'Los italianos están esperando un nuevo Mussolini'
'Tengo 58 años y no me hago ilusiones. Soy pesimista, todo se ha perdido. Sólo creo en la ecología'
Donna Leon es mucho más dura que su comisario Brunetti. A la escritora norteamericana le sale la rabia por todos los poros cuando muestra a la periodista una tienda cercana a su casa, en Venecia, que exhibe en uno de sus escaparates botellas etiquetadas con la efigie de casi todos los dictadores que en el mundo han sido. Mussolini ocupa un lugar de honor. Donna Leon (Nueva Jersey, Estados Unidos, 1942), nieta de un español que emigró a Argentina y luego a Norteamérica -donde perdió el acento de su apellido-, compraba el queso y la leche en esa tienda. 'No he vuelto a poner los pies', afirma, hace un contundente corte de mangas y dice 'ciao, ciao'.
En España acaba de aparecer la quinta novela de su serie sobre el comisario Guido Brunetti, Acqua alta (Seix Barral y Edicions 62), en la que aborda el robo y la falsificación de obras de arte. Una arqueóloga norteamericana, Brett Lynch, es brutalmente agredida por dos matones. Su amante, la soprano Flavia Petrelli, los pone en fuga cuchillo en mano. Así empieza esta historia de muerte y violencia, de imposible justicia.
Pregunta. En Acqua alta, como en todas sus novelas, las mujeres son mejores que los hombres, empezando por Paola, la mujer de Brunetti.
Respuesta. Es que las mujeres son mejores que los hombres. Brunetti y Paola forman una buena pareja; juntos tienen una única personalidad esquizofrénica. Ella es más intelectual que él, y él, más pasional. El cliché habitual es al revés: el hombre suele ser más racional. y la mujer, más apasionada. He invertido los papeles.
P. Brunetti es demasiado bueno, ¿no le parece?
R. Todo el mundo lo dice, pero mi respuesta es ¿y qué? ¿Qué quiere que haga para que no sea tan bueno?
P. No sé... En Acqua alta parece que está a punto de tener un idilio con Flavia, pero no.
R. Sienten una mutua atracción. En el futuro, quizá haga pasar juntos una noche a Brunetti y Flavia. Lo he pensado, sería así: después de esa noche, él, completamente concienciado porque es un tipo honesto, se preguntará qué debe hacer: ¿se debe divorciar de Paola, separarse? Y Flavia, mientras se peina, dirá: 'Pero Brunetti, ¿de qué estás hablando? Esto ha sido una noche más, sólo una noche más'. Si alguien va a tener un affaire en esta serie será Paola.
P. Sus novelas son muy diferentes de las de sus colegas norteamericanas Sue Grafton y Patricia Cornwell.
R. Grafton es estúpida, pero Cornwell es patológica. Esta persona ha sido asesinada, por qué ha sido asesinada, investigarlo, descubrirlo, y fuera. Esto es lo que hacen. La mejor es Sara Paretsky, porque está interesada en la sociedad. Es una escritora política.
P. Usted cuestiona en sus libros el mal funcionamiento de la justicia en Italia.
R. La justicia no existe aquí. Hace cerca de 10 años, todos los italianos era optimistas. Los jueces manos limpias y todo eso, finalmente, nada de nada, cero. Por cierto, ¿cómo se llama el juez español que persiguió a Pinochet?
P. Baltasar Garzón.
R. Un santo. El próximo tiene que ser Kissinger, por lo que hizo en Vietnam, por lo que hizo en Chile. Es un monstruo, un criminal de guerra contra la humanidad.
P. Los personajes de Chandler o de Hammett eran más románticos que su Brunetti o que el policía Kurt Wallander, de Henning Mankell.
R. Ellos creían que el mundo podía ser mejor. Brunetti y Wallander son realistas. Yo también. Tengo 58 años y no me hago ilusiones. Soy pesimista, todo se ha perdido. Sólo creo en la ecología.
P. Pero sus novelas no son pesimistas.
R. Wallander es pesimista, Brunetti no es optimista. Espera porque tiene hijos y debe tener esperanza. Me ha impresionado la Suecia racista que describe Mankell.
P. ¿Y en Italia hay racismo?
R. Antes, no, quizá porque no había negros, no había albaneses, no había árabes, pero, desde que han llegado, las cosas han cambiado. Ahora noto algo que no puedo creer, lo que le contaba de las botellas. Los italianos están esperando otro Mussolini, alguien que diga a toda esta gente que se larguen. Quiero escribir un libro sobre el fascismo.
P. ¿También con Brunetti?
R. Sí, a partir del conde Farlier, el padre de Paola. Lo quiero escribir porque la historia de la II Guerra Mundial no ha sido enseñada en las escuelas italianas. Por eso hemos visto estas botellas, porque no tienen sentido de la historia. Increíble. Aquí no hay memoria.
P. ¿Por qué vino a Italia?
R. Primero, como turista. Después volví en el 81 porque tenía amigos italianos y no quería volver a Estados Unidos y escogí Venecia. No por la belleza de la ciudad, no por la historia, no por el arte, sino porque mis amigos estaban aquí.
P. ¿Por qué no quiere volver a Estados Unidos?
R. Porque ellos no me quieren a mí. Mis primeros cinco libros fueron publicados en Norteamérica, pero muy mal. Mi propio editor me decía que las portadas eran una mierda. Después de cinco libros, nos divorciamos y dije ciao, ciao.
P. ¿Por qué no publica sus libros en Italia?
R. Porque aquí soy anónima, nadie me conoce y vivo tranquila. En Alemania, en Austria, en Suiza, soy famosísima, todos me conocen, me saludan, me piden autógrafos, y esto no hace bien a una persona, porque cambia el trato de la gente.
P. ¿Sigue dando clases de literatura en la base norteamericana de Vincenza?
R. No, dimití. Me ocupaba demasiado tiempo y, además, no soporto a la juventud norteamericana ni sus ideas sociales y políticas. No quiero saber nada de ellos y ellos no quieren saber nada de mí. Dije ciao, ciao, nos vemos. Con la literatura se habla de todo: de la sociedad, de la política, de la moral, de la ética. No pude más.
P. Antes de instalarse en Venecia dio clases de inglés en China, Irán, Arabia Saudí... Cuentan que de este país tuvo que salir por piernas.
R. Sí. Lo odio. Me gustaría apretar un lanzabombas y borrarlo para siempre del mapa.
P. ¿A todo el mundo de Arabia Saudí?
R. A los hombres. No a los árabes, no a los musulmanes, sólo a los hombres de Arabia Saudí. Adoro a la gente de Irán. Pero, por mí, Arabia Saudí puede ser bombardeada, boom, boom, boom. Si a las mujeres se les ve la cara, inmediatamente les meten mano. Les ha pasado a mis colegas en la universidad. A mí trataron de agredirme, de atropellarme con sus motos..., de todo.
P. Se dice en el dossier de prensa que nos ha dado la editorial que usted sigue escribiendo novelas de Brunetti porque le dan mucho dinero.
R. Ya tengo bastante dinero. ¿Qué quiero? No lo sé. Siempre voy con tejanos y camisetas. El dinero no me interesa.
P. Se dice también en el dossier que lo que quiere es ser feliz.
R. Es cierto. Soy una persona feliz. Sólo me gusta ir a la ópera.
P. La ópera aparece en todos sus libros.
R. Claro, es mi pasión, sobre todo la ópera barroca. Händel es mi compositor favorito, no sé por qué. Bueno, sí lo sé. Me gusta porque siempre hizo música gozosa, jamás escribió un réquiem. Su música es feliz y me hace feliz.
El detective que surgió de la ópera
Donna Leon asistió, a principios de los noventa, a una representación de Macbeth en la Fenice de Venecia. Dirigía un amigo suyo, Gabriele Ferro. Acabada la ópera, Donna y Ferro charlaron sobre directores de orquesta y Ferro, refiriéndose a un conocido director alemán, dijo: 'Lo odio, lo mataría'. 'No lo hagas', le dijo Leon. 'Déjame que lo haga yo por ti. Pero lo haré en una novela'. Y éste es el tema de su primera historia del comisario veneciano Guido Brunetti, Muerte en la Fenice: un famosísimo director de orquesta aparece muerto en su camerino durante un entreacto de La traviata. Pero dejó la novela en un cajón, hasta que, tiempo después, un amigo le envió un recorte de The New York Times en el que se hablaba de la convocatoria de un premio de novela negra en Japón, el Suntory. La envió y ganó.
La novela fue publicada en Estados Unidos y en el Reino Unido, aunque su verdadero éxito se produjo cuando la editó la potente editorial suiza Diogenes. 'Pasó la palabra a los otros editores', cuenta Leon, 'y pasó a Holanda, Francia, Alemania...'. Es quizá en este país donde más popular es; cada uno de sus títulos supera los 200.000 ejemplares de tirada y dos de sus novelas han sido llevadas a la televisión.
En España se han publicado los cuatro primeros libros: Muerte en la Fenice, Muerte en un país extraño, Vestido para la muerte y Muerte y juicio, y ahora aparece el quinto, Acqua alta. Todos en Seix Barral, y en catalán, en Edicions 62.
Brunetti, colega de Montalbano (Andrea Camilleri), Rebus (Ian Rankin), Wallander (Henning Mankell), Carvalho (Vázquez Montalbán) o Jaritos (Petros Markaris), es mucho menos duro y bohemio que ellos. Tiene cuarenta y pico años, es un hombre culto (ha estudiado derecho y le gusta leer a Herodoto), amable y correcto, a veces hasta la exasperación; fiel a su esposa, Paola, y amante padre de sus dos hijos.
Es escéptico, llega a odiar a los criminales, pero al final siempre siente piedad por ellos; y es honesto e intenta que se cumpla la ley, aunque muchas veces tiene que transgredirla para que se haga justicia. Sabe que hay poderes intocables. Es veneciano hasta el tuétano y añora la ciudad de otros tiempos, ahora invadida por los turistas y degradada por la contaminación.
Babelia
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