Adiós a un hombre bueno: emotiva despedida a Marc Lloret, teclista de Mishima
Familiares, amigos y compañeros llenan el Tanatorio de Collserola en el funeral por el miembro de la banda, fallecido el domingo a los 51 años
Su padre ha dicho, roto por la emoción, que hay valores que no se promocionan, que simplemente se tienen. Se estaba refiriendo a su hijo, Marc Lloret, músico y programador fallecido el domingo a causa de un cáncer a la injusta edad de 51 años. También hay sentimientos que no se impostan, o se sienten o no, y la cariacontecida desolación que se ha impuesto en la sala del Tanatorio de Collserola, en Barcelona, donde se le ha despedido era tan real como la propia muerte. Se mirase donde se mirase todo eran caras de abatimiento, nudos en la garganta que al deshacerse casi se oían, rostros que no querían bañarse en lágrimas porque una estúpida educación nos impulsa a no mostrar en público eso que puede parecer fragilidad, dolor, sensibilidad. Por eso luchamos por contenernos. Las únicas afortunadas, y parece un contrasentido, han sido aquellas personas que tuvieron la suerte de tratar a Marc de manera directa e íntima, familiares, pareja, amigos, compañeros de banda y de trabajo que para no romper sus palabras intentaban serenase. Han acabado por hacer lo que todo el mundo deseaba: llorar a moco tendido en la despedida de un hombre bueno.
La sala estaba llena y, los miembros de Mishima disculparán, no se despedía a una estrella del rock, sino más bien, en terminología de Quimi Portet, a un astro intercomarcal que, citando a Antònia Font ha dejado “un cràter per sempre dins sa meva vida”. De todas y de cada una de las vidas allí presentes, conteniendo los mocos en una presencia no fruto del protocolo, sino para estar, allí doloridas, en esa despedida conmocionada que no ha tenido nada de ceremonia porque en el fondo Marc tampoco se despidió. Para muchos era el eterno enfermo que jamás moriría, más que nada porque nadie quería asumir que eso podía pasar. Por eso lo devastador de la noticia que comenzó a correr el domingo por la noche. Había encarado su enfermedad con ánimo pero sin pájaros en la cabeza, asumiéndola, haciéndose cargo de la situación como se había hecho cargo de todos los compromisos que le puso la vida por delante, desde comprar la primera furgoneta del grupo hasta firmar el primer contrato de alquiler del local de ensayo, como recordó David Carabén al hablar del que definió como mejor amigo de su vida.
Entre las manos de la asistencia un recordatorio con un dibujo de Violeta, su hija, mostrando un perfil, el casi helénico de Marc, persona elegante con rostro de dios antiguo. En el interior otro dibujo, este de su hijo Guillem, con unas manos acariciando un teclado, aquello que dio sentido a la vida de su padre. Y encima una frase de Els vespres verds, la canción de Mishima, que rezaba “sóc aquí per trobar la manera d’entendre què diu la cançó”. Y si una mano aferraba el recordatorio la otra ceñía una copa con la que acabada la despedida se ha brindado con vino y música por el teclista de una de las bandas que pautó la transición entre el mundo juvenil del rock català de los 90 y el pop-rock independiente en catalán que comenzó a mirar el mundo de los adultos, ese que también abraza la muerte.
Si por una razón es hermoso creer en el más allá es porque Marc haya podido ver esta mañana cuánto y cuánta gente le quiso y le querrá. Sólo por eso ya merece la pena una vida como la que tuvo. Ahí quedan sus armonías.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.