales irrumpieron en casa de su tío en Miami para devolver al niño a Cuba.
Jóvenes movilizados
La batalla nacional que encabezó Fidel Castro por el regreso del pequeño balsero terminó el 28 de junio del año pasado. Pero el efecto Elián no acabó ahí. Las autoridades percibieron que las protestas multitudinarias y los programas de propaganda política en televisión -que empezaron para defender la causa del niño- podían marcar un nuevo estilo de trabajo partidista para reactivar el espíritu patriótico y movilizar a los más jóvenes en torno a la causa revolucionaria.
Desde hace un año, cada sábado se celebra una gran manifestación al aire libre en un municipio del país. En estas llamadas 'tribunas abiertas', los jóvenes son los protagonistas y combinan actividades culturales con discursos patrióticos y antiimperialistas. Los líderes históricos asisten, pero como espectadores, e intervienen sólo cuando un acontecimiento político importante lo amerita.
A las tribunas abiertas hay que añadir las 'mesas redondas' en televisión (las hay de tres tipos: instructivas, informativas y educativas); una diaria de lunes a viernes de seis a ocho de la tarde. Y eso sin contar las marchas del pueblo combatiente que se convocan circunstancialmente o en fechas señaladas, o las protestas frente al edificio de la Sección de Intereses de EE UU, en pleno Malecón de La Habana, donde se ha construido hasta una plaza bautizada como Tribuna Antiimperialista José Martí.
Sobre este chasis patriótico descansa, básicamente, la denominada batalla de ideas. Hay que añadir, además, los cientos de miles de banderas cubanas y camisetas con consignas revolucionarias repartidas gratuitamente entre las masas.
Pero llenar de contenido tal estructura ya es otra historia. Concebida como una especie de Sierra Maestra ideológica, para las autoridades la batalla de ideas es a la vez una forja revolucionaria donde hasta los más jóvenes pueden sentirse protagonistas y héroes de la causa de Cuba. En más de una ocasión, Fidel Castro ha exaltado las virtudes de este movimiento como escuela para formar a las nuevas generaciones y espacio donde los jóvenes dirigentes han de foguearse en la perenne lucha de la isla contra los abusos de su enemigo del Norte.
Fue justo al pronunciar un discurso en una de estas tribunas abiertas, que han de servir de fragua al relevo de la revolución -o al menos eso es lo que se pretende- cuando a Castro le dio un desmayo, el sábado pasado, por primera vez en 42 años de ejercicio del poder. Aunque breve, el desvanecimiento del líder máximo supuso un susto nacional en medio de la batalla de ideas que se libra en Cuba desde que regresó Elián.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.