Nueva visión del universo en rayos X
Con esta nueva ventana abierta hacia el cielo se comprende mejor la evolución galáctica
Una observación de campo profundo es la imagen de un trocito de la bóveda celeste en la que aparecen todas las fuentes que emiten radiación (suficiente para ser captada por las cámaras) de aquí a los confines del universo. El célebre telescopio espacial Hubble lo hizo hace unos años en dos regiones del cielo: una en el hemisferio Sur y otra en el Norte. Son los llamados campos profundos que, de entrada, mostraron que había muchas más galaxias de lo que se creía, y en los que los astrofísicos no han parado de hacer descubrimientos.
Ahora se ha hecho lo mismo con el Chandra, un observatorio espacial de la NASA diseñado para captar la radiación de rayos X que no alcanza la superficie terrestre. Este nuevo campo profundo cubre una minúscula fracción del cielo del hemisferio Sur y abarca hasta distancias de unos 10.000 millones de años luz.
La primera conclusión de los científicos es que la llamada radiación de fondo de rayos X, una difusa radiación de onda corta descubierta hace casi 40 años, está originada por un gran número de agujeros negros residentes en los núcleos de galaxias lejanas.
Astrofísicos europeos y estadounidenses han escudriñado la misma región del cielo con el VLT, un conjunto de cuatro telescopios de ocho metros de diámetro cada uno, con cámaras ópticas e infrarrojas, del Observatorio Europeo Austral (ESO), en Chile. El primer objetivo ha sido identificar fuentes de rayos X detectadas por el Chandra para poder analizarlas y medir a qué distancia están. En cinco noches de observación, en octubre y noviembre del año pasado, con uno de los potentes VLT, los científicos identificaron y analizaron en infrarrojo y en luz visible más de un centenar de fuentes de rayos X del campo profundo del Chandra. Los investigadores presentaron la semana pasada en Washington los primeros resultados de la colaboración de estos telescopios.
Para Ricardo Giacconi, uno de los pioneros de las observaciones en rayos X y una de las grandes figuras internacionales de la astrofísica, los nuevos datos culminan un largo proceso que ha durado varias décadas en el que el difuso brillo de fondo en rayos X se ha ido individualizando en millones de puntos que emiten en esta longitud de onda.
'Nuestra capacidad para obtener imágenes de fuentes distantes de rayos X ha mejorado enormemente desde que detecté la radiación de fondo en esta longitud de onda en 1962', recuerda Giacconi. 'El fondo se resuelve ahora en fuentes individuales que son en su mayoría núcleos galácticos activos y cuásares', puntualiza este científico que, como director del ESO puso en marcha los VLT y que ahora trabaja en la Universidad Johns Hopkins (EE UU).
El descubrimiento del primer cuásar de tipo II, 'es sólo el primero de muchos descubrimientos interesantes que estoy seguro que saldrán de estos datos', considera Giacconi.
El campo profundo en rayos X ahora presentado es el fruto de un año de trabajo con el telescopio en órbita. Otro campo profundo del Chandra, en el hemisferio Norte, está a punto de hacerse público, y tanto éste como el del hemisferio Sur abarcan las observaciones comparables del Hubble.
'Por primera vez, podemos usar los rayos X para mirar hacia el pasado en el tiempo, cuando las galaxias normales eran miles de millones de años más jóvenes que ahora', dice Ann Hornschemeier, de la Universidad de Pensilvania.
Los astrónomos, que con esta nueva ventana abierta al cielo pueden comprender mejor los procesos de evolución de las galaxias y de agujeros negros de tamaño estelar, empiezan a pensar que agujeros negros de todos los tamaños gobernaron el universo en el pasado.
'Los datos nos muestran que los agujeros negros gigantes eran mucho más activos en el pasado que ahora', ha comentado Giacconi. Los científicos de la Universidad de Pensilvania, combinando los datos de rayos X con observaciones en infrarrojo han descubierto que los velos de gas y polvo alrededor de los agujeros negros son algo corriente.
Descubierto el primer cuásar oculto por gas y polvo
Uno de los frutos inmediatos de la colaboración entre telescopios en tierra (VLT) y en el espacio (Chandra) ha sido el descubrimiento de un cuásar de tipo II, identificado con el primero en las observaciones del segundo. Al igual que un cuásar convencional, el de tipo II es una fuente muy brillante de rayos X, lejanísima y seguramente alimentada por un agujero negro masivo; pero se diferencian en que el de tipo II está rodeado o enterrado en una nube de gas y polvo que reduce su brillo en luz visible. Como esa nube apenas afecta a la emisión en rayos X, el Chandra ha podido detectar un cuásar de tipo II. En concreto, es una fuente localizada en el cielo del hemisferio Sur y situada a unos 9.000 millones de años luz de distancia de la Tierra, lo que significa que su luz ahora detectada aquí fue emitida cuando el universo tenía sólo una décima parte de su edad actual. 'Creemos que los de tipo II pueden ser cuásares en sus primeras fases de evolución', ha explicado Colin Norman (Universidad Johns Hopkins). 'A medida que el cuásar madura, la radiación extremadamente potente que emite dispersa la envoltura de gas y polvo'. Los astrofísicos propusieron en los años ochenta la existencia de este tipo de cuásares.
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