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Prioridades parlamentarias

La reciente constitución del Parlamento vasco marca el inicio formal de la VII legislatura. Además del significado que tiene en todo sistema parlamentario, al señalar la apertura del proceso de configuración de las instituciones de gobierno tras las elecciones, en este caso adquiere una significación especial derivada de nuestra especial coyuntura política. La posición que a partir de ahora adopte el Parlamento recién constituido será determinante para saber si se reproduce en él la dinámica de la pasada legislatura o, por el contrario, existe entre las fuerzas que lo integran una voluntad mayoritaria para impulsar una nueva orientación política; y en este caso, sobre qué bases.

Echemos primero un vistazo a su composición, pasado ya el momento de la celebración de la victoria o del abatimiento por la derrota, en algunos casos de forma bien justificada y en otros bastante más discutible. Por lo que se refiere a los dos grandes bloques -PNV-EA por una parte, y PP y PSE por otra- que se han disputado la mayoría parlamentaria, hay que decir que ha habido un claro ganador. No sólo por el hecho de que la coalición nacionalista PNV-EA superó a sus rivales, aunque haya sido por un estrecho margen, sino sobre todo, y esto es lo más importante desde el punto de vista político, porque es la que experimenta un mayor ascenso en el respaldo del electorado. Ha aumentado sus votos nada menos que en un 31,5% en relación con las anteriores elecciones, pasando del 36,6% de 1998 al 42,7% actual y consiguiendo los mejores resultados hasta ahora. Se trata, sin duda, de una importante victoria que autoriza al PNV-EA, y particularmente al lehendakari, a considerarse justamente los vencedores de estas elecciones. Pero si ofrece pocas dudas quiénes son los ganadores, más problemático resulta atribuir la condición de perdedores a quienes no han ganado. En primer lugar, porque es muy discutible que pueda hablarse de derrota política cuando, siguiendo el mismo argumento, se aumenta apreciablemente el respaldo del electorado. En concreto, el PP y el PSE experimentan conjuntamente un crecimiento en votos del 19% -22% el PP-UA y 15% el PSE- (a añadir al que habían experimentado en las elecciones de 1998 en relación con las de 1994), y pasan del 38,8% al 40,8%, porcentaje que es el más elevado de los conseguidos hasta ahora en unas elecciones al Parlamento vasco.

Recordar esto datos es obligado en la constitución del nuevo Parlamento, ya que la principal conclusión que cabe extraer de ellos es el equilibrio de fuerzas entre los dos bloques, separados por tan solo un escaño (33-32) y un 1,9% de los votos (42,7%-40,8%). Las mismas consideraciones habría que hacer en el caso de que se hubiese producido el resultado inverso, a favor del PP y del PSE. Tanto en un caso como en otro, e independientemente de quién sea el ganador por un escaño (o por dos, o tres...), el verdadero problema de fondo no es tanto el de la alternancia o no en el gobierno sino, ante todo, el de ofrecer una alternativa que contribuya a la normalización política y, especialmente, a la pacificación, y que tenga en cuenta la realidad estructural plural de la sociedad vasca, puesta de manifiesto una vez más.

Además de las funciones clásicas del Parlamento en el terreno legislativo, presupuestario y de control del gobierno, su composición tras las elecciones sirve para proporcionar el escenario político de referencia durante todo el periodo de la legislatura. Y, ya que este es un tema recurrente en el discurso político actual, convengamos también en que el Parlamento es el foro de diálogo por excelencia -éste sí sin condiciones y sin exclusiones- para plantear cualquier cuestión. Pues bien, es en este marco en el que es preciso abordar, como cuestión prioritaria, la consecución de un acuerdo global sobre la pacificación y la normalización.

A falta de novedades de relieve en el periodo postelectoral, salvo las pequeñas trifulcas interpartidarias agrandadas luego por los respectivos hooligans mediáticos, sí ha habido, sin embargo, una propuesta, formulada por el lehendakari en funciones en su preceptiva ronda de conversaciones con las demás formaciones previa a la formación de gobierno, que merece la máxima atención, como es la necesidad de conseguir un 'acuerdo de fondo' para el próximo periodo. La propuesta, que trasciende los meros acuerdos de gobierno o de legislatura por importantes y necesarios que éstos sean, no puede ser más oportuna, ya que sería la llave que permitiría cerrar definitivamente el periodo de los desacuerdos de fondo que sucedió a la irresponsable voladura del Acuerdo de Ajuria Enea y su sustitución por el frente nacionalista de Lizarra.

De todos depende, tanto de quienes tienen la mayoría parlamentaria como de la oposición, el que ese acuerdo de fondo se haga realidad o no. Para ello conviene tener presente cuál es la ajustada correlación de fuerzas en el Parlamento para, a partir de ahí, empezar a sentar las bases de ese necesario acuerdo entre los partidos democráticos, inexistente desde que se frustró el de Ajuria Enea. Ésta es, sin duda, la primera y más importante tarea a la que tiene que hacer frente el nuevo Parlamento, y de la que depende que se reproduzca en él la dinámica de la pasada legislatura o, por el contrario, se abra una de signo distinto que permita a las fuerzas democráticas abordar conjuntamente la cuestión clave de la pacificación y de la normalización de la vida política.

Andoni Pérez Ayala es profesor de Derecho Constitucional de la UPV-EHU.

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