'España debe aceptar el calendario de la ampliación'
'Lo que Madrid plantea, de forma justificada, hay que discutirlo entre los actuales países de la UE'
Político, periodista e historiador, sobre las anchas espaldas de Günter Verheugen descansa uno de los más ambiciosos proyectos acometidos hasta ahora por la Unión Europea: la ampliación a los países del Este. Nacido hace 57 años en Bad Kreuznach (Alemania), este comisario europeo fue ministro de Exteriores entre 1998 y 1999 y, como ex miembro de la ejecutiva del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), está considerado un hombre de total confianza del canciller Gerhad Schröder.
Pregunta. ¿La ampliación es el principal desafío para la UE?
Respuesta. Veo tres grandes desafíos vinculados entre sí. Primero, la reforma interna de la UE, para preparar las tareas del siglo XXI. Segundo, el posicionamiento económico de la UE en la competición mundial. En ese contexto se sitúa también la ampliación, probablemente el mayor proyecto, que además tiene una gran importancia para la estabilidad a largo plazo.
P. Según los últimos eurobarómetros, los ciudadanos de los mayores países europeos se muestran contrarios a este proceso.
R. Se trata de un gran problema de información. Es evidente que en algunos países la ampliación provoca miedos, porque piensan en una inmigración incontrolable. Son miedos que no tienen fundamento.
P. Por esos miedos, Alemania y Austria quieren un periodo de transición de cinco o siete años en la libertad de movimientos y la Comisión Europea ya se ha decantado en la misma línea.
R. Tenemos estudios contradictorios sobre la emigración que pueda producirse. Puede haber algunos riesgos para algunos Estados miembros. Por eso la Comisión ha presentado una propuesta que tiene en cuenta las dos necesidades: por un lado una protección para aquellos Estados que la necesitan y por otro se prevé una movilidad suficiente para los trabajadores. Creemos que ocurrirá lo mismo que cuando entraron España y Portugal: la perspectiva de ser miembro de la UE hará que la predisposición de las personas para emigrar a otros países disminuya, porque tendrán la esperanza de vivir en libertad y bienestar en su propia casa.
P. Países como España creen que la Comisión se ha dado mucha prisa en adoptar esa posición. Por eso el Gobierno español cree que también es momento de abordar su problema, el de los fondos estructurales.
R. Tenemos un calendario para las negociaciones aprobado por los jefes de Estado y de Gobierno en Niza y eso vale también para España. En él se prevé que el tema de la libre circulación de personas se trate bajo la presidencia sueca (este semestre) y la política regional durante el primer semestre de 2002, bajo presidencia española. La Comisión está determinada a atenerse a ese calendario. Lo que España plantea, de forma justificada, lo tenemos que discutir entre los actuales países de la UE, no con los candidatos. No se puede hacer una relación directa entre el problema de España y las negociaciones de la ampliación. Entiendo los argumentos españoles de que la situación en regiones españolas menos ricas, como Extremadura, no va a cambiar porque entren otras regiones más pobres de Polonia.
P. El calendario aprobado en Niza es indicativo. Además, llama la atención que fije la negociación de los fondos cuando la UE esté presidida por España, uno de los países más afectados por el problema.
R. Lo sé. Pero, créalo o no, es una coincidencia. Desde el principio estaba muy claro que los dos temas principales en la negociación, la política regional y la agrícola, se deben negociar al final, cuando ya se tiene una visión de conjunto sobre el resto de la negociación. No teníamos la intención de darle esta responsabilidad a España, darle la parte más difícil. Es verdad que el calendario es indicativo y se pueden hacer las cosas más temprano, pero no más tarde.
P. ¿No teme que los debates financieros retrasen la ampliación?
R. No, no lo creo. Tenemos una perspectiva financiera bastante clara hasta 2006 y para entonces tendremos terminado el proyecto.
P. Antes habló de falta de información sobre la ampliación. ¿Se hacen esfuerzos suficientes en los países de la UE?
R. Es imprescindible que todos los políticos democráticos de Europa hagan más evidentes las necesidades históricas para la ampliación. No hay alternativa a este gran proyecto. Es la consecuencia absolutamente necesaria del camino histórico de Europa en el siglo XX. Tenemos que garantizar que los acontecimientos horribles del siglo XX no se repiten en el siglo XXI. Tenemos que crear una Europa en la que los conflictos se resuelvan de forma pacífica. Ése es el sentido de la construcción europea: el proyecto con más éxito de prevención y solución de conflictos de la historia.
P. ¿Qué puede responder a quienes creen que la ampliación debilitará la UE?
R. Es evidente que una organización que se había pensado para seis Estados necesita reformas cuando crece. En Niza se han decidido las reformas necesarias. Las instituciones van a funcionar también después de la ampliación y no veo peligro que el proceso de integración europea se desacelere por culpa de los nuevos Estados miembros. Todo lo contrario. Pero además ya hay propuestas de reforma, como la del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD).
P. Esa propuesta tiene un mensaje claro: más Europa. Pero también habla de nacionalizar algunas competencias de políticas estructurales o competencia que ahora están en Bruselas. ¿No hay una contradicción?
R. Se trata de una propuesta que exige más integración europea. Pero sí habla de una renacionalización parcial: la política agrícola y la política regional. Pero no se prevé terminar con el sistema de solidaridad europea, que se expresa también en la política regional de la UE. Se exige más margen de maniobra para los Gobiernos nacionales y eso tiene que verse frente a la situación específica de Alemania. Pienso en las preocupaciones de los länder alemanes, que con el sistema de política regional europea podrían perder la razón de su existencia. Creo que es una preocupación justificada.
P. Algunos sostienen que el SPD propone una Europa a la carta, a la carta alemana.
R. Me pone en una situación difícil. Soy comisario europeo y no representante de una posición nacional. No puedo discutir esas posiciones con los medios de comunicación. En todo caso, me parece muy positivo que la política europea se encuentre en una posición preeminente en la agenda política del Gobierno alemán.
P. Sí hay unanimidad en valorar que alguien ponga sobre la mesa ideas para el debate. ¿Por qué nadie más está haciendo aportaciones a ese debate?
R. Desde Niza hay una discusión mucho más amplia sobre el futuro de Europa, en todos los Estados miembros y también en los países candidatos. Y no queremos una discusión a puerta cerrada, sino con participación activa de los ciudadanos.
P. ¿Y dónde están las propuestas francesas, inglesas, españolas, italianas...?
R. No hay que impacientarse. Veremos un gran impulso en el futuro. Ya se vio hace un año, después del discurso del ministro alemán de Exteriores, Joschka Fischer. Desde entonces el debate europeo cambió de rumbo. Y habrá otras propuestas. Lo que no debe sorprendernos es que aparezcan discrepancias. Al final, nadie querrá ni podrá imponer sus ideas.
P. No debe sorprender que haya ideas diferentes..., salvo que esas diferencias opongan a París y Berlín. Y eso ocurre ahora.
R. No quiero hablar de las relaciones bilaterales entre Estados miembros. La conciencia de que Francia y Alemania tienen una responsabilidad común en Europa es tan fuerte en los dos países que puede superar momentos difíciles.
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