La paradoja de las confianzas
Los índices de confianza son indicadores básicos para el seguimiento de una economía. Recogen cada mes la opinión de agentes y sectores (consumidores, empresas, construcción, comercio al por menor...) sobre la situación. Su utilidad radica en que anticipan la evolución de variables reales como la producción industrial, que está relacionada con la inversión, o el consumo privado, principal componente por el lado de la demanda del PIB, con un peso cercano al 60%. En la UEM, las confianzas, en especial la empresarial y de los consumidores, forman parte de los indicadores del segundo pilar de la estrategia de política monetaria del BCE.
Históricamente, la correlación entre ambas confianzas ha sido muy alta. Sin embargo, en los últimos años se ha visto una divergencia en su evolución ('paradoja de las confianzas'). El primer episodio se produjo con la crisis asiática de 1997, que provocó un deterioro progresivo de la confianza empresarial, mientras que los consumidores siguieron ajenos a la crisis. La divergencia al final se cerró con la corrección del elevado optimismo del consumidor y con la recuperación de la confianza empresarial. En los últimos meses, por la desaceleración en EE UU, retorna la divergencia. Mientras la confianza empresarial muestra un acusado deterioro, anticipo de una desaceleración, la del consumidor apenas ha corregido su optimismo. La diferente evolución revela algunas cuestiones. Primero, que el empresario está respondiendo con rapidez al deterioro del entorno. Segundo, que el consumo sigue fuerte por la continua reducción en la tasa de desempleo. Es previsible que conforme se ralentice la creación de empleo y se materialicen los recortes de plantilla anunciados, el paro aumente y el optimismo del consumidor se deteriore. Tercero, que la corrección de las bolsas no parece tener un efecto notable sobre el consumidor europeo. En cualquier caso, en los próximos meses cabe prever una moderación del optimismo del consumidor, que con cierto retraso refleje el deterioro de las expectativas empresariales y, por tanto, se traslade a un menor dinamismo de la actividad.
Sonsoles Castillo es economista del Servicio de Estudios del BBVA.
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