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RELIGIÓN

Juan XXIII regresa a la Plaza de San Pedro 38 años después de su muerte

El cuerpo incorrupto del 'Papa bueno' es expuesto solemnemente durante la misa de Pentecostés

El cuerpo incorrupto del Papa bueno, como era conocido, ha vuelto a recibir los rayos de sol a las 09.45 horas local, una menos en España, cuando colocado en una urna de bronce y cristales antibalas ultraclaros de 450 kilos de peso fue sacado de la basílica de San Pedro por la Puerta de las Plegarias.

La urna fue transportada en unas andas con ruedas. Empujada por 16 empleados vaticanos, atravesó el arco de las Campanas y la plaza de San Pedro en medio de un silencio roto por los aplausos de las varias decenas de miles de personas, muchas de ellas ancianos que le conocieron en vida y que le aclamaron como "santo".

Juan XXIII iba vestido con la habitual sotana blanca de los pontífices, confeccionada en sede jaspeada y con el fajín de ceremonias con su escudo pontificio. También llevaba la muceta papal de terciopelo rojo bordada de armiño, mientras la cabeza era cubierta con el "camauro" (gorro) de terciopelo rojo orillado de armiño que tanto le gustaba llevar y que desde hacia varios siglos los papas ya no usaban. Su cara fue cubierta con una mascarilla de protección en cera, que le que daba un aspecto innatural.

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Una vez en la plaza vaticana, la urna fue colocada en el altar mayor en el que ofició Juan Pablo II la misa de Pentecostés.

En la homilía, Juan Pablo II dijo que la Iglesia está muy agradecida a Juan XXIII por la convocatoria del Vaticano II, que cambió el rostro de la Iglesia, pero que el don más precioso que dejó es su "testimonio de santidad".

"Aquella brisa ligera (el Concilio Vaticano II) dejó paso a un viento gallardo y ese evento conciliar tomó la forma de una renovadas Pentecostés", afirmó Juan Pablo II, que reiteró el carácter misionero de la Iglesia.

Al término de la ceremonia, los restos fueron llevados en procesión hasta el interior del templo, quedando expuestos a la veneración de los fieles durante todo el día de hoy.

Incorrupto

El cuerpo del beato Juan XXIII estaba enterrado en las grutas vaticanas, a pocos metros del sepulcro de San Pedro.

Juan Pablo II, su gran admirador, decidió trasladarlos al altar de San Jerónimo para permitir un mayor flujo de fieles devotos.

Eligió esa capilla porque Juan XXIII admiraba a los padres de la Iglesia y a ese santo en concreto y, de hecho, cuando entraba en San Pedro el primer sitio al que se dirigía era a ese altar.

El pasado mes de enero los restos fueron sometidos a una inspección, ante este traslado. Para sorpresa de los presentes, el reconocimiento permitió comprobar que el rostro y todo el cuerpo estaba incorrupto, con el mismo aspecto de cuando falleció, en 1963, pese a que no fue embalsamado.

Los restos de los papas se colocan en un féretro de ciprés, que se introduce en otro de plomo, que se sella y que a la vez se introduce en una tercera caja de madera de olmo.

Juan XXIII nació en Sotto il Monte (Italia) en 1881 y falleció en 1963, en pleno concilio, a los 82 años, debido a un cáncer de estómago. En septiembre del año 2000 fue beatificado por Juan Pablo II.

Desde hoy es junto a San Pío X y al beato Inocencio XI, el tercer Papa cuyo cuerpo es expuesto a la veneración (se puede ver) en la basílica de San Pedro.

AP

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