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Reportaje:

Pesadilla racista en el sueño americano

La muerte de un joven negro a manos de la policía desata en Cincinnati los disturbios más graves desde 1968

Cincinnati es una ciudad media norteamericana. Limpia y ordenada en el centro. La pulcra Queen City de los folletos turísticos guardaba hasta ahora un secreto que sólo conocían sus habitantes: Cincinnati es racista. EE UU sigue sin resolver el problema racial, aunque algunas ciudades han hecho de tripas corazón para abordar el conflicto, pero Cincinnati ha preferido mirar para otro lado. Hasta ahora, cuando la muerte por un disparo policial de un joven desarmado ha desnudado a la ciudad.

Fred Shuttelworth, un veterano de las luchas por los derechos civiles de los años sesenta, compañero y amigo de Martin Luther King, coloca a Cincinnati 'todo lo al sur que uno puede llegar sin salir del norte', en una descripción de atmósfera histórica que acierta en la sociología aun a costa de exagerar con la geografía. La ciudad tiene sueños de grandeza, pese a contar sólo con 330.000 habitantes. Piensa en organizar unos futuros juegos olímpicos y cuenta con una orquesta sinfónica de renombre cuyo director titular es José Luis López Cobos. Y es muy tradicional. En Cincinnati, un juzgado local clausuró en 1990 una exposición en el Museo de Arte Contemporáneo por considerar obscenas las fotografías de Robert Mappelthorpe.

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Unas cuantas manzanas al norte del centro de negocios de la ciudad, en el gueto negro de Over-the-Rhine, vivía Timothy Thomas, de 19 años, llegado a la ciudad desde un barrio difícil de Chicago en 1997 porque su madre quería para él y sus hermanos un futuro que no veía en la ciudad del lago Michigan. Fue un terrible error de Angela, una mujer sensible, escritora de poemas a ratos, preocupada siempre por su prole. En Over-the-Rhine no hay futuro. La imagen de lo que es el distrito ya había dado la vuelta al mundo de incógnito en la película Traffic, cuyas escenas más duras de droga y degradación humana se rodaron en sus calles.

Timothy, soltero, sin trabajo estable, padre de un hijo de tres meses, salió a por tabaco en la madrugada del sábado de la pasada semana y se cruzó en el camino del agente Steve Roach. El joven era un viejo conocido de la policía, con multiples citaciones por faltas menores de tráfico, como conducir sin carné o no llevar abrochado el cinturón, no pagar las consiguientes multas o no comparecer en los juicios por estas infracciones. Un agente le avistó y lo comunicó a sus compañeros de patrulla en Over-the-Rhine, que lanzaron una furibunda caza del escurridizo Thomas. Una vez rodeado, según la versión policial, el prófugo hizo ademán de llevarse la mano a la cintura. Roach, temeroso por su vida en el barrio más peligroso de Cincinnati, disparó un tiro que hirió mortalmente a Thomas, que estaba desarmado.

Fue la gota que colmó el vaso de la frustración de la comunidad negra de Cincinnati, un 43% de ciudadanos marginados, social, política y económicamente invisibles, tradicionalmente convertidos en el saco de los golpes de la policía. Jóvenes ociosos en el lugar en que cayó Timothy, una calleja entre las calles 13 y Republic, cuentan todo tipo de historias de abusos policiales en el barrio: 'Cada vez que ves a un policía piensas que te va a hacer algo'.

La muerte de Timothy Thomas ha sido la decimoquinta de un negro en enfrentamiento con la policía desde 1995 y la cuarta desde el pasado mes de noviembre. 'Algo pasa en esta ciudad y con esta policía cuando nos encontramos con datos así', subraya Kwesi Nfume, presidente de la Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color (NAACP), la principal organización de derechos civiles en Estados Unidos, que ha visitado la ciudad estos días. La policía, que tiene un 28% de agentes negros, arremete contra ese recuento y dice que en 10 de los casos los agentes dispararon en defensa propia, en algún caso incluso perdiendo la vida. Pero hay cinco que fueron flagrantes abusos y la de Timothy fue la última y la del estallido. El pasado sábado, tras el funeral, un agente dio nuevas muestras de excesivo celo y disparó una bolsa de perdigones contra los que abandonaban la zona: una niña de siete años fue alcanzada en la pierna.

La frustración popular con el estado de cosas en Cincinnati, y sobre todo con la aparente impunidad policial, provocó el estallido de la pasada semana. Tres noches de algaradas, asaltos a comercios, incendios de algunos edificios en los barrios negros y en el centro de la ciudad, escenas no vistas en Cincinnati desde las protestas de 1968 por el asesinato de Martin Luther King. Sólo el toque de queda, que rige desde el pasado jueves entre ocho de la tarde y seis de la mañana, ha permitido un cierto control de la situación. 'Hablan de disturbios, pero esto es una rebelión ordenada por Dios', dijo en el funeral de Thomas el representante del Nuevo Partido de los Panteras Negras, un recuerdo de los años sesenta que ha resucitado en Cincinnati.

Militantes de los nuevos Panteras Negras se dirigen a la iglesia donde se celebró el funeral de Timothy Thomas.
Militantes de los nuevos Panteras Negras se dirigen a la iglesia donde se celebró el funeral de Timothy Thomas.AFP

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