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Reportaje:

Felicidad para evitar el Alzheimer

Un neurólogo ha investigado el mal durante años en 678 monjas de EE UU

Una de las monjas recuerda con precisión cada momento de su vida y decora el relato con nombres y fechas. A sus 89 años, la hermana Rosella, que siempre ha mostrado un carácter alegre, disfruta de una facilidad de lenguaje y un rigor en su memoria que contrastan con la fragilidad de su aspecto senil. En el mismo convento está la hermana Ada, de la misma edad que la hermana Rosella, aunque nunca ha sido tan animada y optimista como ella. Cada mañana, la hermana Ada insiste en que tiene que ir a echar comida a los animales de la granja que hay en el convento. Ningún día se acuerda de que hace ya 30 años que no hay animales en esta residencia de monjas católicas de Minnesota, un recinto que puede ayudar a combatir uno de los peores males de la humanidad: la enfermedad de Alzheimer.

Hace 15 años, 678 monjas del convento accedieron a participar en un estudio médico sobre el origen y las causas del Alzheimer. Su colaboración no se reducía sólo a lo habitual en estos estudios, como los exámenes periódicos de memoria, sino que incluía también la donación del cerebro para el análisis médico después del fallecimiento. David Snowdon, profesor de neurología de la Universidad de Kentucky, ha diseccionado ya 334 cerebros de las monjas para tratar de saber por qué el mal de Alzheimer es tan selectivo en la elección de sus víctimas.

Las conclusiones del estudio, publicadas en el Journal of Personality and Social Psychology y adelantadas por la revista Time, plantean una nueva aproximación a los enigmas del Alzheimer. Según Snowdon, de su trabajo se desprende que no sólo las personas más inteligentes y cultivadas -las que más han ejercitado su cerebro- tienen mayores posibilidades de evitar el Alzheimer, sino también las más felices y optimistas.

Cuando Snowdon llegó al convento hace 15 años para proponer el estudio, las monjas pensaron que su participación sería una forma más de ayudar al prójimo. Cinco años después, el neurólogo llegó a la conclusión de que sólo había una manera de establecer científicamente una correlación entre los factores que predisponen al Alzheimer y el desarrollo efectivo de la enfermedad: analizar el cerebro de las monjas que fallecían con o sin síntomas evidentes.

Para hacer autopsias necesitaba permiso por escrito, y así se lo pidió a las monjas en una asamblea que debió de ser surrealista. 'Nos quedamos sentadas sin respiración', cuenta la hermana Rita Schwalbe, que ya participaba en el estudio a través de exámenes y conversaciones para evaluar su personalidad y el estado de su memoria. 'De repente', recuerda Schwalbe, 'una de las hermanas se levantó y dijo: 'Que se quede con mi cerebro si quiere. Total, ¿para qué me sirve a mí cuando esté dos metros bajo tierra?', y eso rompió el hielo'. El 90% de las monjas del convento donaron sus cerebros. Snowdon había hallado otra mina de oro en los archivos del convento. Encontró textos autobiográficos escritos por las monjas en los años veinte y treinta, cuando entraron en la orden. Analizó uno por uno los escritos y detectó que algunas de las religiosas empleaban un tono optimista en su gramática, en la que incluían palabras como 'felicidad', 'esperanza' o 'afecto'. Comprobó después que esas monjas de espíritu positivo en su juventud, ahora ancianas, eran las menos afectadas por los síntomas clásicos de la enfermedad de Alzheimer. Al diseccionar los cerebros, Snowdon ratificó su teoría: 'Parece claro que los estados emocionales negativos como la ansiedad, la depresión o el enfado pueden tener un efecto acumulativo en el cuerpo. Con el paso del tiempo, la gente que pasa a diario por estos estados de ánimo se está haciendo daño a sí misma', dice el neurólogo.

Su estudio es tan amplio y esperanzador que ha recibido ya cinco millones de dólares en ayudas públicas. Snowdon no busca un fármaco contra el Alzheimer, sino un patrón de prevención. Quiere saber qué dispara esta enfermedad, igual que el tabaco provoca cáncer de pulmón o la sal crea problemas de tensión. Está convencido de la fiabilidad de trabajos anteriores que demuestran la correlación entre la actividad mental y el desarrollo de la enfermedad: las personas que más leen, que mejor hablan y que más ejercitan su mente son las que menos posibilidades tienen de verse afectadas por el Alzheimer.

Dos de las religiosas del convento de Minnesota (EE UU) que participan en el estudio.
Dos de las religiosas del convento de Minnesota (EE UU) que participan en el estudio.NYT

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