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Tribuna:DEBATE | ¿Hay una inmigración 'imposible de integrar'?
Tribuna
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No a otra limpieza de sangre

Sami Naïr

El racismo tiene razones que la razón no entiende. Se sirve de todos los prejuicios para justificar lo injustificable, no ve en el Otro su ser, sino su apariencia, hace del 'origen' una sustancia eterna; de la confesión, una esencia atemporal. El racismo es una regresión arcaica, que no informa sobre sus víctimas, sino sobre quienes lo utilizan. Como un camaleón, se adapta a todas las situaciones y transforma los campos de flores en estiércol maloliente. No vayan a creer que se trata de una actitud espontánea, que sería 'natural' en el hombre. Ni mucho menos: es un asunto de cultura. Los niños no saben que se puede odiar debido al color de la piel: lo aprenden por la perversión de los mayores.

La forma que tiene una sociedad, un Gobierno, de tratar a la inmigración es hoy día sintomático de su relación con el racismo. Así ocurre con el supuesto argumento de la 'imposible integración' de los musulmanes en la sociedad occidental. Este prejuicio, que es signo de un delito de racismo cultural, es recurrente. No siempre está dirigido contra la confesión musulmana. Se ha incorporado a todas las diferencias: de color, de opinión, de religión, de actitud, etcétera. A principios de siglo, en Francia se sostenía que los italianos eran 'inasimilables' porque eran demasiado católicos; en los años veinte y treinta, en casi toda Europa se acusaba a los judíos de ser 'irreductibles', enemigos de Cristo y conspiradores financieros (ya conocemos la continuación). Después de la guerra se decía de los inmigrantes españoles en Francia, Bélgica, Alemania y Suiza que no se podían integrar en la sociedad moderna europea: 'demasiado ruidosos', 'demasiado violentos'. Entre los años sesenta y ochenta volvimos otra vez con la misma copla con respecto a los inmigrantes magrebíes en Francia y en Bélgica. Los indios y los paquistaníes no estaban mejor parados en Inglaterra. Hoy día se escupe el mismo veneno en España. Y es que siempre se es 'imposible de asimilar' para alguien. Pero hay, sin embargo, una diferencia cualitativa: nunca ningún Gobierno europeo, al menos desde la II Guerra Mundial, ha osado sostener este discurso oficialmente. Ahora bien, la insistencia actual de algunos responsables gubernamentales españoles sobre la 'diferencia cultural' de los musulmanes y, en cambio, su apología de la proximidad cultural de los suramericanos es extremadamente inquietante. Corresponde a una política de visados discriminatoria y de tratamiento social particular que tiene algo de racismo de Estado.

Sin embargo, los inmigrantes musulmanes han demostrado en toda Europa una capacidad de adaptación excepcional, sus hijos se integran rápidamente y su contribución a la cultura europea ya es reconocida por todos. El caso de Francia lo demuestra ampliamente. Los cristianos franceses, que expresaron tan a menudo una gran solidaridad con los inmigrantes musulmanes, lo han comprendido bien.

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El debate actual en España sobre este falso problema es indigno. Indigno de España, que da la impresión, después de los acontecimientos de El Ejido, de no haber liquidado su pasado racista y dictatorial; indigno de élites políticas españolas que invocan todavía más 'ruidosamente' un europeísmo de fachada, mientras cierran los ojos a la barbarie en aumento en el país; infamante, en fin, para los propios inmigrantes de confesión musulmana, ofrecidos como pasto a una opinión pública desorientada y a menudo influida por prejuicios malsanos.

Que algunos responsables gubernamentales contribuyan a difundir este discurso de exclusión revela su cinismo y su ignorancia. La intolerancia institucionalizada es un peligro para todos los españoles. Mañana, todos los que en razón de su posición social o de sus opiniones no estén conformes con las normas dominantes caerán bajo el fuego de estos nuevos cruzados.

En materia de inmigración hay que dar muestras de realismo y espíritu de justicia. Pero también hay que tener siempre el valor de denunciar la hipocresía y el cinismo racista, sobre todo cuando se escuda en un discurso 'culturalista' para engañar mejor. Frente al racismo de Estado, ya no es posible callarse. La España que nosotros amamos no debe ser ensuciada por los nuevos apologistas de la limpieza de sangre.

Sami Naïr, eurodiputado socialista francés, es profesor invitado en la Universidad Carlos III de Madrid.

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Sobre la firma

Sami Naïr
Es politólogo, especialista en geopolítica y migraciones. Autor de varios libros en castellano: La inmigración explicada a mi hija (2000), El imperio frente a la diversidad (2005), Y vendrán. Las migraciones en tiempos hostiles (2006), Europa mestiza (2012), Refugiados (2016) y Acompañando a Simone de Beauvoir: Mujeres, hombres, igualdad (2019).

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