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AMÉRICA LATINA

La negociación del ALCA enfrenta a Brasil y Argentina

Las divergencias entre los dos países suramericanos sobre el futuro del Área de Libre Comercio de las Américas amenazan la supervivencia de Mercosur

Alejandro Rebossio

El presidente brasileño, Fernando Henrique Cardoso, había programado una visita a Buenos Aires para los próximos días 16 y 17, en la que definiría con su homólogo argentino, Fernando de la Rúa, una posición común frente al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Se suspendió. Los socios mayores de Mercosur tensaron otra vez el hilo de sus relaciones.

La nueva crisis se inició después de que el nuevo ministro argentino de Economía, Domingo Cavallo, decidiera hace tres semanas modificar unilateralmente aranceles a importaciones de fuera del bloque que también integran Paraguay y Uruguay.

Ni más ni menos que el certificado de defunción de la segunda mayor unión aduanera del mundo, después de la Unión Europea, y al que esta misma semana ha solicitado sumarse Venezuela. Sin embargo, la frontera que más separa a Argentina de Brasil se asienta en la posición frente a ALCA. El gigante suramericano pretende que Mercosur negocie en conjunto su ingreso a la futura zona de libre comercio continental y que sólo en el año 2005 se finalicen las conversaciones para ese tratado, tal como estableció la cumbre presidencial de Miami en 1994. En el Gobierno de Buenos Aires, en cambio, se desnudan las fisuras: su Ministerio de Relaciones Exteriores coincide con Brasilia, pero en los pasillos del Palacio de Hacienda resuenan comentarios en favor de la propuesta norteamericana de acelerar la firma de tratados bilaterales de libre comercio.

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La primera crisis

La devaluación del real brasileño, en enero de 1999, generó una primera crisis terminal en Mercosur. Aquella depreciación favoreció a las exportaciones de Brasil y perjudicó a las de Argentina, cuya moneda permanece atada al dólar desde 1991. El entonces presidente argentino, Carlos Menem, amenazó con aplicar protecciones a la industria de su país. La recuperación de la economía brasileña, a partir del año pasado, recuperó las exportaciones argentinas y sanó las heridas entre los socios.

Las relaciones volvieron a enrarecerse cuando Chile, asociado a Mercosur pero sin participar de la unión aduanera, empezó a tejer en noviembre pasado un acuerdo bilateral de libre de comercio con Estados Unidos. Brasilia objetó que Santiago desestimara una negociación como bloque frente a ALCA, mientras Buenos Aires comprendió a sus vecinos trasandinos.

Mercosur terminó de hervir cuando al Palacio de Hacienda argentino volvió Cavallo, el padre de la paridad fija entre el peso y el dólar, que ahora propone atar su moneda también al euro, la moneda única europea. El mismo ministro de Economía que en 1994 había firmado el acuerdo de Ouro Preto (Brasil), por el que entraba en vigencia la unión aduanera, ha determinado recientemente la subida desde el 13,5% al 35% los aranceles para artículos de consumo masivo -indumentaria, calzado, alimentos y electrodomésticos- y la eliminación de las tarifas para bienes de capital. El hombre fuerte del Gobierno de De la Rúa -que goza de plenos poderes para intentar encontrar las vías de solución a la grave crisis económica que atraviesa el país- procuró, por un lado, proteger a la deteriorada industria nacional frente a la competencia de fuera de Mercosur y, por otro, incentivar las inversiones. Para ello, destruyó en los hechos la imperfecta unión aduanera. Días atrás, incluso, llegó a desestimar públicamente su importancia, aunque enfatizó la necesidad de profundizar el libre comercio y la integración en Mercosur.

El Gobierno brasileño aceptó que Argentina alterara los aranceles con tal de que este país supere su crisis. Siempre y cuando el cambio rija de forma temporal. Los funcionarios de Brasil saben que si su socio se viera abocado a una suspensión de pagos de la deuda externa, tras 34 meses de recesión, el desastre recaería también sobre sus espaldas. De todos modos, el ministro de Asuntos Exteriores, Celso Lafer, se quejó de la visión 'excesivamente amplia' de Argentina sobre lo que son bienes de capitales y, al final, consiguió que Cavallo mantuviera los aranceles para ordenadores y teléfonos móviles, productos que Brasil fabrica.

Nada debilitó más el vínculo entre las dos mayores economías suramericanas que la posición sobre el ALCA. Mientras en la reunión de viceministros de Asuntos Exteriores del continente, celebrada esta misma semana en Buenos Aires, Mercosur ofrecía aparentemente un frente común frente a Estados Unidos, los asesores de Cavallo admitían en Nueva York su predisposición a firmar un convenio bilateral con la superpotencia mundial. El ministro de Economía reconoció que un pacto de ese orden no implicaría un desarme de la estrategia común de Mercosur para ingresar en el ALCA.

Continúan las diferencias

Las conversaciones entre los viceministros de Asuntos Exteriores de 34 países americanos, todos excepto Cuba, se iniciaron con una fuerte sensación de correr el riesgo de paralizarse a causa de las diferencias sobre el calendario y los contenidos del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Estados Unidos, con el apoyo de Canadá y Chile, proponía adelantar al año 2003 el término de las deliberaciones. Ni Brasil ni la mayoría de los países americanos asentían. Asimismo, el Gobierno del presidente George W. Bush, entusiasta del proyecto que lanzó su padre y ex responsable de la Casa Blanca, rechazaba las propuestas brasileñas de eliminar no sólo los aranceles sino también las barreras no arancelarias (como medidas antidumping y sanitarias) y los subsidios. Tres días de debates condujeron a Estados Unidos a aceptar que se mantenga el año 2005 como fecha límite. La misma que fijaron Mercosur y la Unión Europea para su pacto de libre comercio. Sin embargo, continúan las diferencias sobre las herramientas que utiliza Estados Unidos para proteger su producción.

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