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El EP-3, una fortaleza tecnológica volante

La petición norteamericana a Pekín de que respete la 'integridad' del avión espía EP-3, recordándole que, según la legislación internacional, el aparato 'es territorio de soberanía estadounidense', no es baladí: el avión que el domingo se vio obligado a aterrizar en el aeródromo militar de Lingshui, en la isla china de Hainan, es una fortaleza tecnológica volante equipada con los más complejos sistemas de detección electrónica y de recopilación y procesamiento de datos.

Fabricado por Lockheed Martin, el EP-3 es una transformación del avión de patrulla marítima P-3C Orion y cuenta normalmente con una tripulación de 20 miembros, 5 para las operaciones de vuelo y 15 dedicados a las tareas de vigilancia. Actualmente, la Marina estadounidense tiene 11 aparatos operativos, con base en el Estado de Washington y en Rota, en España, con dos escuadrones destacados, uno en Okinawa (Japón) -desde donde despegó el avión del incidente- y otro en Creta (Grecia).

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De su interés estratégico da idea cómo define la propia Marina norteamericana su función militar: 'Operando en espacio aéreo internacional, tanto independientemente como junto con otras fuerzas, el EP-3 proporciona al comandante de la flota un análisis en tiempo real de la posición táctica o potencialmente hostil de fuerzas militares. Mientras proporciona información a la flota en un entorno marítimo abierto a múltiples amenazas, la tripulación debe determinar rápidamente el escenario táctico analizando la información disponible'.

Para este fin, el EP-3 cuenta, hasta donde es posible saber, como dice la revista especializada británica Jane's, con estaciones de vigilancia electrónica, de recopilación de señales de alta y baja banda, de sistemas receptores de microondas, de antenas y ordenadores diseñados para detectar, rastrear, identificar y clasificar cualquier tipo de amenaza.

La reclamación de soberanía por parte de Pekín sobre el mar del Sur de China ha dado lugar, durante años, a una disputa territorial sobre las islas Spratlys y las Paracel reivindicadas también por Filipinas, Taiwan, Malaisia y Brunei. Pero ahora China se ha cobrado una pieza inesperada y tal vez más valiosa: una joya de la última tecnología militar estadounidense.

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