Agradecimiento
Vivimos unos tiempos en los que la Sanidad en general no siempre está valorada en su justa medida. Por desacostumbrado, un error se convierte en noticia y la imagen de los profesionales de la salud se ve deteriorada. No siempre son así las cosas.
Hace ya más de un mes perdí a mi esposa víctima del cáncer. Desde que se le diagnosticó la enfermedad han pasado cinco años de lucha sin cuartel, pero en cualquier caso, cinco años de vida y disfrute a su lado. En estos momentos de reflexión después de una dura batalla contra una enfermedad tan fatal, quisiera agradecer el esfuerzo y la entrega absoluta que ha mostrado siempre, conmigo y con la que fue mi esposa, el Equipo de Cirugía II ala C del hospital Virgen Macarena con todo su extraordinario personal intentando casi un imposible. Ellos tenían fe donde reinaba el abatimiento y en esa fe hubo siempre vocación. Quiero destacar especialmente al doctor Antonio Villa, por su dedicación y su comportamiento profesional, su humanidad y su amistad dentro de un hospital, que se ha entregado en todo momento con entusiasmo para las pruebas y las intervenciones que fueran necesarias. Las manos del doctor Villa otorgaron el don de la vida a María de Gracia mientras fue posible.
Junto a ello, el Servicio de Oncología. A pesar de su ubicación, en un sórdido sótano que, con su mera existencia, incumple una lejana promesa oficial de transformarlo, no tengo suficientes palabras de elogios para todo el personal, especialmente para el doctor Manuel Codes, jefe de Sección del Servicio de Oncología del Virgen Macarena. Por su desvelo en lograr soluciones ante una enfermedad tan traicionera como el cáncer y que durante cinco años la frenó con todo tipo de tratamientos hasta que la muerte llegó inexorable. Después de todo lo pasado, el doctor Codes me ha demostrado una enorme humanidad y cariño solo a la altura de su absoluta profesionalidad. En él simbolizo el ejemplo deontológico de lo que debe ser un médico y, tras lo vivido, de un amigo
A todos ellos gracias de todo corazón por sus atenciones que nunca tuvieron descanso ni desmayo; por su afecto, por su ilusión, que fue la mía hasta el último instante. Profundamente, gracias.-
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