Bush
Que Bush empiece su viaje europeo por España puede ser un argumento más a favor de su muy rumoreada mentecatez, dado que nuestro país es uno de los más antiamericanos del planeta. Y no es que servidora comparta ese antiamericanismo ceporro y visceral que algunos españoles practican; hay cosas que me encantan de Estados Unidos, valores sociales que convendría imitar, como su sentido de la meritocracia. Pero también, claro está, hay cosas que detesto. Como a este presidente con aspecto de galán marchito de culebrón texano, este matarife de reclusos, el más espeluznante y despiadado serial killer de la historia carcelaria americana. Ahí donde le ven, Bush, con esa irremediable cara de tonto a medio cocer, es el responsable final de más de un centenar de ejecuciones. Me pregunto si pensará en sus muertos cuando se afeita la jeta por las mañanas.
En sus muertos y sobre todo en los inocentes que quizá ha liquidado. Es evidente que la pena capital es una aberración indigna de un país civilizado, incluso cuando se aplica en casos inequívocos de criminales confesos. Pero si a esta venganza repugnante se le añaden los errores y las desigualdades del proceso, el asunto resulta aterrador. Joaquín José se ha salvado del achicharramiento en la silla eléctrica tan sólo porque sus padres eran lo suficientemente cultos como para seguir batallando y porque consiguieron dinero. Y lo peor es que el caso de JJ ha creado una conmoción en España, pero en Estados Unidos apenas si ha salido en la prensa. Hay demasiadas historias parecidas y es una injusticia que forma parte de su sistema.
Los adultos sabemos que el mundo es inmoral y la vida inicua; pero, aún así, queremos creer que, en última instancia, hay un orden legal que sí funciona, una cierta equidad fundamental, una recompensa final a la virtud. La historia de JJ nos demuestra hasta qué punto tu vida depende del poder y el dinero. Lo mismo que la salud: hay que ser rico para aprovecharse de los avances científicos (cinco países africanos tienen el 20% de su población infectada de sida). Y en cuanto a la recompensa a la virtud ¿qué se puede esperar cuando un cretino llega a ser el presidente del imperio?
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