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GIRA DE BUSH

La sociedad civil rusa mira a Occidente

Las ONG rusas reclaman al Gobierno de Bush que presione al Kremlin para impulsar la democracia

Pilar Bonet

Para miles de ONG rusas, que se benefician de ayuda económica occidental para impulsar proyectos de democratización y desarrollo de la sociedad civil, la cumbre entre el presidente norteamericano George W. Bush y su colega Vladímir Putin tiene un significado especial. Las organizaciones que potencian la capacidad del ciudadano para exigir cuentas al Estado están hoy inquietas por la línea política que el Kremlin apoya en nombre de la 'vertical de poder' y la 'mayoría proPutin'.

Saber que el presidente de Estados Unidos no es indiferente a la democracia en Rusia es importante para quienes denuncian los abusos de las autoridades locales contra los medios de comunicación y para quienes defienden los derechos de los soldados y revelan los abusos del Ejército en Chechenia.

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Hoy por hoy, las ONG que defienden la sociedad civil en Rusia difícilmente se podrían mantener sin becas occidentales. En la medida en que no dependen de la financiación rusa, pueden resultar incómodas para el proyecto de 'modernización' de Rusia, tal como éste es entendido por Putin y sus especialistas en tecnología política. En lugar de un diálogo abierto, el Kremlin parece más interesado en construir la oveja Dolly de la democracia rusa, y así parece indicarlo la reunión de Putin con representantes de las 'asociaciones no políticas' el 12 de junio en el Kremlin.

Con la idea de constituir una cámara de ONG de 5.000 personas (los asientos del Palacio de Congresos del Kremlin), la administración presidencial invitó a una treintena de representantes de organizaciones cuidadosamente seleccionadas. Los asistentes, parte del conjunto de 300.000 ONG existentes en el país, fueron seleccionados para reunirse con el presidente porque no eran críticos y, por tanto, resultaban 'cómodos'. Los incómodos, como la asociación Memorial, el Grupo Moscovita de Vigilancia de los acuerdos de Helsinki, e incluso la Confederación Internacional de Sociedades de Consumidores, por citar varios ejemplos, no fueron invitados. Para la Administración presidencial, la simplificación de la vida política y social está a la orden del día. A los jóvenes se les seduce con entradas de conciertos para que coreen eslóganes a favor de Putin en Idushche Vmeste (la organización que algunos llaman los Putinjugend) y a los medios se les ofrece información 'factual' y objetiva, digerida en páginas especiales de Internet. Está en marcha un proceso para marginalizar a las instituciones de vigilancia de la democracia que, en tiempos de Yeltsin, se veían como apoyos del presidente, a menudo críticos, pero unidos por un mismo fin.

Hoy, los tecnólogos del Kremlin presentan a los defensores de los derechos humanos en Rusia como anacrónicos restos de la 'generación del 68'. 'Hay que convencer a Occidente de que deje de darles dinero y que lo inviertan en nuestros proyectos', decía un sociólogo que trabajó en la campaña electoral de Putin. El 12 de junio Putin dijo a sus interlocutores que 'muchas' ONG en Rusia deben su existencia a las becas extranjeras. 'Es un hecho que nuestra sociedad civil debe desarrollarse por sí misma', agregó.

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El Kremlin emite señales irritantes para los occidentales preocupados por el futuro de Rusia. Sobre este telón de fondo, Bush tal vez recuerde a Putin que el mundo, incluida Rusia, es un entorno interdependiente y que el Estado ruso se ha beneficiado también de los programas de ayuda occidental. Otra cosa ha sido su cuantía y el uso que se ha hecho de ellos.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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