La guerra del caviar
La pesca furtiva amenaza en la cuenca del Caspio la supervivencia del esturión. Las 'granjas' se esfuerzan ahora por crear técnicas que permitan recuperar la especie
'La única forma de salvar el esturión sería implantar, y aplicar rigurosamente, una moratoria total sobre la pesca en la cuenca del Caspio', asegura Aleksandr Kitánov, jefe de producción de Bios mientras sostiene entre sus brazos un ejemplar de unos ocho kilos de peso y 70 centímetros de longitud.
Esta planta biológica estatal rusa, situada en pleno delta del Volga, el río más largo de Europa, busca soluciones científicas a una crisis que, por culpa sobre todo de la pesca furtiva, amenaza la supervivencia de este pez-fósil, reliquia de la época de los dinosaurios. Sus hembras llevan en el vientre unas huevas, el caviar, que en las tiendas de lujo de Occidente se venden a más de 700.000 pesetas el kilo. Un manjar reservado a los paladares más exquisitos y los bolsillos más repletos.
En ausencia de una larga moratoria sobre la pesca del esturión, Kitánov, como muchos otros expertos, ve con escepticismo cualquier otra medida que pueda tomar CITES, el organismo ligado a la ONU que regula el comercio internacional de especies protegidas y que, por ejemplo, prohibió en su día la exportación de marfil.
En la reunión mantenida en París esta semana, CITES no cumplió sus amenazas de aplicar al caviar la misma drástica medicina que a los colmillos de elefante o de reducir en un 80% las cuotas de exportación de los cuatro países ex soviéticos ribereños del mar Caspio que están en el origen del problema: Rusia, Kazajstán, Turkmenistán y Azerbaiyán. Sólo el quinto, Irán, donde existe un monopolio estatal que se aplica con mano de hierro, respeta su cuota e impide la pesca furtiva, que en los otros países multiplica por 10 la legal y esquilma la población de esturiones.
De la pesca legal debe salir la cuota de exportación de caviar que establece CITES: 58 toneladas para Rusia este año. En el museo del Instituto de Investigación Pesquera del Caspio, se exhibe un cuadro con la evolución de las capturas de esturión en el siglo XX: 29.000 toneladas en 1900, 25.100 en 1980 (en ambos casos bajo monopolio estatal), y tan sólo 1.800 en 1997, con la Unión Soviética ya hecha pedazos. Aunque no figura en la lista del museo, la cifra para 2001 es de unas 500 toneladas, más lo que pescan los furtivos, que puede suponer otras 5.000.
CITES dio el jueves a los cuatro países infractores una última oportunidad, con visos de ultimátum, para que articulen una política conjunta que -luchando a muerte contra la pesca furtiva, criando decenas de millones de alevines e investigando nuevas técnicas de reproducción- permita repoblar de esturiones unas aguas de las que sale más del 90% del caviar que se consume en el mundo.
Estos peces viven en el Caspio y desovan en los dos grandes ríos que vierten sus aguas a este mar cerrado de agua salada: el Ural (Kazajstán) y la madre Volga (Rusia). Sus hábitos de reproducción resultaron ya muy condicionados en época soviética por la construcción de grandes presas convertidas en barreras naturales contra las remontadas río arriba de los esturiones. Todavía hoy, los esturiones deben terminar viaje en la presa de Volgogrado (la antigua Stalingrada), aunque la pesca legal e ilegal frena mucho antes a la mayoría.
La primera prueba de buena voluntad de Rusia, Kazajstán y Azerbaiyán (Turkmenistán se sumará muy probablemente al acuerdo) fue una moratoria inmediata y voluntaria sobre la pesca del esturión, con vigencia hasta finales de año. La pregunta clave es: ¿Se combatirá ahora eficazmente la pesca furtiva? No hay razón para el optimismo. Las mismas fuerzas de seguridad que deben combatir a las mafias del caviar (poderosas y crueles) son con frecuencia cómplices de éstas y objeto de sus sobornos. Aparte de lo que se exporta legal e ilegalmente, hay en Rusia un activo comercio interno.
En Ástrajan, el caviar no está a la vista pero se puede comprar bajo cuerda por 10.000 pesetas el kilo, la cuarta parte que en Moscú, donde los mercados lo exhiben abiertamente, bajo diversos formatos, sin molestarse en ocultarlo, y sin que la policía mueva un dedo para confiscarlo o impedir su venta.
Serguéi Monájov, jefe del Departamento de Problemas del Caspio de la Administración de la región de Ástrajan, es también partidario de prohibir por completo, y durante tiempo indefinido, la pesca en la cuenca del Caspio (ya lo está en el mar, pero no en los ríos), así como de restablecer el monopolio estatal sobre el caviar de los tiempos soviéticos, una idea que va cuajando poco a poco en Moscú.
Monájov recuerda que la pesca furtiva tiene fuertes raíces sociales y supone la única fuente de ingresos de buena parte de la población del delta del Volga, una extensión pantanosa surcada por más de 1.000 ramales del río y casi imposible de controlar.
Una esperanza de nuevos empleos y de aumentar el nivel de vida de la población de la zona se centra en la explotación de los recursos petrolíferos del Caspio que, paradójicamente, supondrá un riesgo añadido para la supervivencia del esturión.
Marina Mijailova, jefa del laboratorio de biotecnología industrial del Instituto de Investigaciones Pesqueras asegura que, hoy por hoy, no se puede comparar el volumen del daño causado al esturión por el petróleo y la pesca furtiva. Es muy superior el que provoca esta última, pero una catástrofe petrolera podría tener consecuencias irreparables, al ser el Caspio un ecosistema cerrado y con limitada capacidad de regeneración.
Este mar atesora reservas fabulosas de gas y petróleo (comparables según algunos cálculos a las del golfo Pérsico) que le convierten en el centro de un 'gran juego' que implica a las grandes compañías internacionales, tiene implicaciones estratégicas y de alta política y prevé una amplia red de oleoductos y gasoductos. Alguno de ellos podría atravesar el Caspio. Las consecuencias de un terremoto serían en ese caso trágicas, en especial para el esturión y otras especies amenazadas, como la foca.
La moratoria de seis meses sobre la pesca dedidida por rusos, kazajos y azerbaiyanos es una medida insuficiente, según el biólogo Kitánov y otros científicos, que piden que se extienda hasta 15 o 20 años, un plazo que permitiría que los huevos fecundados (los 'granitos' de caviar) se convirtiesen en ejemplares sexualmente adultos.
Sólo así se podría salvar, por ejemplo, la especie más amenazada, el zar beluga, el más 'aristocrático' de los esturiones, el de caviar más preciado, que sólo se reproduce ya en cautividad y cuyas capturas han disminuido en más de un 90% desde 1990.
Además, los ejemplares son cada vez más pequeños. Sólo tres de más de 500 kilos en lo que va de año. Nada que ver con el monstruo 996 kilos y 4,20 metros de largo, de enormes bigotes, que se exhibe en el Museo de Historia Natural de Ástrajan, y del que se extrajeron 120 kilos de caviar tras su captura en 1989.
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