_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Una dimensión de entrega poco común

Conozco a José Luis Verdes desde siempre, y le he querido como a un hermano. Nuestra relación estaba más allá de la cercana relación entre artistas que se respetan. Fue otra cosa, una amistad que fue creciendo con el tiempo, cada uno desde sus postulados y criterios, pero con la necesidad de mostrarnos mutuamente nuestras búsquedas y proyectos.

Hace escasamente una semana que estuve en su casa, y más tarde en su estudio, viendo las obras que tenía en marcha; y hace sólo tres días que le ofrecía visitar mi exposición a puerta cerrada, solos, como tantas veces habíamos hecho con su obra y la mía.

Esta misma mañana le llamaba para ir a verle, pero no di mayor importancia a la falta de respuesta. Quizá porque le vi tan entero cuando me dijo que le quedaba poca vida que aceptaba con increíble serenidad y hombría, quizá también porque yo sabía que estaba trabajando en tres de sus obras más definitivas, que tenía que terminar antes de que se le agotase la vida.

Más información
El artista José Luis Verdes fallece en Madrid a los 67 años

José Luis tenía una dimensión de entrega poco corriente. Había desarrollado toda una filosofía de la vida, fundamental y necesaria para acomodo de su pensamiento y relación con las personas y cosas. Le importaba la profundidad de sus relaciones, de su trabajo -supeditado siempre a la necesidad de sus motivaciones-, de lugares y de ritos. Y precisamente en esos enredos de vida y obra, de vida y muerte, andaba metido últimamente hasta el alma, como él siempre hacía. Esas entregas y profundidad nos fueron transmitidas en su famosa obra El mito de la caverna, justamente premiada en la Bienal de São Paulo, o en tantas otras obras, fantasmales imágenes en negativo.

Decía antes que estuvimos viendo sus últimas obras, dos casi terminadas y la tercera, ya con su espacio acotado, en un estudio que había cambiado para montarlas. Extrañas obras, complejas instalaciones, quizá autobiográficas composiciones, o premoniciones de espacios opresivos, enrejadas cárceles de cristal y espejos que nos obligan a mirarnos a nosotros mismos, observados por extraños y reconocibles personajes que no sé si nos ven, pero que nosotros sí vemos.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_