Carmen Posadas cree que la Bella Otero fue un producto de marketing
La escritora novela la vida de la que fuera reina de la Belle Époque
De Carolina Otero (Fuente Valga, 1868), la campesina gallega que se convirtió en una de las reinas de la Belle Époque, le interesaba especialmente su paso de la gloria a la nada. Posadas ha dedicado los dos últimos años a investigar la vida de la Bella Otero, especialmente desde que se retiró a los 46 años para que nadie la viera envejecer. 'La grandeza de ese gesto inútil por algo tan banal como la belleza hizo que me interesara por ella'.
Su leyenda cuenta que era inteligente, ludópata -'llegó a perder en los casinos 68.000 millones de pesetas (al cambio actual)'- y mentía compulsivamente. Por su amor se suicidaron seis hombres y fue amante de siete reyes, pero nunca quiso perder su libertad para casarse. 'La parte glamurosa de su vida era lo que menos me interesaba, aunque no he podido dejar de obviarla en la novela ', dice Posadas.
La novela comienza cuando Carolina Otero, arruinada en un miserable hotelito de Niza, cree llegado el fin de sus días y decide jugar su última partida con la muerte. Los hechos son narrados en su mayor parte en primera persona. Hasta su fallecimiento, la cortesana percibió una modesta pensión remitida desde un casino. Posadas no ha podido certificar si la nómina llegaba del casino de Montecarlo o del dueño de un garito ilegal, apodado El Corso, al que ella salvó una noche de la bancarrota desprendiéndose de un valioso collar.
De sus investigaciones, la escritora deduce que 'la Bella Otero fue un producto de marketing'. Un agente artístico norteamericano la vio bailar en un tugurio y decidió convertirla en una estrella. Mientras él viajaba a Nueva York para anunciar la llegada de una gran artista, contrató un profesor de baile, otro de canto y le enseñaron a hablar y a moverse. 'En cuanto llegó a la ciudad, la Bella Otero se hizo amiga de las mujeres de la alta sociedad neoyorquina y se acostó con sus maridos', cuenta la escritora, que considera el despecho con el que la artista trató a los hombres como una venganza por la violación que había sufrido a los diez años.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.