Cuidemos las relaciones entre España y Argentina
Lo que está sucediendo con Aerolíneas Argentinas pone en riesgo no sólo inversiones millonarias de España en Argentina, sino también una historia que debemos cuidar.
Los españoles siempre fueron bien vistos en este país, donde recibimos una enorme migración de gente sencilla y trabajadora a quienes hemos visto progresar y tener hijos y nietos tan argentinos como cualquiera. Y también intelectuales brillantes, que dieron lo mejor. No existió nunca, como sucede en México, cierta reacción popular, peyorativa ('gachupines' les dicen), por quienes hace cinco siglos 'nos conquistaron'. Aquí es al contrario; lo peor que ha sucedido es la pésima costumbre de llamar 'gallegos' a todos los españoles, apelativo que se utiliza con cariño e ingenuidad, aunque les duela con razón a los catalanes.
Pero todo se está poniendo en riesgo por lo que sucede con Aerolíneas Argentinas. El origen fue una privatización confusa y sospechosa no sólo en cuanto a quienes vendieron, sino también a quienes compraron la compañía. La negativa de ambos países a 'revisar' esa operación realizada hace 10 años sólo confirma para la opinión pública que a ninguna de las dos partes le conviene reabrir este expediente. Lo concreto es que Argentina le vendió a Iberia una compañía libre de pasivos, y tras 10 años de gestión (española) la empresa está quebrada y con un pasivo de 180.000 millones de pesetas. Ahora, la SEPI, titular de la empresa, propone un nuevo plan de ajuste que los trabajadores resisten. Pero los usuarios también, porque hemos visto cómo los sucesivos 'ajustes' fueron afectando directamente a la calidad del servicio, a un punto tal que hoy la compañía no resiste otro remiendo más. Nadie está dispuesto a viajar en una compañía sospechosa de mal mantenimiento de sus equipos, cuyos vuelos nunca se sabe si saldrán y que apenas tiene atención a bordo.
Mientras otras compañías aéreas suramericanas como Lan Chile, por ejemplo, apostaron por mejorar la calidad y la atención -y hoy son un excelente negocio para sus accionistas-, el continuo deterioro de Aerolíneas ha llegado a un punto final.
Argentina atraviesa una profunda crisis económica y moral, de la que nadie sabe cómo saldrá. Pero España lleva invertidos 36.000 millones de dólares en este país, y las posibilidades de negocio son enormes. Los argentinos ven con agrado a las empresas españolas, pero la desregulación telefónica nos permite -mediante una simple llamada- pasarnos de Telefónica a Telecom, o a media docena de operadores más. Las amenazas de una campaña ya iniciada, difícil de detener, de boicotear a los productos y empresas españoles no debe avanzar. El clima de crisis y el cabreo no canalizado de los argentinos, por razones que no son responsabilidad de España, sino propias, puede ser difícil de controlar si el problema no se entiende y encara políticamente.
Nuestros supermercados están repletos de productos españoles que se consumen con satisfacción. Lo mismo sucede en muchos servicios públicos y empresas privadas. Somos decenas, cientos de miles quizás, los argentinos que tenemos ambas nacionalidades, por descendencia o por residencia. Nuestros hijos usan en el colegio textos argentinos publicados por editoriales españolas, que son muy apreciadas aquí. Leemos EL PAÍS cada mañana -se vende en todos los quioscos-, y la mejor literatura la leemos con sellos editoriales de España. Y ni hablar del jamón, los quesos o las cadenas de ropa.
Todo esto está en juego, porque nadie entiende qué pasó con Aerolíneas Argentinas. ¿Es que nadie desde España puede explicarlo?
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