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Dos españoles más en el 'corredor'

Con Martínez fuera del corredor de la muerte, otros dos presos españoles permanecen en la misma antesala del patíbulo: Julio Mora, un canario de 75 años con serios problemas mentales, y Pablo Ibar, un joven de ascendencia vasca cuyo caso es sorprendentemente parecido al que ahora se juzga en Tampa.

Pablo Ibar está condenado a muerte por un triple homicidio supuestamente cometido en compañía de otra persona. El suceso se remonta a 1994 con los asesinatos del dueño de un club nocturno y dos modelos que actuaban como bailarinas. En este caso tampoco hay pruebas físicas contra Ibar que le vinculen directamente con el crimen, captado por un vídeo tan dudoso como el que pretendía incriminar a Martínez.

Ibar, de la misma edad que Martínez, ocupa ahora la celda que éste dejó vacía en el corredor de la muerte de la prisión de Starke. Pablo Ibar nació en EE UU porque su padre, Cándido (hermano del boxeador fallecido José Manuel Ibar Urtain), trataba de ganarse la vida en este país como jugador de pelota vasca. Hace tres semanas firmó los documentos para adquirir la nacionalidad española por ser hijo de un español.

En la sala del tribunal donde se juzga a Martínez, Cándido Ibar sigue con atención el desarrollo de las sesiones. Según dijo a EL PAÍS, está allí 'para apoyar a Joaquín José'. De momento, les faltan muchos millones para llegar al nivel de recaudación que han logrado los padres de Martínez. La familia Ibar apenas ha conseguido 10 de los 150 millones de pesetas que necesitan para contratar al mismo abogado que logró la repetición del juicio de Martínez. Todavía no han presentado el recurso contra la condena.

El segundo caso, también en Florida, es más complejo por la singularidad del personaje, que es paranoico, demente y con manía persecutoria. Julio Mora, nacido en La Gomera, recuperó el año pasado la nacionalidad española. Está condenado a muerte por asesinar al supervisor de una residencia de ancianos en la que Mora trabajaba como profesor de informática; aparentemente cometió el asesinato como venganza por haber sido despedido. También mató a una abogada embarazada de cinco meses; cometió este crimen en una sala de juicios de un tribunal ante un juez.

Ejerció su propia defensa durante el juicio, y escogió hacerlo en latín. Fue declarado culpable y condenado a muerte.

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