'Proponemos un Ejército más reducido donde prime la calidad'
Jordi Marsal, de 50 años, diputado por Barcelona y portavoz socialista en la Comisión de Defensa del Congreso, asegura que mantendrá el tono dialogante y alejado de cualquier estridencia que caracteriza su labor de oposición al ministro Federico Trillo-Figueroa. En el futuro, sin embargo, lo hará desde la defensa del modelo de Fuerzas Armadas que ultima el PSOE: un Ejército más reducido, de unos 120.000 efectivos en total -unos 30.000 menos de los previstos hasta ahora- en el que la calidad prime sobre la cantidad.
'Estamos pagando', sostiene Marsal, 'las consecuencias de la improvisación. No se tuvo en cuenta, aunque era fácil de prever, que tendríamos dificultades por la falta de recursos y la caída de la natalidad. El debate parlamentario de 1998 se limitó a la supresión de la mili y obvió qué tipo de Ejército necesitamos. El Ministerio de Defensa tiene una absurda obsesión por reclutar soldados a toda costa. Para nosotros, lo importante no es la cantidad, sino la calidad'.
'Los militares han dado suficientes pruebas de responsabilidad como para que la sociedad les reconozca el ejercicio del derecho de asociación'
Pregunta. Pero el PSOE apoyó la profesionalización e incluso propuso acelerarla, lo que hubiera añadido dificultades.
Respuesta. Apoyamos un Ejército profesional, pero más reducido, lo que permitía acortar la transición. También dijimos que el fin de la mili no tenía por qué coincidir con la profesionalización total. El Gobierno lo rechazó, pero lo ha terminado haciendo.
P. ¿Defienden todavía que haya 140.000 militares?
R. Hemos seguido trabajando y estamos ultimando un modelo de Ejército adaptado a las nuevas tecnologías y mejor preparado. Creemos que son suficientes unos 120.000 efectivos, repartidos al 50% entre soldados y marineros y oficiales y suboficiales, que no serían tanto mandos como técnicos y especialistas. Debe aumentar la proporción de suboficiales, lo que mejoraría las expectativas de carrera de la tropa, y de oficiales de complemento, que aportan su formación civil.
P. Un Ejército de ese tamaño, ¿podría cumplir los compromisos internacionales de España?
R. Sí, si los militares se dedican a sus tareas específicas y dejan las demás en manos del personal civil, cuyo número debe aumentar. O se hace una externalización racional de servicios. La reducción se compensaría con una reserva movilizable, de 30.000 a 40.000 soldados, que exista realmente y no sólo sobre el papel.
P. Menor número no supone necesariamente mayor calidad.
R. Significa gastar de otra forma, aumentar sustancialmente la retribución de la tropa, lo que la haría más atractiva, crear una estructura profesionalizada de reclutamiento, que permitiría mayor control de calidad, y un sistema de reincorporación a la vida civil con garantías de empleo. Todo ello acompañado de una profunda reforma de la enseñanza militar.
P. ¿Están de acuerdo en reclutar a emigrantes y extranjeros?
R. La obsesión por la cantidad ha provocado un falso debate. No hay inconveniente en que los hijos de emigrantes, que son españoles, se incorporen al Ejército. Pero el reclutamiento de extranjeros requiere un estudio a fondo de todas sus implicaciones.
P. ¿Se está cambiando mano de obra gratuita por remunerada?
R. Hay que prestigiar la profesión militar y modificar a fondo la gestión del personal. El Gobierno no ha hecho casi nada en dos años. No ha desarrollado los elementos que permitirían a los militares, con las limitaciones lógicas, ejercer sus derechos ciudadanos. La ley de 1999 preveía crear unos consejos asesores democráticos y regular el derecho de queja, para que cualquier militar pudiera recurrir hasta el subsecretario. Advertimos hace meses de que, si no se desarrollaban estos mecanismos, nos replantearíamos nuestra posición sobre el asociacionismo. Estamos preparando una proposición de ley de derechos del militar que incluye fórmulas para el ejercicio del derecho de asociación. Creemos que los militares han dado suficientes pruebas de responsabilidad como para que la sociedad les reconozca ese derecho.
P. Además de soldados, falta dinero.
R. Lo que sobra es improvisación. En la anterior legislatura se recurrió a los créditos de industria para salir del paso y aplazar el problema. El modelo que proponemos puede suponer un ahorro y también se debe gestionar mejor, por ejemplo, coordinando adquisiciones a nivel europeo. El Gobierno, que se lanzó a este proceso sin plantearse su coste, está obligado a poner sobre la mesa una propuesta de financiación a medio y largo plazo. A partir de esa propuesta estamos dispuestos a participar en un debate social y político sobre los gastos militares.
P. ¿Se ha quebrado el consenso sobre la política de Defensa?
R. No por nuestra parte. Aznar está intentando aparecer como el representante de [George] Bush en Europa, lo que está colocando a España en un peligroso aislamiento del consenso europeo en materia de seguridad. Los cabezazos de Piqué ante Bush son algo más que un gesto. Pero ni siquiera los americanos quieren siervos, sino aliados responsables.
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