El misterio aclarado del Papa incorrupto
Juan XXIII, que fue embalsamado con una técnica especial, será exhibido en una urna en la basílica de San Pedro
El papa bueno, Juan XXIII, se convertirá el domingo en una de las atracciones pías de la basílica de San Pedro. El cuerpo incorrupto del pontífice, que en septiembre pasado pasó a engrosar la lista de beatos, será expuesto en una urna de cristal bajo el altar de San Jerónimo, como una reliquia venerable. 'La finalidad de la urna es permitir a quien se aproxima al altar poder ver el rostro del beato de forma clara y completo', ha dicho el cardenal Virginio Noé, arcipreste de la basílica.
El papa bueno se exhibirá en todo el esplendor de sus ropas pontificales: sotana de seda blanca y muceta de terciopelo rojo rematada en armiño; calzado con medias de seda blanca y zapatos de raso rojo con una cruz recamada. El rostro, intacto, será recubierto sólo con una capa de cera protectora. Otros dos pontífices pueden ser contemplados ya en la basílica, Inocencio XI y Pío X.
Lo inusual es la procesión que se ha organizado para trasladar los restos del papa bueno desde la gruta vaticana hasta el interior del templo, prevista para el domingo, día de Pentecostés. Preparada con el máximo cuidado, la procesión servirá para introducir en el culto a Juan XXIII, uno de los pontífices más queridos en el mundo católico. Pero el Vaticano ha tenido que renunciar a atribuir razones sobrenaturales al excelente estado de conservación del cadáver. El cardenal secretario de Estado, Angelo Sodano, lo intentó cuando notificó, en marzo, el resultado del reconocimiento canónico de los restos de Juan XXIII. Primero, se reveló que el rostro del pontífice estaba intacto y días después se dijo que todo el cuerpo estaba incorrupto. 'No se puede descartar una acción milagrosa', vino a decir. La propia prensa católica se encargó de contradecirle.
En realidad, la buena conservación del cadáver del beato Angelo Roncalli se debe al ingenio de un médico, Gennaro Goglia, que hace 38 años inventó un líquido de embalsamar, del que le fueron inyectados 10 litros al cuerpo del pontífice. Goglia, que prestaba sus servicios en el hospital Gemelli de Roma, lo ha contado en una entrevista a la revista católica Famiglia Cristiana, muy difundida en Italia. Según el hoy anciano especialista, el procedimiento no pudo ser más simple. Se presentó en el Vaticano con un bidón del líquido milagroso, un tubo largo y una aguja. 'Practicamos un corte en la muñeca derecha del papa y le introdujimos la aguja', a través de la cual pasó el líquido, dice. Goglia no cobró nada, honrado con rendir un servicio importante a la Iglesia y a un santo varón como Juan XXIII. Por eso se declaró disgustado cuando se enteró por la prensa de que se había efectuado el reconocimiento canónico de los restos del pontífice sin su presencia.
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