'Este país todavía huele a Franco'
Paco Rabal ha llegado a los 75 años pareciéndose vagamente a Rafael Alberti, su gran amigo de las épocas de Roma y Buenos Aires. Sobre todo en la melena blanca y en la barba, porque Rabal tiene una cara implagiable, la nariz rota por una zanja vertical y esa cicatriz en el pómulo izquierdo que ha hecho estragos en las féminas de varias generaciones y países. Los ojos son perspicaces, como de pícaro del siglo XVI.
Rabal irrumpe grande como un tren en el salón de su casa, la camisa verde de seda y la chaqueta muy elegante. Empieza a hablar y no hay forma de pararlo. En hora y media. Es un hombre cordial, comprometido y memorioso, muy simpático pero imponiendo respeto a la vez. Y se le nota que goza al recordar los tiempos golfos, las noches de oro y champaña, cuando recorría con su íntimo colega Fernán-Gómez el vía crucis de los cabarés, invitando a otros amigos y cómicos menos pudientes: 'Antes de tirarnos a la calle siempre recitábamos aquel ripio: '¿Adónde vamos? ¿Al Casablanca, que no son mancas? ¿Al Fontoria, que son una gloria? ¿Al Pasapoga, que están muy en boga? ¿O al Riscal, que no están nada mal?'.
'Mastroianni me invitó a una fiesta en su casa con las mujeres más guapas de Roma, y yo, a cambio, lo llevé en Madrid a un mitin del PC'
Son 60 años ya dándole alegrías al cuerpo, a la cabeza y al público, quemando garitos, estudios de cine y teatros por el mundo con su fuerza insólita y ese magisterio indiscutible en múltiples registros, bohemios, raros, truhanes, galanes, toreros, delincuentes, flamencos, catetos o chamanes, más de cien películas a la espalda, mucho teatro clásico, decenas de premios y homenajes y un chorro de vida, gente, recuerdos, palabras, poetas, libros, viajes, siestas, bien solo o mejor en compañía de otras.
Pero lo más sorprendente es el presente, porque, a pesar de todo lo vivido, lo bebido, lo actuado, lo fumado y, en fin, digámoslo ya, lo fornicado (la leyenda apócrifa cifra en más del millar el número de aventuras), Rabal todavía no ha perdido el entusiasmo, ni la vitalidad, ni la casta, aunque dice que no le gusta nada España ('ha cambiado, pero este país todavía huele a Franco. Me va a odiar Aznar, que me regaló un libro precioso de Neruda en La Moncloa').
No le gusta mucho más 'este mundo de la informática, la demografía y la globalización, que, como decía Buñuel, son, con la ciencia, los cuatro jinetes del apocalipsis: ahogan a Asia y a África y desgarran a América Latina'.
Pero el caso es que aquí está don Francisco hecho un patriarca gitano, despatarrado en el salón de su casa de la sierra madrileña, rodeado de fotos de Picasso, Buñuel, su Asunción, hijos, nietos y su bisnieto Daniel, más la obra completa de su viejo amigo García Márquez, y varios dibujos dedicados por Picasso, y muchos por Alberti, y un cuadro de Viola, y otro de Amalia Avia, y la colección de Revista de Occidente, la Enciclopedia Espasa-Calpe, una Dama de Elche jibarizada en escayola, una foto de Bahamontes escalando... La casa de un vividor-intelectual-comunista y viajero, el refugio de un hombre pletórico de anécdotas y ganas de contarlas, pese a la bronquitis crónica y a la cortisona. Y a que sigue fumando. 'Pero sólo 10 cigarrillos negros diarios. Lo dejé del todo un año y ahora he vuelto. Las fiestas, las cosas.... Un drama pequeño, porque no tiene solución'.
Lo alegre es que mañana vuelve Paco Rabal con su voz rozada y jonda a un teatro madrileño, el Albéniz, junto a María Asunción Balaguer, su 'nena', santa y actriz favorita, para recitar a sus poetas más queridos ('casi todos de izquierdas, claro'), León Felipe, Lorca, Nicolás Guillén, Miguel Hernández, Alberti, Pedro Garfias ('un casi desconocido genial que se exilió en México'), algunos versos nuevos de Ángel González, García Montero, Hierro...: 'Yo no soy un rapsoda, sino un actor, pero leo la poesía naturalmente, sintiéndola, y la gente se emociona, y llora, o se ríe. Es una labor cultural, no como la de Federico con La Barraca, claro, pero...'.
Pero la función, única, es a beneficio de una causa que preocupa mucho al llanero solidario, La Casa del Actor, destinada a proteger en el futuro a intérpretes sin medios, en Las Rozas. 'Tengo una deuda con Madrid, porque hace tiempo que no actúo aquí, y me da un poco de miedo la responsabilidad; mira que si me pega una leche Haro Tecglen...', bromea. 'Pero el asunto es serio. Como dice Fernán-Gómez, los actores no tenemos ingresos. Algunos hemos trabajado mucho, pero los productores nos descontaban el dinero diciendo que era para cotizar y luego no cotizaban. Y por eso hay tantos actores de mi edad, o más, trabajando todavía. Por lo visto, sólo dos o tres actores, muy raros, cobran 200.000 pesetas de pensión. Los demás, una cosa ridícula'.
Rabal cita a José Luis López Vázquez, 'creo que tiene que mantener a tres mujeres'; a Félix Navarro, 'que cobra 40.000 o 50.000 pesetas', y, claro, a Fernán-Gómez, su viejo compadre de farras, a quien sigue queriendo: 'No le veo mucho, pero he seguido muy de cerca su enfermedad. A veces hablamos por el móvil, y además compartimos un taxista que se llama Hiruela y tiene unos coches cojonudos en San Agustín de Guadalix. Por él, lo sé todo de él'.
Además del taxi y el pasado, les unen las saludables condiciones que ponen los dos en los contratos: 'El actor no baila. El actor no monta a caballo. El actor no conduce. El actor no corre. El actor no salta por la ventana. Eso que lo hagan los dobles'.
El monólogo gira otra vez hacia el dinero. ¿Será que el vértigo del cómico ante el teléfono que no suena no se cura nunca? 'Eso nunca se quita. Y encima yo ahora no tengo ingresos. Atenciones, muchas, pero ingresos... Acabo de hacer una película en Barcelona, Dagon, que voy a doblar en inglés con acento de pescador gallego, y tengo varios proyectos, uno en México, en agosto, con el director Carlos Carrera; otro que dirigirá mi hijo, pero...'. Menos mal que por ahí queda una pensión de 100.000 pesetas, y otra del Gobierno italiano, 'de unas 50.000: esos sí que saben; cuando llevas 30 años trabajando, te dan una pensión. Y cuando cumples la edad del retiro, otra'.
Pero ahora quiere hablar de poesía, parece, y cuenta que cuando conoció a León Felipe, en un café de México, el poeta le pidió que imitara a un chuleta madrileño, y luego a un golfo, 'y se moría de risa'.
Después le viene a la cabeza Dámaso Alonso, su mentor, vecino del barrio de Chamartín ('el vivía en Alberto Alcocer y yo en la Cuesta del Zarzal, que hoy se llama Menéndez Pidal') y consejero de espíritu y trabajo. 'Empecé leyendo poesía de muy niño, por admiración a mi hermano Damián. Todo lo que leía él, lo leía yo. No entendía nada, pero eso dejó su poso, seguro. Y luego llegó Dámaso, y me prestó libros, me ayudó a entender, me quiso pagar los estudios de inglés y francés, y un día me dijo: '¿Y por qué no te haces actor, ya que eres tan alto?'. Luego me recomendó al director del María Guerrero, me llevó en un taxi hasta la puerta y me dijo: 'Si vas a ser como Guillermo Marín, que es un fenómeno, bien. Pero, si no, vuelve a tu trabajo de electricista, que no hay nada peor que un actor mediocre'.
Luego, un día de hace 60 años, trabajando de iluminador en el cine, la estrella, Fernando Rey, se fue al bar. El director, Rafael Gil, ordenó al chispas que se pusiera en su sitio para medir la luz. El chispas era Paquito Rabal. Cuando se puso, Gil le dijo a su ayudante: 'A éste le damos un papel. De cateto, porque tiene cara de cateto'.
Sesenta años después, el cateto de Águilas ha trabajado con y sobrevivido a, por ejemplo, Vittorio Gassman ('gran actor y persona, sencillo, nada ególatara, vocacional'), o Marcello Mastroianni: 'Fuimos muy amigos. Cuando llegué a Roma, me invitó a una fiesta en su casa con las mujeres más guapas de la ciudad. Yo, a cambio, le invité a que viniera a Madrid, a un mitin del PC. Menudo cambio, ¿no? Aunque estaban Semprún, Bardem y Domingo Dominguín, que no eran mujeres pero tampoco eran moco de pavo. Y Marcello dijo: 'No soy del PC, pero siempre voto al PC'.
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