Europa defraudó
La renta per capita europea apenas alcanza actualmente el 65% de la estadounidense. Tan preocupante como el dato en sí es la tendencia observada en los últimos años. EE UU se ha distanciado de Europa a un ritmo elevado (en torno a un punto por año en los últimos cinco años). La convergencia europea con EE UU supone un reto que exige crear más empleo (en relación a la población activa), aumentar la proporción de la población en edad de trabajar y/o mejorar la productividad (éste ha sido el elemento diferencial entre la UEM y EE UU en los últimos años). En la Cumbre de Lisboa de hace un año se lanzó un ambicioso proceso para acortar distancias y en Estocolmo se hizo una primera revisión del mismo.
La UE desperdicia una oportunidad de lanzar un mensaje claro a favor de las reformas
La buena marcha de las economías europeas en 2000 ha generado cierta complacencia entre los dirigentes políticos. En 2000 se alcanzó un crecimiento récord de la última década, se crearon 2,5 millones de empleos y las cuentas públicas arrojaron por primera vez un superávit (aunque descontados los ingresos por UMTS habría habido un déficit del 0,8%). Sin embargo, este panorama se ha enturbiado considerablemente, aunque a la Comisión le ha costado reconocerlo. Mientras los analistas iniciaron hace unos meses una carrera de revisiones a la baja del crecimiento, a finales de marzo el Ejecutivo comunitario todavía sostenía que los indicadores económicos mostraban solidez. Finalmente, es previsible que en sus previsiones de primavera se revise el crecimiento hasta tasas probablemente cercanas al 2,5%. En este contexto, Europa tenía una oportunidad para dejar a un lado las recurrentes desavenencias nacionales y dar un impulso firme al proceso de liberalización de los mercados de servicios.
Pero la Cumbre ha decepcionado. Los resultados han sido, lamentablemente, demasiado tibios con respecto al objetivo de acelerar el proceso de un mercado único para servicios tales como la electricidad, el gas, las telecomunicaciones, los servicios postales y el transporte, así como en los mercados financieros. Francia, como era previsible, apoyada por Alemania, se ha opuesto categóricamente a fijar un calendario para la liberalización de la energía. Ello ha suscitado las críticas del resto de países que han liberalizado sus mercados y que miran con recelo los cuasi-monopolios energéticos que mantiene Francia. Si no hay un único mercado energético por la oposición de Francia, tampoco se ha logrado un espacio aéreo único debido a España y el Reino Unido por el tema de Gibraltar. Aunque este punto es previsible que se solucione antes de finalizar el año. Tampoco la patente europea ha logrado salir adelante.
Como en tantas otras ocasiones, Europa se quedó corta. El camino para convertir a Europa en una economía más dinámica y competitiva pasa por acelerar el proceso de reformas y no posponiendo la fijación de calendarios, como acaba de ocurrir en Estocolmo.
Sonsoles Castillo es economista del Servicio de Estudios del BBVA.
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